■ Realizan “El último verano”, un homenaje a la escritora originaria de Pinos
■ El evento es organizado por El Reborujo Cultural, el Cuerpo Académico UAZ-170, Texere Editores, El Centro de la Gráfica y el Instituto de Cultura de Fresnillo
Toda la obra de la escritora zacatecana Amparo Dávila está rodeada de un halo misterioso que cautiva, trastoca y que inunda de un nuevo universo a quien se acerca a ella, a quien la lee, cimbrándole la existencia, volándole la cabeza, tergiversando su percepción de la realidad y llevándolo por un camino lleno de sombras a otras realidades donde todo se desvanece de una manera inexplicable, insólita, siniestra, fantástica.
Al menos así fue como les sucedió a los escritores y estudiosos de la obra de la narradora y poeta nacida en Pinos, Zacatecas en 1928, Cecilia Eudave, Magali Velasco y Jonathan Minila, quienes participaron en la charla “Amparo Dávila en la memoria de los escritores de lo fantástico”, con la que dio inicio ayer “El último verano”, un homenaje luctuoso organizado por El Reborujo Cultural, el Cuerpo Académico UAZ-170, Texere Editores, El Centro de la Gráfica y el Instituto de Cultura de Fresnillo.
Desde la nostalgia, la narradora y ensayista de la Universidad de Guadalajara, Cecilia Eudave, recordó que fue por un libro que le regaló su padre como ocurrió el descubrimiento que la “cimbró”, ya que se dio cuenta que una mexicana estaba escribiendo la literatura que solamente leía en autores extranjeros y a partir a de ahí supo que quería descubrir toda su obra, lo cual era muy complicado por lo que tuvo que fotocopiar los libros “Tiempo destrozado” y “Música concreta” que el Fondo de Cultura Económica había unido en una sola edición, y quedó “enganchada”.
“Creo que sus textos son reveladores del contexto mexicano de las mujeres de la primera mitad del siglo XX, y le da una vuelta de tuerca al espacio femenino por medio de una literatura no mimética, es decir, en México siempre hemos privilegiado el realismo y nos hemos dado cuenta ahora, sobre todo en estos momentos en los que estamos pasando esta crisis de encierro, que a veces la realidad nos resulta insuficiente. Y es a través de esta escritura singular e inquietante, que logró crear excelentes atmósferas para que sus personajes femeninos pudieran liberar el otro ´yo´ monstruoso. Los monstruos y seres de amparo Dávila producen catarsis, la toma de conciencia del ser reprimido”, dijo en un primer momento Eudave.
“Dávila consigue despertar la identidad sofocada, rechazada de las mujeres dominadas por las imposiciones sociales de la época que le tocó vivir. Para mí, la suya es una literatura que incita al cambio, que visibiliza a las mujeres en su contexto de opresión y descalificación, usando como pretexto los mundos insólitos en los que se mueven sus personajes. Creo que todos los lectores que nos hemos acercado a la obra sabemos que sus textos nacen de un profundo extrañamiento, eso es lo que a mí me despertó la primera vez que la leí, que va más allá y altera la cotidianidad, rompe su normativa, nos inunda a la conciencia a través de ambigüedades, de perspectivas que se lanzan en direcciones contrarias a la norma, al canon a lo establecido. También me gustó que fractura lo femenino y al hacerlo lo libera, muestra nuestros defectos y nuestras virtudes de cara a la sujeción patriarcal que se vive en esos momentos”, expuso la autora de “Microcolapsos”.
Asimismo, destacó Eudave, Amparo Dávila volvió corpóreo los temores sociales a los que se enfrentó lo femenino en la época, “mostrificándolos o rodeándolos de entes inidentificables, insólitos”, como se observa en el cuento “El último verano”, como se titula el homenaje, en el que la personaje rechaza la maternidad tardía y manifiesta alivio por la pérdida del séptimo hijo. La maternidad y otros tópicos, a decir de la estudiosa, se manifiestan en todos los libros de Dávila, dotándolos de entes monstruosos que no le dejan conformar a la mujer su propia identidad.
Para el escritor y promotor cultural Jonathan Minila, quien además coordinó la edición conmemorativa de “Árboles petrificados” en 2016, en los cuentos de Dávila se observa el desvanecimiento constante de la realidad y eso es algo que a él le llamó la atención cuando comenzó a leerla, y que para comprender ese rasgo, dijo, había que comprender la propia vida de la autora quien siempre abogó por la literatura vivencial, porque ahí es donde residía que una obra se quedara en la memoria y no solamente en la creación imaginaria.
“Tuve la oportunidad de conocerla y tener un acercamiento hacia ella y eso me permitió realizar después con el paso del tiempo esta edición conmemorativa de “Árboles petrificados” que ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1977, algo que representa muchísimas cosas: representa que el cuento haya sido reconocido con un premio de este nivel, de una autora mexicana que está escribiendo literatura fantástica, literatura de horror, inquietante. Y ahora que he estado releyendo a Amparo, me he dado cuenta que este desvanecimiento de la realidad, la pérdida, el dolor y lo vivencial, la caída constante a los abismos, la ruptura de la realidad, ya estaban desde antes en su obra”.
Magali Velasco, escritora y ensayista de la Universidad Veracruzana, evocó a la autora pinense “desde la nostalgia y la deuda”, dijo. Nostalgia, porque cada vez que se acerca a los cuentos de Amparo eso le genera, por enfrentarse a un tipo de cuento que se hizo en el siglo XX y la formó. Y desde la deuda, porque asegura que aún se le debe mucho a la zacatecana desde la academia, aunque destacó que las nuevas generaciones y los escritores jóvenes la han atendido, entendido y valorado más que las generaciones de las postrimerías del siglo pasado.
Para Velasco, Amparo Dávila, a quien llama “la maestra de los siniestro”, encuentra lo desconocido y lo ominoso no de forma tan marcada como en otros relatos sino en sus atmósferas, y sobre todo en las opacidades y en los silencios, y lo siniestro radica en la particularidad de explorar en la frontera entre la realidad y las otras posibilidades.
Para los participantes en la charla, la obra de Amparo Dávila es para todos los lectores que les gusta estar entre fronteras, como dijo Cecilia Eudave, para aquellos que les gusta saber que la realidad que se habita no es la que se ha hecho creer. Por eso, Dávila “no tiene edad”, pues es una autora que se puede leer en cualquier momento, cualquier instante, ya que es, a decir de Jonathan Minila, una autora de culto cuya literatura ayuda a comprender los abismos y exorcizarlos de alguna manera.