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viernes, 3 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Los “grupos” en las redes

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Los “grupos” en las redes

A estas alturas, resulta más que trillado decir que el mundo se ha vuelto cada vez más pequeño. La tecnología, que hace apenas unas décadas era vista como de uso exclusivo por ciertas élites, hoy en día se ha vuelto bastante popular, como nos lo advirtió Hebert Marcusse; los adelantos en la materia facilitan un sinfín de alternativas que nos permiten estar mejor comunicados y saturadamente informados. De hecho, los objetos tecnológicos pasaron de ser útiles herramientas con el propósito de facilitarnos la existencia, a vistosos accesorios que incluso nos permiten vernos mejor, o al menos, interesantes (a cuántas personas vemos a diario que en medio de una considerable multitud, sacan su deslumbrante celular y se ponen a hablar casi a gritos para que quienes estamos alrededor nos percatemos del flamante aparato y, ya de pasada, sobre sus interesantes asuntos).

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Agreguemos a lo anterior que cada día aparece, al alcance de los aficionados, una importante cantidad de “aplicaciones” que facilitan ciertos procesos y estimulan la ya profunda adicción a las tecnologías, de un creciente sector social. Definitivamente, muy pocos son quienes escapan (al menos yo no) a estos complejos e interesantes procesos sociales (porque, en absoluto, lo son), e incluso es difícil, si no es que imposible, concebir una existencia o un presente sin los beneficios, que ciertamente son muchos, y las comodidades que ofrecen los adelantos tecnológicos, en especial en el ámbito de las comunicaciones. En lo personal, me parecen fascinantes, pero vale la pena tener en cuenta sus riesgos.

Dentro de este proceso, juegan un papel preponderante las redes sociales. Pocos son en la actualidad quienes carecen de un “perfil” en alguna de ellas. Las hay para todos los gustos y tendencias, la competencia es muy abierta, ya que se planean para llegar a sectores con gustos y tendencias muy específicas, no obstante, es por todos sabido que las que llevan la primacía son Facebook, seguida de cerca por Twitter. La cantidad de personas adheridas a estas redes suma millones y millones en el mundo. Personas de cualquier edad y condición social acceden a ellas con mayor o menor frecuencia, todo depende de la disposición de un equipo de cómputo o de un teléfono de los llamados inteligentes.

Ya dentro, uno encuentra de todo; es un mundo virtual en el que uno conoce posturas, ideologías, tendencias, gustos y actitudes, genuinas y no (porque también hay que considerar a todos aquellos que se fabrican personalidades y vidas diametralmente opuestas a las que llevan). Grupos, foros, páginas, juegos, videos (algunos bastante perturbadores), bromas, comentarios, perfiles falsos y ficticios, personas con convicciones conservadoras y liberales. También encontramos acosadores, fisgones y muchos chismes. Todo depende de los usos y costumbres que adquiramos en ellas.

Dentro de las redes sociales, hay grupos para todo, desde los que comparten una postura ideológica y/o política, hasta los que buscan trabajo. De entre ellos, los hay también avocados a la música, y a estilos musicales específicos. Allí nuevamente, gracias a la “magia” de la tecnología, podemos acceder a documentos musicales extraordinarios, discos que parecían inconseguibles, grupos y propuestas cuyas existencias jamás hubiéramos imaginado; en fin, las posibilidades de conocimiento al respecto son en verdad inacabables. Cada día aparecen en estos grupos de las redes sociales (más específicamente en el ‘feis’), joyas musicales sorprendentes y otras que teníamos años de no escucharlas, algo que me parece, en verdad, refrescante.

He procurado en más de una ocasión recorrer todas las propuestas que se comparten en este tipo de grupos (al menos en los que estoy invitado), y en lo que escucho una, ya aparecieron tres o cuatro más. Es como la carrera de Aquiles contra la flecha. Y fue esa carrera la que me llevó a percatarme de un detalle curioso y ciertamente decepcionante: la inmensa mayoría de las canciones que se comparten allí carece de comentarios o, mínimo, de un ‘like’, o sea, pasa absolutamente desapercibida; por supuesto que hay sus muy honrosas excepciones y momentos. Los videos y canciones compartidos representan el gusto de quien los comparte, pero quedan en ese aparente decir “esto es lo que a mí me gusta”. En pocas palabras, me da la impresión de que se convierten en verdaderos diálogos de sordos, en los que cada compartidor escucha lo mejor de la música, y no tiene necesidad de escuchar más.

Eh allí mi decepción respecto a esos grupos, de los que yo esperaba, para ser honesto, foros de diálogo y hasta debate respecto a las propuestas presentadas y ofrecidas; espacios a los que uno se acercara a escuchar y a conocer, más que a proponer. Sé que todos tenemos proposiciones que hacer, sé que la mayoría contamos con una banda sonora de nuestras vidas, que tenemos grupos, estilos y temas de culto, pero también vale la pena considerar que saber no estorba, que siempre es bueno conocer y reconocer el excelente gusto musical de los demás. De unos meses hacia acá, opté por no compartir sugerencias musicales y, en lugar de eso, escucharlas, comentarlas cuando me gustaran demasiado o, al menos, dejarles un like cuando las oía sin que me provocaran la mayor emoción. Consideraba esto como una atención de mi parte a quien había compartido. En algunas ocasiones, encontraba eco, y eso a cualquiera le da gusto (sobre todo cuando se trata de un comentario en torno a mi colaboración), pero la mayoría de las veces me sentía como hablando en un desierto.

Sugiero, de forma respetuosa, que cuando entremos a un grupo, cualquiera que sea, antes de proponer, conozcamos propuestas; antes de sugerir, indaguemos sugerencias; antes de invitar a escuchar, escuchemos. Las redes sociales pueden ser gélidas; la falta de un interlocutor físico tiende a llevarnos, en algunos casos, al solipsismo. Pienso que resultaría muy fructífero que interactuáramos, que entráramos con la intención de conocer, de aprender y, posteriormente, de opinar y sugerir. Sé que esto puede sonar a necedad y que nadie está obligado a hacer lo que otros sugieran, pero no puedo dejar de pensar que, con una actitud de apertura, la dinámica resultaría más provechosa.

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