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viernes, 26 abril, 2024
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Partidos, elecciones y cambio social (7)

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Por: DANIEL SALAZAR M. • admin-zenda • Admin •

Al acercanos al final de esta serie, plantearemos solo algunas cuestiones más sobre los caminos inevitables de todo cambio social. Desde la perspectiva leninista aquí expuesta, el cambio social implica siempre un cambio radical de la estructura estatal y no sólo la modificación del gobierno como lo plantea en México la izquierda institucional. Ésta es la gran diferencia entre esta izquierda (reformista y electorera) y la izquierda revolucionaria.

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Un partido revolucionario (que es tan solo el coordinador colectivo de la actividad de las masas, la memoria colectiva y la experiencia digerida de las luchas), es parte valiosa de la fórmula dialéctica unitaria para ese cambio. El ejemplo clásico de esa unidad, lo registró la historia cuando –junto a los abreros avanzados y las masas trabajadoras– Lenin y los bolcheviques abrieron el camino para la Revolución Rusa triunfante y la destrucción del viejo Estado capitalista. La organización revolucionaria ciertamente fue ahí el instrumento para ese cambio social pero, es necesario comentarlo nuevamente, se necesitó del incremento de la participación política de las masas obreras sin el cual la revolución hubiera sido imposible.

Para el cambio social, un partido u organización revolucionaria procura siempre ayudar a superar el estrecho horizonte de la experiencia personal que, por ejemplo en el México de hoy, esa experiencia lleva años siguiendo la estrategia electoralista trazada por la mayoría de los partidos con registro que ven ahí el “único campo de batalla”.

Poco a poco (y un día de éstos de un gran salto), las luchas de los trabajadores podrán ir reconociendo, que el electoralismo es una estrategia condenada al fracaso. Decenas de sucesos en el mundo dan cuenta de ello (Nicaragua, Francia, España, Grecia, Brasil, Argentina…etc) y han sido documentados por diversos entendidos del internacionalismo (entre ellos destaca Guillermo Almeyra).

En en México, entre los fracasos electorales más recientes, se cuentan los escandalosos fraudes de 1988 (contra Cuauhtémoc Cárdenas y el FDN) y el de 2006 (contra López Obrador). Pese a eso, estos mismos personajes, activos aún en la política mexicana, continúan (y con ellos sus seguidores), reclamando al Estado mexicano algo asi como: “hagamos unas buenas elecciones y todo se resolverá…” por lo que mantienen su perspectiva de cambio por la ruta exclusiva de estos procesos.

Al día de hoy y en mayor o menor medida, la actividad de estos personajes ciertamente se mantiene dirigida contra del Gobierno mexicano pero, igualmente, no han hecho (y creo que no lo harán) ningún señalamiento que cuestione el Estado capitalista en su conjunto que es en realidad el fondo de los problemas de miseria, desempleo y explotación que enfrentan diariamente los mexicanos y que ellos dicen querer combatir. Todo indica que para tan ilustres personajes, “el capitalismo está bien” y “solo le hace falta otro gobierno”.

Basados en “el atraso de las masas” y su “despolitización”, en la estrategia de la izquierda institucional está la de “moderar sus luchas” con tal de no asustar a los electores; eliminar de su horizonte la movilización social y, lo peor, mantener la vieja manía socialdemócrata y reformista, de separar el “movimiento político” del “movimiento social” donde, el primero queda a cargo exclusivo del partido y, el segundo, a cargo de “la ciudadanía”, la “espontaneidad” de las masas o de alguna corriente sindical o social opositora (CNTE, SME, Atenco, Ayotzynapa, etc.).

Hay que agregar, que una gran cantidad de mexicanos mantiene aún la ilusión electoral del cambio con lo que se retraza y distrae el objetivo de la lucha central contra el Estado. La única estrategia de recambio entonces y que se puede oponer a esa ilusión exclusivamente electoralista, es la que se basa en la movilización y en la unificación de las luchas extraparlamentarias de los trabajadores y las masas explotadas, luchas que tendrían que desembocar en movimientos con demandas políticas que cuestionen el poder establecido y sus instrumentos. Su punto de partida es la defensa de los intereses materiales inmediatos de los trabajadores, para  continuar trás “la búsqueda de su propio destino”: el cambio histórico radical de la estructura económica.

La tarea es pues, unificar las movilizaciones extraparlamentarias. Unir las luchas reivindicativas de los trabajadores con las luchas de las mujeres, de los jóvenes, de los ecologistas, de los anti-imperialistas…etc. Esta estrategia traerá consigo una mayor politización de todos y mantendrá al menos, la posibilidad de la victoria. Cualquier otra ruta se dirige, inevitablemente, hacia la derrota.

En fin. Hace tiempo que los partidos de izquierda institucionales abandonaron la pretensión de ser un partido de clase y ahora se han propuesto -como los demás- convertirse en una máquina electoral clásica que dé la batalla a “la derecha” en ese terreno. Para ello han instalando “delegados notables” y hasta sindicalistas destacados bajo la línea de su partido y en función de un cálculo exclusivamente electoral.

Pero por mucho que se grite contra el PRI, PAN, PRD, Verde y demás partidos, queda claro que mientras se mantenga la estrategia electoralista y la idea de la constitución de una izquierda que no rompa contra el régimen capitalista y con el Estado burgués, Morena, como tantos otros, lo único que conseguirá es convertirse también en su gestor. Continuará.■

 

Fuente: Ernest Mandel (obras)

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