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viernes, 26 abril, 2024
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Entre las encuestas y los trofeos de caza política

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Muchos fenómenos sociales son medibles: la pobreza o la desigualdad, pero también algo más flotante como es la opinión o, más aún la voluntad colectiva. Con técnicas estadísticas ahora ya sofisticadas, se pueden hacer mapas de opinión de todo tipo de cosas: sobre gustos estéticos, consumo, o aceptación o rechazo de acontecimientos públicos. Pues bien, nada raro es poder medir la voluntad u opinión política de la población frente a un evento de elección próxima. El asunto es que especialmente en estos eventos, se impone cierto principio de incertidumbre, porque la medición modifica lo medido, luego entonces, es poco probable que los resultados electorales sean parecidos a los datos aportados en las encuestas previas. Esto acontece de manera normal. Sin embargo, también se intenta fortalecer la percepción ganadora de alguno de los contendientes con la cual se busca propiciar el desaliento de los contrincantes y provocar que los actores políticos indecisos decidan su apoyo al aspirante puntero, con la expectativa de estar con el vencedor. Son los mecanismos usuales en la lucha electoral que convierten a las encuestas en instrumentos para modular la opinión.

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Como es evidente, no siempre operan los resultados como se espera: las encuestas que muestran ventajas enormes para un competidor pueden provocar que sus militantes se confíen y bajen la intensidad de su activismo, y los resultados finales resulten una sorpresa. Sin embargo, estudios internacionales serios indican que reportes con ventajas importantes sí desalientan a los contrincantes produciendo la llamada espiral del silencio entre sus activistas, pero lo que hoy estamos viendo en Zacatecas es una campaña donde dominan los golpes de efecto mediático, como si de ellos dependiera el tamaño de las tendencias electorales reales; se abusa en la presentación de personas en el papel de trofeos logrados en una competencia cinegética, y hasta se publican portadas falsificadas de periódicos nacionales para desacreditar encuestas que se sospecha contienen datos “cuchareados”. Lo cierto es que existen cientos de estudios que afirman que la inmensa mayoría de los electores no se conmueve con dichos golpes mediáticos, pero si se fortalece la percepción de que todos los políticos son personas inescrupulosas.

Como es natural, los ciudadanos por su parte desean distinguir entre los estudios serios cuyos resultados pueden estar cercanos a la verdad, de las encuestas elaboradas como meros instrumentos manipulados de campaña. ¿Cómo hacer eso? La verosimilitud debe suscitarse con la publicación de la metodología y su verificación por autoridades académicas y técnicas. Porque elaborar un estudio demoscópico serio requiere experiencia probada que ofrece credenciales creíbles, pero los únicos que pueden hacer el seguimiento de este asunto con rigor son las autoridades (IEEZ e INE). Para evitar que los ciudadanos sean tratados como menores de edad y se distorsionen las propias campañas, el árbitro debe garantizar el profesionalismo de las empresas encuestadoras y el rigor técnico en el diseño y aplicación de los estudios de opinión. Y sancionar fuertemente los casos en que haga evidente que se trata de una treta, porque son intentos de manipulación de la voluntad ciudadana. Si provienen de despachos sin credenciales creíbles y sin publicar la metodología, debe proceder la sanción. Falta normatividad al respecto y voluntad política para regular este aspecto de las campañas.

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