El proceso educativo que promueva el profesional
de la docencia debe ser válido pero también valioso,
debe ser de calidad pero con calidez; solo así se
podría aseverar que el docente realmente flexiona
su propia práctica
Nos encontramos en un contexto de política educativa que promueve la represión, que condiciona la permanencia del docente bajo circunstancias deleznables, escudándose en una reforma que más que educativa es laboral; una reforma de poco impacto y mucha revuelta, donde las confrontaciones son el común denominador. Partiendo de esta premisa y en contraparte, deseo en este artículo hablar del docente como un sujeto académico, que ejerce una actividad eminentemente social y que asume con responsabilidad su papel. De esta manera lo puedo concebir como un profesional de la docencia que reflexiona su práctica y que a partir de ello es como va sintiendo la necesidad de profesionalizarse.
Debemos pensar en un docente que por iniciativa propia ejerza su actividad profesional con plena autonomía, que entienda que su práctica debe ser eminentemente social para que, de esta manera, contextualice su quehacer como tal. Por supuesto, para que esto pueda suceder, se requiere de ciertas condiciones y situaciones, una de ellas y creo es la más importante es que el profesional de la docencia haga una lectura fiel del contexto donde se desenvuelve, diagnostique situaciones problemáticas y genere alternativas de abordaje de los problemas que el diagnóstico arroje.
Ante estos planteamientos, se hace necesario pensar en una práctica reflexiva que sea de alto impacto, que el docente la sitúe en un paradigma metodológico y a partir de ahí la vaya construyendo de manera progresiva; el paradigma más apropiado para este fin es el crítico-reflexivo. Cierto es que se deben garantizar algunas condiciones para que dicha práctica sea exitosa; a continuación relacionaré seis de ellas:
I
Promover la formación ya sea inicial o de actualización donde se considere la propia realidad del docente, debe ser una formación sobre el propio contexto para que, el docente, haciendo uso de sus formas básicas de pensamiento –inducción y deducción-, infiera y promueva procesos que sean realmente transformadores y fortalecedores de contextos y sujetos; con ello podemos decir que el docente ya inicia con un método contextualizado para que le ayude a mejorar cualitativamente la práctica educativa, desterrando esa práctica instruccional de poco significado para el educando. En sí, lo que se requiere es que la práctica educativa sea consecuencia de las propias experiencias del docente dentro del aula dado que solo así aprenderá a partir de ellas.
II
Se hace necesario apoyar de manera incondicional, real y significativamente el proceso formativo de los docentes de manera tal que se rompa con ese esquema de “capacitación” que tradicionalmente se ha estado aplicando, con acciones meramente instruccionales y sin siquiera darle un seguimiento a los proyectos, donde se pueda asegurar que el docente realmente transforma su práctica. Un proceso de formación y actualización es el de promover en el docente la observación de su propia práctica para que esto le permita ir construyendo una metodología, sin lugar a dudas el proceso que desencadene se circunscribirá dentro de una perspectiva constructivista toda vez que le permitirá ir construyendo su propio conocimiento; este conocimiento debe servirle al docente para que de manera permanente re-conceptualice su propia práctica a partir de su experiencia, la lectura que se puede hacer de todo esto es que los procesos de mejora docente no deben surgir del saber teórico sino de la propia experiencia del docente cuando interactúa con los educandos.
III
La práctica reflexiva habrá de fortalecerse mediante la intervención de la práctica propia del docente, esto quiere decir que a partir de la observación de su propia práctica, del registro, análisis y de la problematización, estará en condiciones de generar alternativas de abordaje de situaciones que son problemáticas y que surgieron del contexto y no tanto de lo que podría suponer el docente como problema. Bajo esta metodología, el docente estará en condiciones de construir su propio conocimiento vía teorización; partirá de su práctica, se informará de la teoría y regresará a una práctica transformada. Se trata pues, de una reflexión para la acción educativa que derive en investigación en el aula por parte del propio docente para que diagnostique problemas reales y genera alternativas menos sesgadas.
IV
Cuando se considera el paradigma socio-crítico dentro de la práctica reflexiva, la metodología socio-constructivista es la más apropiada para cumplir con este fin. Esta metodología le permite al docente construir su propio conocimiento pero también aprende a trabajar en colegiado, predispone a los docentes a formar comunidades de aprendizaje y a considerarlo como una condición para la interacción social.
V
Garantiza la integración del conocimiento teórico y el conocimiento práctico de manera profunda y significativa no tan solo para el docente en formación y/o actualización sino también para los educandos. Es algo así como llegar a la teoría por medio de la práctica y no tanto de que se aplique la teoría a la práctica ya que ello en gran medida resultaría poco productivo.
VI
Reconocer que existen estilos propios de ejercer la docencia así como estilos cognitivos propios para formarse en y para ella, esto significa reconocer que los docentes pueden actuar de manera inconsciente dado que su conducta es impredecible. Ante esta situación no prevista, se requiere que el docente reflexione e interactúe consigo mismo y con los demás para que logre identificar las actitudes inconscientes y estas sean objeto de reflexión y modificación si fuera preciso.
Debo confesar que el contenido del presente escrito podría ser considerado como un verdadero onanismo mental, sin embargo, cuando se reflexione a profundidad sobre el tema, tal vez lleguen a instituirse prácticas pedagógicas con estas características toda vez que a la fecha no se han institucionalizado. ■
