El próximo 29 de diciembre se cumplirán treinta años del nacimiento del Instituto Zacatecano de Cultura. Se dice fácil, pero es un buen período para saber de qué está hecha una dependencia; en este caso el mismo Instituto, la herramienta más importante para promover la cultura en el estado; a saber, lo relacionado con el rescate de lo que es propio de la población de las diversas formas de vida derivadas de la herencia y la relación que establecen los pobladores de los distintos asentamientos con su entorno; la incorporación a los movimientos culturales internacionales de gran nivel y proteger la vulnerabilidad de los preceptos locales que pudieran trastocarse y afectar la soberanía de la nación. Sin duda, ambicioso para los días en que fue formulado.
El primer considerando, puede decirse que ha cumplido en términos generales; si se voltea la mirada a los finales del milenio anterior, la materia cultural pasaba por malos momentos; si acaso se salvaban las actividades que se llevaban a cabo en las escuelas primarias y secundarias por parte de los profesores y los alumnos así como las manifestaciones y fiestas religiosas. Poco había que contar. En los municipios, se repetía el modelo a escalas más reducidas. Hoy día, puede decirse que existen iniciativas más ambiciosas tanto públicas como privadas y se puede decir que hay un interés generalizado por hacer de los eventos culturales un objeto de cambio. Los artistas casi siempre han trabajado al amparo de las oficinas culturales de las instituciones o de plano, trabajando por amor al arte o coleccionando estampitas. No se puede negar que se ha avanzado en este concepto, sólo queda preguntarse si ha sido suficiente y si existen bases para seguir fomentando el quehacer cultural en formas autónoma, espontánea y autogestiva, además de la que impulsa el estado.
Se puede decir que el esfuerzo para recuperar los episodios relacionados con el desarrollo cultural de los pobladores del estado ha sido impulsado a través del rescate histórico de monumentos, talentos y folklore, desde los vestigios coloniales hasta lo que es hoy importante. Nuevamente puede hacerse la pregunta sobre si se ha hecho lo suficiente. En lo que se refiere a este considerando, lo que ha proliferado en el estado es la apertura de museos, de todo tipo dedicado a personajes, a usos, costumbres, arqueológicos, antropológicos e históricos. Aunque el esfuerzo que se ha hecho para abrir museos es notable, también es notable la soledad en que estos ven transcurrir su existencia. Los días se suceden sin que un número notable de visitantes se haga presente para mantener estos inmuebles con vida y cumpliendo los propósitos para los que fueron creados. Y lo mismo ocurre con las bibliotecas.
La meta relacionada con la incorporación del arte y conocimiento del estado a los movimientos internacionales parece ser uno de los buenos propósitos que distan mucho en haberse cumplido. No se ha escatimado en esfuerzos para apoyar a talentos y grupos para conquistar los escenarios internacionales pero los resultados distan mucho de haber logrado estos propósitos, aunque sea en parte. Nunca está de más hacer una serie de reflexiones que pudieran iluminar el camino hacia la producción y exportación de los talentos locales. La pregunta que surge es si en los anales históricos del Instituto ha habido alguna comisión o dirección que haya sido designada para lograr el empoderamiento de los zacatecanos en los escenarios culturales en el mundo. Hoy día, en el país y fuera de él, Zacatecas es un referente, pero la ilusión que existe en visitar este enclave por muchas personas en el mundo, no corresponde a la recepción que se haga del talento zacatecano en escenarios remotos. En fin, mucho hay que hacer en este sentido, existe interés en muchos grupos y personas en proyectarse más allá de los escenarios estatales y no parece haber un mecanismo para apoyar estas iniciativas y menos ahora que se padece un brutal recorte presupuestal en todos los empeños culturales a lo largo del país. Si aún existe este interés, habrá que renovarlo y hacerlo efectivo. Existe mucho talento en diferentes ámbitos además de las artes, como la educación y la reflexión científica que pudieran encabezar este esfuerzo. Sólo hay que convencerse de que es posible e intentarlo.
Ahora bien, el cuarto considerando se refiere a la protección de los preceptos locales, no queda más que admitir, que los tiempos han estado cambiando vertiginosamente y muchos de los valores no solo locales sino universales han sido transformados, muchas veces para mal, por el embate no solo de los medios de comunicación masiva, sino de las redes sociales. No obstante, no puede decirse que haya habido un intento serio de cualquier dependencia para contrarrestar el deterioro moral y ético de nuestra sociedad. Se comparte esta tendencia decadente con el resto de la humanidad. No obstante, debieran diseñarse estrategias que permitan encontrarle la cuadratura al círculo e intentar formar a las generaciones emergentes en este sentido y no dejar al azar o a la fatalidad el desarrollo de nuevas taras que afectan irreversible e irremediablemente a nuestra sociedad.
Entonces, ¿puede decirse que el Instituto ha cumplido con su cometido? Habrá que analizar las circunstancias y la historia de la institución y hacer un examen de conciencia sobre los logros y las metas, las logradas y las no alcanzadas. En esta forma se podría tener una mejor visión de futuro y reconsiderar las tendencias de inversión para hacer más eficiente el ejercicio de los presupuestos culturales en Zacatecas a lo largo de los próximos treinta años. En la siguiente entrega, se hará un análisis más somero sobre algunos logros y las posibilidades futuras de acción.
Y sigue la pregunta: ¿Cuántos colaboradores quedan de la plantilla inicial del IZC? Mientras, ¡Feliz cumpleaños, querido Instituto Zacatecano de Cultura! Que la vida te sea grata.
