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sábado, 18 mayo, 2024
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Pobres pero leídos: Marginación y lectura (Diálogo con Gregorio Hernández)

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Por: GEOVANA ESPARZA JASSO •

Existen varios análisis y perspectivas respecto a la relación que existe entre marginación, desempeño escolar y desarrollo personal. Es imposible acceder a un mejor nivel de vida si se está en una situación de pobreza o marginación, es decir, la desigualdad se convierte en un círculo vicioso: la imposibilidad de una vida normal: las minorías concentran la mayoría de la riqueza. El proceso actual, tanto en marginación urbana como rural, inició en la década de los 60, caracterizándose por desempleo masivo, devaluación salarial y desmantelamiento de las economías locales. Estas características además de impactar de manera colectiva, también lo hacen en el ámbito individual de la persona con efectos como la frustración, el conflicto y el temor, lo que Hernández denomina Proceso deliberado de destrucción económica, que se traduce en problemáticas sociales que van desde las adicciones hasta el colapso del sistema escolar.

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El problema justamente es que el concepto de Familia ha sido abatido entre los grupos marginados debido a que su realidad social se torna hacia la migración, la violencia, el desempleo y las adicciones. Y son esos núcleos familiares los que tampoco tienen acceso a la educación superior, a los viajes, al conocimiento y al disfrute de las artes, evidentemente tampoco a la lectura. En esta situación de carestía, las familias marginadas pierden incluso el derecho mínimo de definir y decidir sus propias vidas.

Para ver la relación entre marginación y lectura, veamos algunas contribuciones de Gregorio Hernández, que aborda la lectura más que como el mero acto de descifrar signos escritos, como el medio para apropiarse del lenguaje de otros para ser autor y actor del lugar propio en el mundo, así un lector no sólo lee, sino también escribe. En este caso el punto no es cuál es la relación entre lectura y familia, sino cuáles son las comunidades letradas a las que tienen acceso las comunidades marginadas. Y así se llega a otro concepto central: confinamiento, explicado como encierro físico, intelectual y social que sume en un sentimiento de imposibilidad e inferioridad, condición que impide apropiarse del lenguaje. Por eso la solución al problema no está precisamente en que las personas marginadas se conviertan en lectores, sino en salir del confinamiento familiar y laboral, en ampliar horizontes, o como Hernández lo dice: en experimentar la libertad. Vivir en libertad significa acceso a empleo, educación, a mundos sociales e ideológicos más amplios. En esta argumentación recurre a los resultados de un estudio que él realizó en Iztapalapa, ahí encontró que la lectura aislada de libros no da de por sí oportunidades a quien lee, lo que sí lo hace es la participación en grupos comunitarios que permiten acceder a tres recursos de aprendizaje esenciales: a) contacto con guías intelectuales, b) experiencias de aprendizaje, c) diálogos y acciones colectivas. Estos recursos se convertirán en experiencias poderosas de aprendizaje, pues permitirán la posibilidad de percibirse como personas competentes y pensantes que leen, hablan y participan en su contexto inmediato; percepción que se legitima cuando la persona es vista, por los otros y por sí mismo, como miembro de instituciones educativas y culturales.

El gran problema es que el confinamiento de los grupos marginados es clave en el control ideológico y político, hace perder la autonomía, conduce a dejar de pensar, genera dependencia y miedo; siendo todo ello lo que ha hundido a las familias mexicanas por más de tres décadas. Por el contrario, apropiarse de la lengua hablada y escrita conduce a la autonomía y al desarrollo de la persona como actor social, es decir, de actuar e influir en su historia así como en la del mundo. ■

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