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viernes, 26 abril, 2024
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Asalto a Rectoría: se equivocaron de estrategia

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Testimonio de un basquetbolista que se transformó en político

La época del estudiante basquetbolista

Ingresé al Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas (ICAZ) en enero de 1962. En esa época el ciclo escolar iniciaba a principios del año, y a partir de ahí se fue recortando un mes cada ciclo hasta homologarse con el resto del sistema educativo. En el ICAZ estudie la secundaria y la preparatoria y en 1968, sin movilización ni debate de por medio, por voluntad del gobernador en turno el Instituto se transformó en UAZ, en cuya escuela de Ciencias Químicas (C. Q.) cursé la licenciatura de Ingeniería Química. Durante los diez años de mi vida estudiantil combiné los estudios con la práctica deportiva, especialmente el basquetbol, habiendo tenido la fortuna de formar parte, desde la preparatoria, de los equipos representativos de la institución y del estado, lo que definió mi identidad ante la comunidad universitaria y los círculos del deporte estatal.

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Durante la década de los sesentas la política estudiantil era extremadamente limitada, pues la lucha por la conducción de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUZ) se daba entre estudiantes ligados a los grupos priístas y el discurso programático se reducía a ofrecer privilegios, como pagar medio boleto para entrar al cine. La política universitaria empezó a cambiar después de 1968 con la llegada de los economistas Noé Beltrán, Jesús Pérez Cuevas y Sergio Corichi en calidad de maestros, quienes muy pronto constituyeron desde la Escuela de Economía una corriente política de izquierda. Durante esa década no participé en la política estatal y muy poco en la política universitaria. Cuando lo hice, fue en compañía de amigos unidos por el deporte más que por alguna causa o ideología; así participé en 1970 apoyando a Antonio de la Torre Dueñas para presidente de la FEUZ, al margen de las dos planillas fuertes: la de “los rojillos”, como se denominaba a la naciente izquierda, y la de los priistas. Como era de esperarse, perdimos, pero acumulé la experiencia necesaria para ganar la sociedad de alumnos de Ciencias Químicas.

Incursión en la UNAM

En junio de 1971 fui recibido por el Dr. Jesús Romo Armería, Director del Instituto de Química de la UNAM, en su oficina del piso 12 de la torre de ciencias de Ciudad Universitaria. Yo era portador de un mensaje del QFB Manuel Escobar Luján, quien habiendo sido mi maestro de Química Orgánica durante la licenciatura, me recomendaba para llevar a cabo la tesis profesional en el Instituto. Después de revisar mis calificaciones, el Dr. Romo llamó al Dr. Eduardo Cortés C. para pedirle que me encomendara una de sus investigaciones con el Espectrómetro de Masas a su cargo. Así fue como de buenas a primeras me enfrenté a un complejo instrumento que muy pocas instituciones tenían y que el Dr. Cortés manejaba para descubrir la estructura de distintas moléculas complejas estudiadas por los investigadores del propio Instituto de Química y del Instituto Mexicano del Petróleo.

Mi trabajo consistiría en llegar temprano, encender el aparato y “correr” las muestras pendientes, y solo entonces podía dedicar tiempo a mi propia investigación, la que consistiría en elucidar los mecanismos de fragmentación de unas sustancias llamadas esteres de fenilo en el aparato que fui manejando con mayor soltura cada día. A las pocas semanas descubrí que los tesistas del Instituto teníamos derecho a asistir como oyentes a las clases de distintas maestrías y doctorados que se impartían ahí mismo, de manera que pronto organicé mi trabajo para asistir a las que impartían los profesores más destacados.

Igual que yo, profesionales de la química recién egresados de universidades de provincia arribamos en calidad de fuerza de tarea a la catedral de la investigación en la materia de México. Todos estábamos alucinados por la calidad de los conferencistas que podíamos escuchar, pero pronto descubrimos que además de ser “vacas sagradas” en sus disciplinas, algunos de ellos tenían opiniones políticas solidas y comprometidas con una visión progresista y democrática sobre el momento que vivía el país y en particular la UNAM, dado lo reciente del alcohonazo del 10 de junio y del movimiento del 68, que habían dejado heridas que estaban lejos de cerrar.

Sus opiniones se discutían en corrillos informales a la hora de comer o de la siesta en alguna de las “islas” de la explanada entre las torres de ciencias y de rectoría. El debate más encendido ocurría cuando coincidían en el corrillo algunos compañeros egresados del politécnico, la UANL y por supuesto de la UNAM, y el tema era el de la guerrilla. Casi siempre se hacían alusiones al activismo en las escuelas de origen de varios becarios, de gente de Raúl Ramos Zavala o de Ignacio Salas Obregón quienes habiendo sido líderes estudiantiles se convirtieron en los dirigentes de la Liga Comunista 23 de Septiembre, llamando a combatir al régimen por la vía armada. También se comentaban la “apertura democrática” de Luis Echeverría y las posiciones de Heberto Castillo y Carlos Fuentes que llevarían a la formación del PMT y las de los “peces” (miembros del partido comunista) que libraban un debate intenso sobre las formas de lucha contra el sistema. En esas reuniones de sobremesa en las islas, que no duraban más de una hora, escuche las primeras opiniones críticas sobre el naciente sindicalismo universitario.

En esas charlas intensas yo escuchaba y preguntaba, tratando de entender la polémica sobre las vías para el cambio en México, consciente de que no contaba con la formación política suficiente para sustentar alguna tesis. Durante esa estancia en el DF empecé a leer con mayor atención la prensa diaria, especialmente El Excélsior, que conocía desde la casa familiar porque era el periódico de Don Cruz, mi padre, que pasaba largas horas leyendo de cabo a rabo la primera sección. El ambiente que reinaba en la UNAM también me condujo a leer algunos libros de marxismo, el primero de los cuales fue el de Federico Engels titulado “La familia, la propiedad privada y el Estado” y textos sobre la educación superior de diferentes autores.

Primeros pasos en la política universitaria

Casi al año de haber llegado al Instituto, el Dr. Cortés me dio la noticia de que nuestro trabajo había sido aceptado en una de las publicaciones especializadas en el tema y que podía utilizarlo como tesis profesional, agregando una larga introducción sobre la teoría y el funcionamiento del espectrómetro de masas. Presenté y aprobé el examen profesional y el de admisión al posgrado en la UNAM, pero el maestro Escobar me pidió que me quedara en Zacatecas porque había necesidad de hacerse cargo de algunas materias que había cursado en el Instituto. No necesitó insistir mucho para que yo decidiera quedarme, y así fue como ingresé a la planta de profesores de la Escuela de C.Q. de la UAZ.

Instalado de nueva cuenta en Zacatecas, reasumí la dirección de la selección estatal de basquetbol que al poco tiempo ganó en Monterrey el campeonato nacional de menores de 23 años y que marcó una época muy bonita e importante en la historia del deporte ráfaga en Zacatecas. Pronto fui invitado por el Rector Díaz Casas para fundar el Departamento de Promoción Deportiva de la Universidad, que sirvió de plataforma de despegue de la UAZ en varias disciplinas deportivas. Junto con el Prof. José Luís Campos, de la U.A. de Puebla, impulsamos la fundación de la Organización Deportiva Estudiantil de México (ODEM) de la cual él fue presidente y yo vicepresidente, e iniciamos una relación que a la postre me permitiría conocer a destacados integrantes de una de las instituciones más comprometidas con la justicia y la democracia.

El ambiente político de la UAZ estaba marcado por el Simposio para la reforma universitaria celebrado en 1971, cuyos resolutivos no habían sido aplicados en muchas escuelas profesionales, entre ellas la de C.Q. La demanda de una reforma académica y la democratización de las estructuras de la escuela, articularon las acciones de muchos miembros de su comunidad a principios de los años setentas, a las que pronto se sumó la iniciativa de crear el SPAUAZ. También participé activamente en los movimientos universitarios en pro de aumento al subsidio de la UAZ durante los años de 1974 y 1976, que contribuyeron a la creación de capacidades organizativas en la comunidad universitaria que serían fundamentales en el futuro inmediato.

Muy pronto fue inevitable la celebración de un foro para la reforma de C.Q. y la decisión de presentar una propuesta de fondo me condujo a leer bastante sobre los temas educativos, hasta que me convencí de las propuestas contenidas en los ensayos de Olac Fuentes Molinar y su equipo, publicados principalmente en la revista de la ANUIES. Presenté el sistema de créditos con el concepto de flexibilidad y los principios de la educación personalizada, que convencieron a muchos estudiantes, sin embargo para una mayoría de la planta de profesores instalada en la rutina, eran cambios inaceptables.

Al mismo tiempo, en Zacatecas y en el país se desarrollaba un poderoso movimiento campesino de lucha por la tierra. En el plano nacional el proceso abarcó desde organizaciones independientes que sufrieron los embates represivos del gobierno, como el encabezado por Ramón Danzós Palomino, hasta otros propiciados por el propio gobierno. El movimiento desembocó en triunfos y derrotas por todos lados, aunque las expropiaciones en el noroeste condujeron a un fuerte enfrentamiento de la oligarquía mexicana con el presidente Echeverría.

En la entidad zacatecana, la movilización campesina por la tierra se potenció con la creación del Frente Popular de Zacatecas (FPZ) que además incorporó a estudiantes y trabajadores de la UAZ y el Partido Comunista, y pronto se adhirieron grupos de solicitantes de terrenos urbanos que invadieron predios para fundar colonias en distintos municipios del Estado. El FPZ enfrentó directamente a la élite del poder en Zacatecas, logró triunfos importantes y se constituyó en una fuerza no electoral, opositora al régimen, que llenó un vacío de tres lustros. No se debe olvidar, sin embargo, que en 1974 el PRI todavía logró imponer sin problemas al Gral. Fernando Pámanes Escobedo como gobernador del Estado, no obstante su ausencia de Zacatecas de más de cuatro décadas. Ese mismo año, cayó abatido por el ejército el líder guerrillero Lucio Cabañas Barrientos. La guerra sucia del gobierno contra los grupos armados estaba en su apogeo.

Yo observaba atento el ir y venir de varios estudiantes de C.Q. ligados al Frente por distintas vías. En esas andaba Flavio Campos y amigos en las filas del PC; con los universitarios que dirigía Jesús Pérez Cuevas participaban mi hermano Rogelio, Crescenciano “Chano” Sánchez, Miguel Alvarado y otros; Javier Valadez y Pedro de León lo hacían cerca del equipo del PRT que en la UAZ encabezaba Ricardo Reyes Mata (el Rusty). En ocasiones los acompañé como observador a algunos predios invadidos en Villanueva, Tabasco, Sombrerete, Villa de Cos y Nieves. La acción de todos ellos tenía una gran fuerza pedagógica en el conjunto de la comunidad universitaria y potenciaba las posiciones de las izquierdas universitarias.

También se generó en esa época una insurgencia de los trabajadores en distintos sindicatos, especialmente entre los electricistas con la tendencia democrática que encabezaba Rafael Galván, y se crearon las condiciones para la construcción del sindicalismo universitario. Tuve la suerte de seguir de cerca el surgimiento del sindicato académico en la UNAM y después en otras universidades, y de construir relaciones de amistad que todavía perduran.

La bandera de la reforma política

En el año 1975, el XVII Congreso Nacional del PCM determinó lanzar una convocatoria unitaria para participar sin registro legal en el proceso electoral federal del año siguiente con un candidato independiente a la Presidencia de la República, que a la postre fue Valentín Campa Salazar, obrero ferrocarrilero liberado recientemente de una larga e injusta reclusión en prisión junto con Demetrio Vallejo, el líder del sindicato y fundador, un poco después, del PMT. Los argumentos de la dirección del PCM encabezada por Arnoldo Martínez Verdugo sobre la necesidad de luchar por una reforma política y por el registro legal de las izquierdas, que yo leía puntualmente en las publicaciones del partido que distribuían sus integrantes, resultaron muy convincentes y atractivas para muchas personas que, como yo, estábamos inmersos en procesos de debate intensos que nos empujaban a actuar en la transformación del país.

La participación en los distintos procesos mencionados y el debate intenso crearon las condiciones para la conformación de un equipo con posiciones políticas compartidas, integrado por un número importante de estudiantes, maestros y trabajadores de Ciencias Químicas, cuyo circulo de influencia pronto abarcó al conjunto de la universidad con un número cada vez más grande de adherentes, lo que trajo como consecuencia que la dirección del PCM en Zacatecas decidiera proponerme el ingreso formal a sus filas, invitación que acepté con plena conciencia de lo que ello significaba y porque en la práctica coincidía con las posiciones de los comunistas, sobre todo en el movimiento sindical nacional y local, y con los camaradas de C.Q., que ya para entonces incluía a Felipe Pescador, José Luis Pinedo y otros compañeros.

Se decidió que mi militancia fuera discreta para no afectar el trabajo de construcción del SPAUAZ, por lo que mis relaciones con el partido serían a través de Eligio Meza para los temas del sindicato y directamente con Chon Castro, líder estatal, para los asuntos del partido en su conjunto. Mi carnet firmado por Arnoldo Martínez Verdugo tiene fecha de junio de 1976.

La decisión estratégica del PCM de buscar el registro electoral y la reforma política, condujo a que se iniciaran procesos de diferenciación en el seno de los movimientos donde actuaban las distintas izquierdas, lo que generaba constantes enfrentamientos entre ellas, bastante destructivos por cierto, que ponían en riesgo la necesaria unidad frente a la derecha y propiciaban el desaliento de las bases. Ello condujo a la ruptura del Frente Popular y a confrontaciones políticas permanentes en los sindicatos universitarios y en el movimiento estudiantil.

Me tocó enfrentar directamente el debate con la corriente liderada por Pérez Cuevas en torno a la necesidad de protocolizar y registrar legalmente al SPAUAZ, o no hacerlo y continuar como un movimiento informal. A la postre triunfó nuestra posición, ganamos la dirección estatutaria, registramos el sindicato y firmamos con el Rector Díaz Casas el documento que abrió el camino de la contratación colectiva.

Así llegamos al año 1976, en el que se renovaron los poderes ejecutivo y legislativo del país, en un marco de crisis económica y política muy graves expresadas en: devaluaciones importantes; una confrontación inédita entre el presidente y la oligarquía; la postulación de José López Portillo como candidato único a la presidencia por la incapacidad del PAN para lanzar su propio candidato; y una gran irritación en las izquierdas por la guerra sucia contra los movimientos armados y por no contar con registro electoral para participar en los procesos electorales. En ese marco, la campaña de Valentín Campa, sin registro legal ni recursos, llamó bastante la atención y la demanda de reforma política y registro del PCM cobró relevancia nacional e internacional.

Por las mismas fechas, en la UAZ se eligieron directores de las escuelas y al Rector y se consolidó el SPAUAZ. La confrontación con la derecha condujo a la unidad temporal de las izquierdas y se logró la reelección de Díaz Casas como Rector. La derecha obtuvo triunfos importantes, entre ellos las direcciones de Derecho e Ingeniería, así como la mayoría en el Consejo Universitario. En C.Q. ganó el QFB Gustavo Sánchez en una elección polarizada entre estudiantes, que me apoyaron a mí, y los maestros que apoyaron a Gustavo.

En septiembre de ese 1976 Echeverría rindió su último informe en plena crisis económica y López Portillo, en calidad de presidente electo buscaba rehacer las relaciones con la oligarquía y exploraba las vías para la reforma política. En ambos asuntos se movía el futuro secretario de gobernación Jesús Reyes Heróles. Ese mismo mes, en Zacatecas tomaron posesión de sus cargos las nuevas autoridades universitarias. Al mismo tiempo inició la confrontación por el pase automático a la escuela de medicina para los egresados de las preparatorias de la UAZ. Ese conflicto propició la continuación del enfrentamiento entre izquierda y derecha durante los últimos meses del año.

El primero de diciembre de ese año, López Portillo tomó posesión de la Presidencia con un discurso que no dejaba dudas de que deseaba reconciliarse con los empresarios enojados con el régimen, pero también tendía puentes hacia la izquierda. Ambos aspectos del discurso correspondían al trabajo de operación política de Reyes Heróles, que había avanzado mucho en sus conversaciones con la dirigencia del PCM, la que lanzó la convocatoria al XVIII Congreso Nacional a celebrarse en Marzo de 1977, con el propósito de decidir su participación en el proceso político que desembocaría en la reforma política que se demandó durante la campaña de Valentín. Gilberto Rincón Gallardo hizo público el testimonio de Lorenzo Servitje, el dueño de la empresa Bimbo, en el sentido de que en una reunión del Secretario de Gobernación con la cúpula empresarial les comentó que la represión a los comunistas era un sapo demasiado rasposo para tragarlo y que habría reforma política para incorporarlos.

Todas las señales implícitas y explícitas de la política nacional permitían concluir que el nuevo gobierno federal buscaría con seriedad la inserción de las izquierdas en la vida institucional del país, pero la élite del poder en Zacatecas no quiso verlas, quizás porque no querían que se consolidaran los avances de las izquierdas en la entidad. Así, en diciembre de 1976, a contrapelo de la política del nuevo gobierno federal, se prepararon para expulsar a los principales dirigentes de las izquierdas, primero de la UAZ y luego de Zacatecas.

El golpe a la UAZ

Así las cosas, el 3 de enero de 1977 apareció en la prensa local una inserción pagada firmada por los maestros de la Escuela de Medicina, dándole continuidad a la confrontación con el asunto del pase automático. En la radio se transmitieron anuncios que llamaban a desconocer al Rector e introducir cambios en la UAZ “cueste lo que cueste”.
El 10 de Enero, el edificio central de la UAZ amaneció tomado por un grupo pequeño de estudiantes que con la protección policiaca, la noche anterior entraron a la casa del estudiante ubicada en el callejón de Lancaster, brincaron las bardas y se posesionaron del edificio sede de la Rectoría. Los medios de comunicación publicaron un manifiesto que explicaba las razones de la toma y se identificaban como “Alianza Universitaria”. Además señalaban: “como culpables de la basura que denunciamos, ofrecemos la lista siguiente: Jesús Pérez Cuevas, Eligio Meza, I. Q. Raymundo Cárdenas, Francisco Valerio Quintero, Lic. Lázaro Rivera Hernández, Javier Aguiñaga García, Arturo Burnes Ortiz, René Lara Ramos, José Martínez Ornélas, Lic. Benjamín Arellano Valdez, Lic. Roberto F. Almanza, Medico Carlos Reveles Delijorge, Lauro Cordero, Miguel García Zamora Lic. José Luis Medina y algunas otras gentes menores como estas….”.

De esa manera fue como me ubicaron en los primeros planos de la política en la entidad, lo que generó sorpresa en mucha gente no universitaria, que solo me conocía como deportista. La inclusión de mi nombre en la lista, que atribuyo a los colegas maestros de C.Q. aliancistas, impactó mi vida orientándola hacia la política, y la de las personas más cercanas a mí de diferentes maneras. Al negocio de Don Cruz llegaron una tras otra las auditorías y a mi esposa Estela, trabajadora social en el IMSS, le empezaron a hacer la vida imposible para que renunciara, además de las constantes llamadas telefónicas amenazantes y ofensivas. En abril llegaron al extremo de balacear nuestro domicilio.

Afortunadamente nadie de mi familia se echó para atrás: Don Cruz me dijo que el peor momento para ello era ese y me impulsó a seguir. Estela encontró las fuerzas para aguantar el hostigamiento de todo tipo y logró, años después, ser la delegada sindical de la clínica hospital de Zacatecas y estuvo a punto de ganar la sección local. Mi hermana Esperanza también aguantó el clima hostíl en el IMSS. Olga, mi recordada hermana hizo una carrera sindical que la llevó a la secretaría general de la sección local del sindicato del ISSSTE después de años de luchar contra la corriente. A quien sí le truncaron su carrera en medicina fue a mi hermana Yolanda, quien a pesar de todo continuó en la lucha. Rogelio, quien se desempeñaba como maestro de preparatoria y Mariza, estudiante de economía, construyeron su propia trayectoria en la izquierda, siempre afectados para bien o para mal, por las vicisitudes de mi carrera política.

Dos estrategias

Las primeras acciones de la Alianza Universitaria estuvieron orientadas a desmovilizar a la universidad para que no hubiera resistencia a sus determinaciones y ahí se produjo su primer error estratégico, pues no pudieron convencer a los estudiantes de que se fueran a sus casas. De haberlo logrado, la toma de rectoría habría tenido el efecto de un knock out en el primer round de una pelea de box.

Nuestra primera reacción, casi instintiva, fue mantener la actividad académica. Las siguientes semanas y meses fueron de una actividad frenética para los pocos profesores de C. Q. que no comulgamos con la Alianza. Impartimos clases todo el día y tratamos de mantener bien informados a los estudiantes. En esos primeros días de enero se mostró la calidad del equipo que habíamos integrado y tuvimos la capacidad para influir en otras escuelas para mantener las actividades académicas y preparar nuestra respuesta política.

La reacción de las fuerzas de izquierda se diseñó en las asambleas conjuntas que se celebraban frecuentemente en el Teatro Calderón y en las reuniones del Comité Coordinador (Co.Co). Las primeras decisiones estratégicas fueron: mantener la actividad académica para combinarla con la movilización masiva y buscar una negociación para recuperar el simbólico edificio central.

Durante las dos semanas siguientes quedaron configuradas las fuerzas en conflicto. Por un lado la Alianza Universitaria apoyada por las élites del poder en Zacatecas, y por el otro, la Tendencia Democrática con la solidaridad de distintos sectores que habían participado en las luchas sociales de los años anteriores.

Al fracasar la estrategia de la paralización de la actividad académica y con el inicio del activismo de nuestra parte para difundir las verdaderas razones de la toma de rectoría, se crearon las condiciones para que se diera una primera negociación en la Secretaría de Gobernación, que produjo el primer convenio de una serie que se firmó durante el conflicto. El 18 de enero la Alianza aceptó entregar el edificio central al rector Díaz Casas a cambio de que se negara el pase automático a medicina y que se realizara una auditoria. El convenio también estipulaba que saldrían de la UAZ los maestros Tarsicio Félix y Jesús Pérez Cuevas. El Gobernador del Estado se comprometió a respetar la autonomía de la UAZ.

Unos días después de que se dio a conocer el convenio, me llamó Chon Castro para pedirme que le concertara una entrevista con el Lic. Pérez Cuevas. La reunión se verificó en mi automóvil sobre la carretera del Orito a Cieneguillas, a quinientos metros del entronque con la carretera de Zacatecas a Malpaso. Ahí Chon le comentó al Lic. Pérez que las negociaciones de la dirección nacional del PCM con Reyes Heróles estaban muy avanzadas y que si ganábamos tiempo el conflicto podría tener una salida favorable para la izquierda. También opinó que el Lic. Pérez no debía renunciar a la UAZ. Es muy probable que el líder del FPZ haya escuchado esa misma opinión de sus contactos en la política nacional.

Los últimos días de enero se produjeron conflictos en casi todas las escuelas, se generó el consenso en la Tendencia Democrática de que el Lic. Pérez no debía renunciar y que los golpistas debían ser sancionados, posiciones que se presentaron a la rectoría de distintas maneras. Por su parte, la elite del poder también movilizaba a distintos grupos para presionar al Rector. En ese ambiente, el día 8 de febrero el Lic. Díaz Casas presentó al Secretario General Lic. Jorge Hiriartt su renuncia al cargo de Rector. Hiriartt asumió de inmediato las funciones correspondientes, no obstante lo cual los Consejeros Universitarios de la Alianza se reunieron y designaron como Rector sustituto al Odontólogo Jesús Martínez Estrada.

Ojalá que algún día el Lic. Díaz Casas explique las razones de su decisión de renunciar en ese momento, pues a partir de ahí el conflicto entró en su fase más desgastante; el gobierno retuvo el subsidio y durante algunas quincenas no se pagaron los salarios, se produjeron enfrentamientos diversos de los cuales resultaron heridos de bala el maestro de preparatoria I. Q. Simón Juárez Cuestas y el estudiante de Ingeniería Gustavo de la Rosa Muruato.

Durante ese lapso se produjeron pláticas diversas en la Secretaría de Gobernación y algunas desembocaron en convenios como el que firmaron el día 22 de febrero el Dr. Martínez Estrada y el Lic. Hiriartt, en el que se estableció una sucesión de actos en los que se reconoció como Rector a Martínez Estrada y éste reconoció a Hiriartt como Secretario General, y una vez que todas las instalaciones universitarias hubieran sido entregadas a Martínez Estrada, este renunciaría para dejar su lugar a Hiriartt.

La Asamblea Conjunta reunida en el Teatro Calderón conoció el convenio, escuchó los argumentos de Hiriartt y lo rechazó por aclamación, llamando la atención la emotiva participación del antiguo militante panista Sóstenes Segura Dorantes quien así inició una nueva etapa de su vida política. Durante los siguientes días los firmantes del convenio intentaron cumplir algunas de los puntos del mismo, con la resistencia estudiantil, hasta que el 10 de marzo el supuesto Rector Martínez Estrada desconoció a Hiriartt como Secretario General y el conflicto se profundizó.

Se pacta la reforma política

El 11 de marzo declaré, como Secretario General del SPAUAZ y en nombre de la Tendencia Democrática, que la única solución era el regreso de Díaz Casas. A partir de ese día fui designado por el Comité Coordinador de la Tendencia Democrática como integrante de la comisión negociadora. La propuesta de mi incorporación en ella la hizo el propio Pérez Cuevas, quien seguramente tomó en cuenta que ese mes de marzo se celebraría el Congreso Nacional del PCM y que en esa instancia se daría un paso muy importante en el camino de la legalización de ese partido. El Congreso efectivamente aprobó el informe de su líder Arnoldo Martínez Verdugo y agregó la demanda de amnistía para los presos políticos, que a la postre fue aprobada por el Congreso de la Unión, con lo cual muchos presos políticos recuperaron la libertad.

Durante ese mes de marzo en una reunión de sindicalistas miembros del PCM, el maestro Iván García Solís que entonces representaba al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), me informó que en una reunión del movimiento en gobernación, Reyes Heróles le había confiado que ya estaba pensando en resolver el conflicto de la UAZ favorablemente a las fuerzas democráticas y que solo esperaba que no cometiéramos tantos errores como los universitarios de Guerrero.

Derrota de la derecha

Así las cosas, a mediados de abril fuimos convocados una vez más, a la Secretaría de Gobernación. En esa ocasión nos recibió el propio Secretario, quien de entrada señaló que el gobierno había diseñado una solución que no estaba a discusión sino que era para que la tomáramos o la dejáramos. Que el pueblo de Zacatecas ya estaba harto del problema y que había que resolver. La solución es, dijo, “regresa Díaz Casas a la Rectoría y la otra parte tendrá mayoría en el Consejo Universitario, ¿que responden?”. Sin pensarlo mucho tiempo respondí “aceptamos Sr. Secretario”, y él preguntó “¿y usted quién es?”, ante lo cual respondí dando mi nombre y señalando que era el dirigente del SPAUAZ. Acto seguido se levantó dándole indicaciones al Subsecretario Gutiérrez Barrios para que nos condujera a un salón adjunto. Al despedirnos me dijo “tomó una buena decisión” y nos felicitó.

Desde el Salón al que nos condujeron pudimos observar y escuchar la reunión del Secretario con la comisión de la Alianza. La diferencia fue que al escuchar la propuesta del gobierno, el Lic. Carlos Frías señaló “con todo respeto Sr. Secretario, pero es inaceptable su propuesta por las razones siguientes…” No pudo continuar porque, dando un manotazo al escritorio, Reyes Heróles gritó “ustedes no tienen remedio, váyanse, mátense, Capitán, acompañe a los señores”. Se levantó y se fue.

Al regresar Gutiérrez Barrios nos despidió indicándonos que al día siguiente a mediodía nos esperaba de nuevo el Secretario. La reunión sirvió para acordar que el referéndum sobre la renuncia de Díaz Casas sería la fórmula para su regreso. Recomendó que hubiera tolerancia y enseguida, frente a nosotros, hizo varias llamadas a distintos personajes zacatecanos entre ellos al Gobernador Pámanes. A mí me llamó la atención la que hizo al ex-gobernador Rodríguez Elías. En un primer momento la telefonista le informó que no podían localizar al Ingeniero, por lo que ordenó que desde la zona militar lo encontraran y se lo comunicaran por la red; como a los quince minutos lo hicieron y, seco, le dijo “Señor Ingeniero, el Estado mexicano ha resuelto que el regreso de Díaz Casas a la Rectoría sea la solución al conflicto de la universidad. Esperamos su colaboración” y colgó.

Al regresar a Zacatecas sin convenio firmado pero con el acuerdo con Reyes Heróles, todas las fuerzas de la tendencia democrática se dispusieron a llevar a cabo el referéndum los días 2, 3 y 4 de Mayo, enfrentando una histérica resistencia de la élite del poder que propició que muchos comercios cerraran sus puertas y colgaran mantas con la frase “Zacatecas ciudad muerta, gobernación la mató”.

Aún con Díaz Casas de vuelta a la Rectoría, cosa que ocurrió el 5 de mayo, los enfrentamientos a nivel de base continuaron, como el del 12 de mayo en el que intervinieron porros del yunque de Querétaro (versión confirmada en el libro “El yunque” de Álvaro Delgado y editorial Grijalbo que también consigna la participación de la Alianza Universitaria en reuniones de la ultraderecha mexicana), nulificados con relativa facilidad por nuestros aguerridos estudiantes.

Hubieron de celebrarse más negociaciones en gobernación, como la designación del Dr. Tasaki Kusulas en la Secretaría General de la UAZ y la coexistencia temporal de dos planteles de C.Q. y de Odontología. De cualquier modo, la Universidad entró en un proceso de apaciguamiento que culminó con la derrota total de los aliancistas. Hablo de apaciguamiento en lugar de normalización porque el estado de derecho de la UAZ quedó deshecho por el conflicto y todavía pasarían lustros antes de que llegara una relativa normalidad legal.

Podemos concluir que el asalto a Rectoría el 10 de enero de 1977 fue un error estratégico de los universitarios cercanos a las élites del poder en zacatecas, que incapaces de entender que estaba iniciando la transición política de México, quisieron detener violentamente los procesos de cambio en la universidad y en la entidad. Su error los condujo a décadas de subordinación política en la institución y a verse imposibilitados para detener el fortalecimiento de las expresiones de la izquierda y el desarrollo de un proceso democratizador que, entre otras cosas, posibilitó la primera alternancia en el poder ejecutivo estatal en 1998.

Con el desenlace del conflicto, el escenario quedó listo para que la contradicción principal que explica los avatares de la política universitaria en la siguiente década se desplazara hacia la izquierda; por decisión de la corriente encabezada por el Lic. Pérez Cuevas, y a partir de ese momento, la lucha principal, tremendamente desgastante, sería entre “reformistas y revolucionarios”, pero esa es otra historia.

Zacatecas Zac. mayo de 2011.

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