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jueves, 2 mayo, 2024
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■ El negocio ha tenido que atender los vaivenes económicos y políticos que ocurren en México

Cumple la librería El Árbol 14 años de vida y tres años de su tercera temporada

■ Su dueña, Alma Ríos, afirma que los zacatecanos prefieren libros de historia, crónica y literatura

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Por: ALEJANDRO ORTEGA NERI •

“De niña sí llegué a imaginarme que un día tendría una librería”, me dice en una parte de la charla la periodista, activista y librera, Alma Ríos Treto. Estamos en su librería de ocasión, El Árbol, ubicada en la avenida Hidalgo del Centro Histórico de Zacatecas, que este 19 de octubre cumple tres años de su tercera temporada y que se le suman a los 11 que vienen detrás para completar, en conjunto, 14 años en los que se ha dedicado a endulzar el paladar de los zacatecanos con ese fruto inigualable que regala su árbol: los libros. 

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“Soy librera por herencia: hija de una vendedora de libros y maestra, que fue la que me insertó en el oficio, la que me lo enseñó en todos los términos”, dice, para comenzar a contar que El Árbol, proyecto propio, ha tenido que atender, en sus 14 años, los vaivenes económicos y políticos a los que están acostumbrados los mexicanos como pagar altas rentas de los locales, moverse constantemente y reiniciar, y esta, su tercera temporada, agrega, espera que sea la vencida. 

No ha sido fácil, la librería abrió el 19 de octubre de 2019, y apenas unos meses después, en marzo para ser precisos, las actividades pararon debido a la pandemia del Covid-19 que obligó a todos al confinamiento. “Han sido tiempos complicados para todos y nosotros estamos contentos de celebrar ese tercer aniversario porque estamos aquí porque muchos perdieron la vida, incluso vimos negocios cerrar y nosotros no sabemos ni cómo estamos aquí”, reconoce. 

Sin embargo, inmediatamente recula, pues en realidad, reconoce, sí sabe cómo es que sigue la librería abierta luego de tres años complicados, y es que El Árbol se mantuvo viva gracias a una red de amigos y de muchos clientes que la auxiliaron comprando y donando libros; pero también gracias a un contexto histórico en específico que es la prevalencia de las redes sociales, de las cuales se auxiliaron a manera de escaparate, ya que no se podía “asomar la nariz físicamente a la calle”. Así fue cómo funcionó. 

En la pandemia, la
librería se mantuvo
viva gracias a que
amigos y clientes ayudaron
comprando y donando

En ese sentido, la librera reconoce también la capacidad de resistencia que tienen los libros, pero también los lectores ante tiempos adversos: “siempre que se habla de los libros, del conocimiento, de la lectura, hablamos de resistencia. Siempre hablamos de esta lucha por hacernos del conocimiento, que no es sencillo”, dice, pues considera que a veces las políticas públicas no respaldan y, por el contrario, desalientan. 

“Todo mundo se sabe esa frasecita de que el conocimiento es poder y hay una lucha de poder en torno a lo que podemos conocer y entender de este mundo. El libro en físico es el soporte más exitoso de transmisión de conocimiento. Entonces, sí sobrevivimos a partir del sustento que nos dio esa red de amigos y clientes que son lectores y que, en el contexto del confinamiento, nos hicieron el favor de adquirir un libro y abrazarse a un libro en el encierro y en la búsqueda de apaciguarnos todos cuando nos quedamos aislados”. 

Después de todos esos vaivenes, como rentas, pandemia, ¿por qué sigues vendiendo libros?, pregunto a Alma. “Yo me respondo esa pregunta con lo que dije ya: mi madre nos mantuvo así. Mi madre fue una maestra de primaria que se quedó sola con dos hijos en Ciudad de México. Fue por su título y allá se vincula al mundo del libro y prácticamente vendió libros para todas las grandes editoriales de referencia, y traía a los hijos pegados, cargando libros, de la mano, batallando en aquella enorme ciudad”.

“Ella nos enseñó el oficio y tuvimos libros a la mano siempre, entonces les toma uno afecto a los libros, al objeto en sí. En principio por esa razón; en segundo, porque estoy convencida de los criterios de igualdad social: no soy realmente una muy buena empresaria en ese sentido, yo misma me digo que esta es una mercancía que sería la única que podría vender, es un producto del que estoy totalmente convencida. Somos convencidos del libro, de su utilidad, de su belleza, de su olor. Sigue siendo muy seductor y a veces, para la gente, más cómodo: a este no se le acaba la pila y si se le cae no se le va a romper la pantalla”, dice.  

Su madre les enseñó
el oficio y “tuvimos
libros a la mano siempre,
entonces les toma uno
afecto a los libros”

En estos años de ventas de libros a los zacatecanos, Alma detalla que lo que más les interesa a los lectores de la capital son los referentes a la historia, la crónica y la literatura propia de Zacatecas. “Somos vendedores de nostalgia, hay muchos libritos que la gente busca a veces por años, para hacerse de ellos y que tienen que ver con la identidad. Los zacatecanos estamos enamorados de nuestra identidad”. 

Pero en términos generales, agrega la dueña de El Árbol, también gusta la novela más que el cuento y la poesía, así como la filosofía y el esoterismo, o como le llama ella, la sección de “explicaciones alternativas de la realidad”. Hay de todo, aunque reconoce que hay secciones que no funcionan tanto como la de contabilidad, por ejemplo. 

Y como en toda librería, no pueden faltar las historias o anécdotas poco comunes, sobre todo cuando giran en torno a los libros. “Recuerdo que un día cruzó la puerta alguien que me dijo: ¿tiene libros de colombofilia? Luego me enteré que es la crianza de palomas mensajeras”. El interés de la lectura es tan variado, dice Alma, que hasta tiene un cliente especializado en suicidios, un “suicidólogo”, que presume una colección de libros sobre el tema, más grande que la UNAM. “Él llegó buscando y le dio gusto encontrar un libro que fue prohibido en España porque es prácticamente un manual para quitarse la vida. Nosotros lo tuvimos en algún momento y él lo adquirió”. 

Son tantos y de temas tan variados los libros que conforman los casi 7 mil ejemplares de la librería, que Alma bromea diciendo que quiere sacarse la lotería para poder cerrar la puerta y sentarse a leer tranquilamente todo. Pero parte del placer de ser librera, reflexiona, es la interacción con los clientes, con los lectores. “Ser librero es una actividad altamente recomendable, es muy gratificante el intercambio que se tiene con las personas, le enseñan a uno muchas cosas que ni en la universidad”, concluye. 

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