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viernes, 26 abril, 2024
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Cultura, la evidencia más notable de la política pública

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

A un año de ejercicio gubernamental, quizá de no menores esfuerzos de parte de las instituciones que conforman la administración estatal en Zacatecas, el trabajo de mayor lucimiento ha sido el emprendido por el Instituto Zacatecano de Cultura, quien ha dado muestra de un intenso trabajo con pocos recursos, pero que con urgencia requiere de más presupuesto para cerrar este año.

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Uno difícil, marcado por la nueva Ley de Cultura y la precariedad financiera a que ha sido sometido, para cumplir con cabalidad las exigencias estipuladas en el documento, y con los derechos culturales de sus habitantes, que tras la pandemia, han regresado al bullicio de la vocación cultural de Zacatecas.

Ya desde diciembre del año pasado, al conocer la asignación del presupuesto local de casi 152 millones de pesos para 2022 – con posibles ajustes de ampliación para algunas actividades-, es absolutamente claro que tal recurso ha sido insuficiente, y que contrario a la suspensión temporal de algunas actividades, por falta de dinero para hacerlo, ha habido un trabajo dinámico de difusión artística, consistente y fluido que ha aportado prestigio al actual gobierno.

Cierto es que no se promueve con suficiencia la investigación y que siguen pendientes de viabilidad orgánica y legal, los museos estatales, que falta configurar un modelo de interlocución que convierta al IZC en cabeza de sector, tanto de dependencias estatales como federales, así como determinar un esquema que impulse la descentralización efectiva hacia los municipios del Estado, donde en forma permanente se requiere estar en contacto con sus autoridades para sensibilizarlos y orientarlos al diagnóstico cultural de sus comunidades.

Considerando también la opinión de los especialistas que señalan la falta un plan que fortalezca las partes fundamentales del proyecto cultural, que son planeación, organización, ejecución y evaluación; no obstante, al revisar el encadenamiento que se ha prodigado en una actividad constante y presencial, después de dos años de abatimiento y de aislamiento, la Capital y  sus municipios potenciales, muestran el pulso y el colorido esperanzador, que sólo la cultura da, confirmando su valor, ante la exigencia de reconocerla como pilar elemental de la política pública.

En su reciente Informe de Resultados, el Jefe del Ejecutivo Estatal, ancló los logros obtenidos por cultura a turismo, uno de los cuatros ejes de desarrollo de su plan sexenal (campo, industria y minería), vinculándolas correctamente (porque sin cultura no hay turismo), pero quedó al margen que cultura en sí misma representa una pieza primordial ligada al poder político que ejerce, y que sólo a través de ella se puede apreciar la visión humanista y libertaria de la transformación que pretende.

En los otros tres ejes tractores, la cultura se asienta como parte de su engranaje, ya que todo aquello que no sea naturaleza y que esté presente la mano del hombre, es cultura, por lo que su relevancia es cardinal y amerita de mayor respaldo institucional para que la práctica cultural se fortalezca en la Entidad.

Otro punto de inflexión que deberá revisarse es la Ley de Cultura que con prisa aprobó la Legislatura pasada, con premura le endilgó al Órgano formal de la Cultura en Zacatecas, grupos y compromisos que difícilmente podrá cumplir – por encima del respeto a su creación y la antelación con la que fueron contraídos- porque requiere que su presupuesto se ajuste al nivel de su responsabilidad, frente a la comunidad artística.

La revisión de esta ley implicaría también reformar aspectos de mecenazgo, hacienda, presupuesto para museos, investigación, grupos indígenas y descentralización municipal, temas sustanciales de una ley acorde a las necesidades de un presente emergente.

A manera de colofón, el Informe del Jefe del Ejecutivo Estatal sirve de referencia para destacar el indiscutible papel de la cultura como motor del desarrollo sostenible para sus cuatros ejes tractores, con una reflexión para reconsiderar la luminosidad que la actividad cultural otorga a la frialdad emblemática de la lujosa cantera zacatecana y su aristocrática arquitectura, al darle un soplo de vida a sus plazas, calles y recintos históricos.

Esta es la única vía posible a la libertad y al progreso, a pesar del horror de la violencia y la inseguridad que mucho nos preocupa.

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