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martes, 7 mayo, 2024
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Iglesia católica: el cultivo del odio

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

En la sociedad, los efectos y las causas de los eventos conviven y son simultáneas; en los mismos días pudimos observar el asesinato de 50 personas de un bar gay en Estados Unidos y las manifestaciones homofóbicas de la jerarquía católica mexicana que se manifestaba contra el reconocimiento de los derechos de los homosexuales a vivir en familia. El cuadro es muy claro: el cultivo de la homofobia por parte de las iglesias y autoridades religiosas trae como consecuencia eventos como los de Orlando. El sujeto que realizó el asesinato de las personas del bar, fue enajenado por una intensa propaganda contra la “antinaturaleza” de la homosexualidad proveniente de líderes (que se dicen) religiosos. En los años más aciagos de la cristiandad (cuando la Iglesia tiene abierto dominio del Estado) la prohibición y persecución de personas que tienen por gusto el mismo sexo fue brutal. Las crónicas existentes en los archivos de la inquisición dan cuenta de los arrestos y purificación de los “sodomitas”. Fue legendaria la cacería de sodomitas por parte de Savonarola que lo calificó de ‘pecado nefando’, y las famosas palabras del fraile dominico: “justicia de este maldito vicio contra-natura, no castigado, ni el dinero en secreto, pero haremos un fuego que se extienda por toda Italia”. Ya en pleno siglo veinte, la persecución por parte de gobiernos autoritarios conducidos por la iglesia conservadora, como el fascismo italiano, el franquismo español y las dictaduras militares en Latinoamérica, mataron más homosexuales que los diez siglos de edad media europea.

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Afortunadamente, en el siglo pasado se tomó el tema en serio y ocurrieron dos eventos luminosos: el ascenso de gobiernos de corte liberal sacaron a la homosexualidad de los códigos penales y la nueva psiquiatría sacó a esta misma práctica del listado de patologías. Es decir, después de mucho tiempo se reconoció aquello que ya era ordinario en la Grecia clásica: la homosexualidad no es ni anti-natura, ni enfermedad, ni crimen, ni pecado, ni trastorno. Es absolutamente normal. Otro evento que permitió recobrar la cordura fue el ascenso de los estudios antropológicos, que posibilitaron visualizar que las relaciones de parentesco son diversas y de origen cultural, y no como lo pretendió la Iglesia influenciada por el estoicismo, que había una solo forma de familia que se concibió como “natural”. La antropología permitió caer en la cuenta en que ninguna institución social era natural. Ninguna. Todas son construcciones de las culturas y, por ello mismo, son diversas y cambian en la historia. Y entre las instituciones sociales están las familias. Las cuales pueden cambiar y adquirir muchas formas en su composición. Así las cosas, el Naturalismo quedó teóricamente superado en los ámbitos académicos, pero sobrevivió en los nichos de la ignorancia intolerante de los fanatismos religiosos.

Todo fanatismo es cuna del mal. Y lo es por una razón: se funda en la ilusión de una ficción excluyente. Es decir, es un engaño. Y la misma teología cristiana lo advierte: el mal es producto de una ilusión originaria. Por ello, define a la humildad como “voluntad de verdad”. El orgullo es un acto de ‘astucia falacia’. Pues justo es lo que ocurre con la homofobia: es el producto de un engaño o ilusión originaria. Atribuirle determinaciones morales a una condición biológica. En otras palabras, pasar del ‘es’ (biológico) al ‘debe’ (cultural). Ésta es una doble falacia naturalista, que confunde ámbitos y salta del ‘es’ al ‘debe’ sin darse cuenta. Esta doble falacia naturalista se convierte en una ilusión originaria que moviliza la intolerancia, la cual desencadena el mal que se expresa en la discriminación, persecución y hasta asesinato. En suma, la homofobia es una expresión del Orgullo y Concupiscencia. Y como por sus  ‘frutos los conoceréis’, los efectos dañinos indican que la actitud básica está mal. Y debe ser redimida o curada: desterrada.

No es la primera vez que la Iglesia que dice predicar el amor, termina cultivando el odio. La enumeración de esta perversión en la historia es larga. Y motivo de la petición de perdón de algunos papas. No dudo que en años venideros, el Papa en turno pida perdón por la homofobia y la misoginia de la Iglesia. Las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes y, también, por razones que ya no lo son: superstición pura. La insistencia de la jerarquía católica contra los matrimonios igualitarios se ha convertido en una campaña de odio contra la homosexualidad. Campaña que se convierte en semillas de sufrimiento y dolor de personas concretas que resultan marginadas e impedidas para realizar sus vidas con plenitud. Es decir, los jerarcas católicos furibundos, con ojos y oídos bloqueados, siembran semillas de opresión. Es una paradoja que la religión que nos hizo conscientes que todos somos iguales, y que nuestra esencia es la libertad, termine siendo objeto de manipulación para hacer lo contrario. No es (ni será) la primera vez. Las personas pueden tener gusto por otra persona del mismo sexo y crear una familia y criar hermosos hijos y vivir en paz y ver salir el sol con gusto. Sólo hay que quitar la oscura sombra del fanatismo de nuestras mentes, y la creación revelará su belleza. ■

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