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sábado, 18 mayo, 2024
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Cuidado con la “democracia”

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Decuerdo que unas de las promesas de campaña de Felipe Calderón fue mejores oportunidades de trabajo para la población mexicana, por tal se hacía llamar “El presidente del empleo”; sin embargo, la situación económica no fue mejor para el país. No fue significativa su aportación a la tasa de desempleo y pobreza que hemos vivido en México desde siempre.

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De nadie es desconocido que, una de las principales causas del auge del narcotráfico en la República es precisamente la falta de oportunidades laborales y las deplorables condiciones de vida en las que un gran sector de la sociedad vive día a día. Y como sabemos, fue durante el mandato de Calderón que inició la denominada “guerra contra el narco”, la que evidenció las carencias en desarrollo social que existen en todo el pueblo mexicano y peor aún, la cifra de muertes sigue aumentando.

En respuesta a esto, Enrique Peña Nieto prometió en su campaña electoral mayor seguridad, en el sentido de terminar con este estado de violencia en el que vivimos desde hace varios años. Mucha gente cansada de ver morir a personas cercanas creyó en este discurso, el cual, sigue siendo hueco, pues además de los muchos escándalos que se le siguen sumando a nuestro presidente, su ineptitud en asuntos de violencia social es sorprendente; baste ver las noticias de recientes días en Tamaulipas…

 

Ni a cual irle

Esta misma situación se llevó a cabo en contextos de nivel estatal; en Zacatecas, nuestro actual gobernador culpó a la exgobernadora de la narcoviolencia, y al igual que Peña Nieto aseguró que en su mandato acabaría con tales atentados. Desde luego se entiende que el pueblo zacatecano, harto de episodios sangrientos, en un acto de desesperación decidiera creer en Miguel Alonso y darle la gubernatura… Lo que no se entiende es la incapacidad de éste para lidiar con el poder.

A cinco años de gobierno priísta no podemos presumir de habitar un Estado seguro, ni de que las condiciones socio-económicas sean mejores. Por el contrario. Mientras las riquezas del gobernador y su familia van en aumento, las de la población son inversamente proporcionales.

Lo mismo sucede en lo nacional, donde los escandalosos gastos de nuestro presidente, además de indignarnos sobremanera, exponen la indiferencia de éste hacia los asuntos que conciernen a la sociedad.

Ellos y sus promesas de campaña comienzan a aparecer, otra vez, por todos los medios, anunciándose como cristos redentores, lanzando “soluciones” a diestra y siniestra para hacer de éste, un país mejor. No obstante, también va in crescendo el hartazgo de los gobernados, en quienes, ahora más que nunca prima el pensamiento del voto nulo o de plano ya no votar.

Nuestra clase política nos quiere hacer creer que la democracia se ejerce sólo por medio de la urna de votación… Y no es así.

 

Ni una cosa ni otra

La democracia no se sintetiza en el derecho a votar, sino conlleva una conciencia social con la que podemos participar de la política en todas sus formas. Sin embargo, no es una actividad que la sociedad ejercite de manera habitual, por el contrario, existe una dejadez muy palpable, una comodidad de dejar todo en manos del Estado.

Ahora que se acercan las elecciones, el panorama augura que la cifra de votos nulos y de abstención, será sin duda una de las más grandes de la historia; casi lo puedo asegurar. Lo que esto demostrará será, por un lado el desinterés de la ciudadanía por los asuntos de política, pero por el otro, la incredulidad tanto en partidos como en candidatos. Las promesas de campaña son ahora entendidas como eso, sólo promesas.

Aunque este tipo de resultados puede dar a conocer cierto enojo de la sociedad ante el sistema de “democracia” que tenemos,  la triste verdad es que no aporta nada, porque a final de cuentas, con votos o sin ellos, habrá un ganador que nos gobernará, como hasta ahora, como se le dé la gana.

En teoría, las votaciones deben ser no una determinación sino un síntoma de lo que el pueblo necesita, es decir, si los votantes ya han manifestado en varias ocasiones su deseo de que nos gobierne otro tipo de sistema, no el anquilosado priísmo, es un indicio de que hay una cifra considerable de personas dispuestas a un cambio con todas las responsabilidades que éste conllevaría.

De igual forma, si las urnas revelan una gran abstención debería servirnos como referente, quizá no determinante pero sí de considerable importancia, de que lo que actualmente se vive en este país no es un gobierno, sino a un presidente y a una población aislada, como si se tratara de dos aspectos lejanos entre sí.

No vivimos en un lugar donde gobernante y gobernados conviven, sino que los dirigentes viven mientras los demás sobrevivimos. De ahí que, si al sistema no le interesa el pueblo, al pueblo ha llegado a caer en esa misma dinámica de indiferencia. Si bien ya no se cree en las promesas de campaña, tampoco en otras formas, ya no concebimos nada. ■

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