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sábado, 18 mayo, 2024
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El laberinto de Octavio Paz

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

En el libro Las estructuras elementales del parentesco Claude Lévi-Strauss maneja una hipótesis sobre la transición de la naturaleza a la cultura, o, por decirlo en otros términos de la animalidad a la humanidad. La hipótesis parece muy simple: el tránsito de la naturaleza a la cultura se da por intermedio del tabú del incesto. De acuerdo a Lévi-Strauss el tabú del incesto sirve como mediador entre un ámbito y otro porque tiene dos rasgos notables: es una regla arbitraria ajena a los primates, que no son capaces de forjar la noción de parentesco, y es universal. Por ser universal, según Lévi-Strauss, es parte de la naturaleza, pero, precisamente porque es una regla libremente adoptada por los seres humanos, es que resulta ser una regla social. Tal regla social tiene la función, se nos explica en el libro citado, de facilitar las alianzas mediante el intercambio de mujeres entre los clanes porque, parece obvio, la renuncia a las mujeres del entorno inmediato despeja el camino para reclamar las de otros. Más importante aún es que el tabú del incesto permite la aparición de complicados sistemas de parentesco. Cada sistema de parentesco forma, según sospechaba Lévi-Strauss y confirmó Andre Weil en el capítulo XIV de la obra citada, una estructura algebraica conocida en matemáticas como “grupo de permutaciones”.  De esta manera se lograba dar plausibilidad a la noción de “estructura”. Cada conjunto de reglas de parentesco, en apariencia tan diferentes, podía considerarse como un grupo de permutaciones, lo que a su vez permitía decir que a los sistemas de parentesco subyacía una “estructura única” de relaciones. Leo Corry argumentó –en Synthese 92 #3 (1992) pp. 315-348- que el uso informal del concepto de estructura en matemáticas comenzó en 1930 en la obra clásica de Van Der Waerden y que, a pesar de haber sido formalizado en el primer tomo del curso de matemáticas de Bourbaki, esto respondió más a la necesidad de dar coherencia a los manifiestos estructuralistas de Dieudonne que a necesidades internas del desarrollo matemático. En tal sentido el concepto de estructura fue superfluo en matemáticas. Para Lévi-Strauss el concepto de estructura significó el cambio de una visión funcionalista, en las que los diferentes elementos del sistema se explican por su función en el mismo, a una visión estructuralista, que grosso modo implica que todos los elementos del sistema están interrelacionados de modo tal que una variación en uno conlleva variaciones en todos los demás (cf. Andre Aubin Science in Context 10 #2 (1997) pp. 297-342).

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Octavio Paz, en su Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, publicado en 1967, no parece impresionado por el modelo matemático –no menciona nunca a Weil- pero sí por la analogía entre lenguaje y sistema de parentesco, quizás porque tenía en mente la poética que había esbozado en El arco y la lira, e identificaba de manera muy excitante la pregunta por el sentido del sentido con la pregunta por el origen de la prohibición del incesto. No le satisfacía la función de mediación que le asignaba Lévi-Strauss al tabú, y podía ver que un sistema de signos sometido a reglas es arbitrario, y su sentido no le viene dado como elemento emergente de la sintaxis. En otras palabras: podemos jugar ajedrez por diversión o por obtener fama y fortuna, pero estos sentidos no aparecen como resultado de las reglas del juego, sino que son adaptados desde otra parte. Por otra parte, de la analogía que establece Lévi-Strauss entre lenguaje y antropología, si se concibe el lenguaje a la manera de Saussure es claro que será un sistema de signos sin significantes, algo que C. K. Ogden e I. A Richards ya habían notado en su antología The Meaning of Meaning de 1923. Estos dos críticos eran cercanos a T. S. Eliot, autor leído por Paz, que a su vez había comentado, en La tradición y el talento individual de 1917, que el sentido de un poeta no estaba nunca concluido en su persona individual, sino que remitía a la totalidad de los poetas vivos y muertos. Para Paz, en el capítulo tercero de su libro, el poema es una estructura: “…es una totalidad indisociable y un cambio mínimo altera toda la composición…” y es, a su vez, intraducible. Si lo compara a una estructura nos queda clara su perplejidad ante los sistemas arbitrarios de signos: si el poema es una estructura está sujeto a reglas, y es, quizás, una mera combinatoria de palabras y, en el fondo, no pasa de ser descrito por un modelo matemático en el que el contenido resulta indiferente. Para Paz esto es inadmisible: “…me parece una perversa paradoja definir así la actividad de Dante, Baudelaire o Coleridge.” O del autor de La estación violenta.

Octavio Irineo Paz y Lozano, como lo nombra Christopher Domínguez en su Octavio Paz en su siglo, nació el 31 de marzo de 1914. Hace 101 años. Vaya esta nota a su memoria. ■

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