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sábado, 18 mayo, 2024
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■ Alba de Papel

Valoración y perspectiva del Festival Cultural

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Dentro de todo proceso cultural, el diagnóstico y la evaluación forman parte medular de su planeación, así como de la detección de contratiempos, valores e indicadores que lo mejoren y aseguren su permanencia por encima del arbitrio político.

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Así, el Festival Cultural de Zacatecas, en su edición 2023, recuperó la calidad programática que había perdido, desafió el aforo de público que suele concentrarse en Plaza de Armas, al registrar volúmenes importantes en la inauguración de las exposiciones en museos y galerías, así como en los ciclos de música de conservatorio que se registraron en algunos de ellos y en templos de la Ciudad.

El Centro Histórico –desaliñado y sucio como lamentablemente se encuentra- fue tomado por la ciudadanía: familias provenientes de barrios y colonias aledañas se volcaron en espacios cerrados y abiertos para disfrutar de la oferta cultural del Festival que, independientemente de las muchas opiniones que prevalecen y que son respetables, cumplió con creces la tensa gestión de su realización y logró la magia de la ruptura del tiempo ordinario, para transformarlo en asombro, en alegría y fe por un tiempo distinto y esperanzador.

Logró, como apunta en sus textos el querido Adrián Marcelli, fortalecer la identidad colectiva que sólo se construye a través del patrimonio cultural y sus manifestaciones, como respuesta simbólica ante la adversidad y la incertidumbre, el cambio y la permanencia, subrayando que los pueblos han tejido, con su propia cultura, un patrimonio simbólico para comprender y entender el tiempo, para buscar que la vida continúe en su circularidad vital.

Y lo hace considerando, también, las manifestaciones de lo intangible donde se posa su ser, su esencia y su ethos y, como bien apunta este importante gestor cultural, las reverberaciones de todo acto cultural, social, económico y político conducen a la formación de un sentido de identidad cultural que es lo que permite el diálogo como motor de la convivencia y reconstrucción del tejido social.

La ejecución de este Festival consiguió transformar el ánimo de los conciudadanos, alentó a través del arte, nuevas formas de satisfacción y espiritualidad que sólo la cultura otorga y que transmuta al miedo y a la apatía en elementos de reencuentro y comunidad, un desafío siempre pendiente de cualquier iniciativa política.

Un trabajo bien hecho que conforta al Gobierno en turno, que lo vigoriza y lo pondera en el tema cultural, para que siga apoyando la política cultural en Zacatecas porque no hay otro destino, más que aprovechar, con sustentabilidad, la riqueza cultural de la Capital y algunos municipios que también poseen atractivos excepcionales, para dar forma al anhelado turismo cultural.

Por ello, tras su conclusión, sería conveniente revisar que, a 37 años ininterrumpidos de llevarse a cabo, continúa sin un marco legal que asegure su vigencia y su presupuesto; no cuenta con una infraestructura suficiente – donde por ejemplo, el sistema de sonido y la distribución justa de trabajo sea para los técnicos locales y se haga con calidad- por que se desacelere la actividad en Plaza de Armas para llevarla a otros foros, y dejar que luzca a plenitud, la belleza del Centro Histórico, bajo otro esquema de organización del espacio público.

Asimismo, reorientar el subtitulado de artistas y grupos en desarrollo, para referirse a creadores que ya tienen un trabajo consolidado en Zacatecas, que viven aquí y que han luchado y sorteado muchas dificultades para ser los artistas que hoy son, en teatro, música, danza y artes visuales.

Los museos y las galerías independientes, ameritan un apartado especial, pero por ahora, digno es mencionar el trabajo que realizaron con artistas locales, para armar muestras de pintura y de fotografía, que lograron crear atmósferas que reivindican el sentido de lo tradicional, anclado al recuerdo del artista que deja su terruño pero que, a través de su arte –  ya cosmopolita y global -, regresa a él, enmascarando su nostalgia por el edén perdido, o por enfermedades que nos consumen y que sólo el arte logra exorcizar y liberar.

En términos generales fue un buen festival, hecho con oficio y dignidad, tanto de los trabajadores de la cultura, como de aquellos que se aliaron para conseguir un saldo positivo, y quizá lo más importante: logró que la gente de Zacatecas se apropiara y lo hiciera suyo.

Lo otro, la falta de turismo y la reactivación económica que urgen y son primordiales, son cuestiones a otro nivel, donde se espera que las autoridades registren la importancia de la inclusión del arte y la cultura como ejes fundamentales del desarrollo porque significarían también, mayor capital y proyección política.

Para cerrar este artículo, a propósito de que este Festival se enmarcó en el 30 aniversario de la inscripción del Centro Histórico de Zacatecas en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, la gran promotora del patrimonio gastronómico de México y especialista en el binomio cultura – turismo, Gloria López Morales (Cd. De México, 1940) dice al referirse a estas denominaciones, que su inclusión significa una enorme plusvalía que tiene que ser entendida en todo su potencial por quienes diseñan las políticas culturales y turísticas. Este título de distinción puede generar ingresos para el rescate y preservación del propio patrimonio, concluyendo en que la idea de desarrollo debe incluir lo cultural o correrá el riesgo de malograrse. 

El cantautor argentino León Gieco (Argentina, 1951) en su inolvidable tema “La memoria” nos recuerda que “…Dos mil comerían en un año, con lo que cuesta un minuto militar”, por lo que ante el escozor social que vivimos, y el dinero que se destina a seguridad, optemos por la cultura y la recuperación de valores trascendentales para la vida, la paz y el desarrollo.

Con reconocimiento para todos.

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