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miércoles, 8 mayo, 2024
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Ambiciones, conflictividad, realidad

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Por: RENÉ LARA RAMOS • admin-zenda • Admin •

La conflictividad en nuestro país, permanece. No se aleja, ni descansa, ni se abate, sino de la manera más impensada, en cualquier momento  puede surgir de una o mil formas, en otros tantos lugares de nuestra lacerada Patria. A veces, las instituciones pueden contener su estallido como violencia y modular y resolver “X” situación, y de nuevo, continuar a vivir con tranquilidad y paz, tan necesarias, como a veces difíciles, de conseguir. Nuestro gran territorio, hasta con abigarrada geografía, con sus instituciones acota en su seno los problemas. Cuando emergen, su distinto ser y magnitud, inquietan o irritan a una población que más bien quiere vivir en paz y prefiere eso, a estar con el alma en un hilo y en sobresalto, a cada rato. ¿Así es con el neoliberalismo?

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Por supuesto, de antemano, hay innúmeros problemas irresueltos, cuando de pronto una eventualidad emerge, genera y suma varios más. Con ello, entre la población, la inquietud crece o se modifica y altera la vida interna de barrios, pueblos o ciudades, hasta llegar a convertirse en problemas a resolver, aunque no se quiera, en aras de una pacífica continuidad, no inmóvil. Pero eso no es todo, la evolución o involución de los problemas puede llegar a trizar la vida comunitaria o la institucional, o trastocar la cotidianidad hasta de instituciones que son las llamadas a producir y generar la estabilidad requerida para el ordinario despliegue de toda vida o actividad cívica, política, económica y cultural. Por ello es importante decantar los sucesos, cada eslabón de la cadena, para descubrir la falla donde se inició a trastocar el orden y así poder ayudarse incluso a restablecerlo mediante una intervención adecuada, no para otra cosa, sino volver a la normalidad. Terrible, cuando es la autoridad o una autoridad de cualquier otro nivel, no específicamente comunitario, quien, queriendo o no, con su actuar provoca la rotura de la cotidianidad.

Por supuesto, la autoridad portadora o sancionada con la categoría de “política estatal y cultural”, puede hacerse presente en cualquier lugar con su misión particular y motivos específicos, todos ellos de una institucionalidad mayor, si es federal, a la sola local estatal, como federal sería el caso, por ejemplo, del señor Bruno Mayer, quien degusta hacerse acompañar por la República, incluidas, por supuesto, las zonas por él o por sus asesores, consideradas conflictivas, con fuerzas armadas federales, de todo tipo y arma, ligera, por decir, aunque no todas cortas, o motorizadas o en cabalgaduras, a quienes ha llegado a meter hasta en los recintos donde se encuentran maestros, maestras o profesores y profesoras presentando la evaluación prescrita por él, como Secretario de Educación en funciones, quien de esa manera, esos que deberían de ser momentos académicos, los convierte en escenarios propios para desplantes autoritarios a publificar, ¿a exaltar por los medios?

Mediante esa desmesura ocurre una transmutación del autoritarismo del Secretario de Educación, como manera de expresar su menosprecio por el magisterio en funciones, dejando de lado, su diversa calidad académica urgida o no de condiciones para fortalecerse, pero sí de hacerlo y estar en su trabajo sin presión autoritaria, sino mediante convencimiento. Como sea, el magisterio nacional no va a derrumbarse ante desplantes autoritarios y de desprecio. Desprecio es decir, de una forma o de otra: tengo miles de gentes para sustituirlos. Afirmación peregrina porque ninguno de los sujetos, en ese momento, a evaluación pueden ser relevados, sin antes generarles oportunidades concretas para rehacer su formación y fortalecerla de manera crítica, como es la cualidad y carácter de los maestros o profesores, ante grupo: con dignidad profesional. Imagínenlos, sin esa peculiar inquietud y convicción en cada uno, habría más pasivos humanos y culturales de los que ya hay, por falta de una formación académica ciudadana más consistente.

Sí, donde quiera se generan “jerarquías”, hasta para dar o negar la palabra, o presidir sesiones como eje de un orden más que necesario para llegar a concluir en algo, como asamblea o reunión, por modesta que ésta sea y donde sea: dentro o fuera de la escuela, el barrio, la colonia, el centro de la ciudad o en la sierra. La obligación del profesor o maestro es saber que, en torno suyo, cohesiona o dispersa, aunque sabe bien el mayor valor de cohesionar en una sociedad presidida por el mercado y por las fuerzas del capital, nacional-trasnacional, cuya pretensión nítida es la explotación de las personas para obtener ganancias. Por ello, los amos del capital, son los amos del Estado y exigen gobiernos dispuestos a crear condiciones para que éstas, las ganancias, sean crecientes, por eso mismo, ponen o respaldan gobiernos que prometan y cumplan hacer eso; achicar lo público y crear mejores condiciones cada vez para la mayor y más refinada explotación de los seres humanos mexicanos, en sus lugares de origen o fuera de ellos. ¡Chin, gol contra MX! ■

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