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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Guillermo Hurtado recordó, en su columna periodística semanal (La Razón 08/02/2020), que Bertrand Russell murió el 2 de febrero de 1970 a los 97 años de edad. En su opinión, y la de muchos otros, una de las contribuciones más importantes del pensador inglés a la filosofía está contenida en el artículo de 15 páginas “On Denoting”, que publicó en la revista “Mind” (vol. 14, #58 (1905) pp. 479-493) a principios del siglo XX. El avance decisivo de ese opúsculo es lo que se conoce como “teoría de las descripciones definidas”, cuya recepción en México en los 1910 fue nula porque en aquellos años los filósofos que marcaban el rumbo del país (Antonio Caso y José Vasconcelos) pensaban en oposición al positivismo de Comte, introducido en México por Gabino Barreda (según el mismo Hurtado en su “La revolución creadora” UNAM (2016)). Lo que no es raro porque el pensar filosófico siempre es “pensar en contra” de alguien. Así, Russell trataba de sacudirse la herencia hegeliana de Bernard Bosanquet y F. H. Bradley. Sin embargo los fines perseguidos era contradictorios: para Russell la lógica simbólica, que aprendió de GiusseppePeano, era el instrumento para construir no una “filosofía nacional” sino un lenguaje universal y preciso para toda la humanidad (como el preconizado esperanto de Peano), mientras que la teoría de los ritmos que Vasconcelosdescubrió en Nueva York, y expuso en su libro “Pitágoras”,era el medio para obtener una “filosofía de la raza iberoamericana” y pergeñar las características distintivas de los pueblos de la América Hispánica (“Indología”) en oposición directa a los pueblos anglosajones. A principios del siglo XX, con la Revolución mexicana en ciernes, había poco espacio para la filosofía de Russell en México porque, en palabras de Alfonso Reyes, esa generación estaba pronta a tomar el camino de “la vida a sobresaltos, el de la conquista por la improvisación y hasta la violencia” (“El testimonio de Juan Peña”). Pasados esos ánimos, ya en la década de los 1960, cuando está en su apogeo la política económica mexicana (en 1960 el Estado nacionaliza la mayor parte de la industria eléctrica y compra la siderúrgica La Consolidada, en 1966 compra Guanomex, en 1967 adquiere la azufrera Panamericana y rescata a los proverbiales empresarios quebrados) aparece, en 1963, el primer estudio serio de la teoría de las descripciones de Russell. En el artículo “Teoría de las descripciones, significación y presuposición” (Diánoia vol. 9 (1963) UNAM) Alejandro Rossi expone y crítica la famosa teoría del autor de “Principia Mathematica” a la vez que indica: “Quizá no sea exagerado afirmar que los argumentos a los que Russell se opuso con su Teoría de las Descripciones Definidas o Singulares constituyen un lugar común en la literatura filosófica de nuestros días”. Bueno, en 1963 en las páginas de Diánoia o Crítica tal vez esos argumentos eran bien conocidos, pero en la ciudad de Zacatecas casi con seguridad no lo eran. Cuando recopiló el artículo citado en el libro “Significación y lenguaje” (Siglo XXI (1969) México), Rossi escribió en el prólogo: “este libro está constituido por una serie de estudios analíticos cuya problemática es aún relativamente desconocida en lengua española”, es decir, todavía en 1969, fecha de fundación de la UAZ, la teoría de las descripciones de Russell era un tanto desconocida en el orbe hispánico. Como en Zacatecas no había estudios profesionales de filosofía en 1969 la recepción de la teoría de Russell no tenía lugar todavía. Pero de entonces a la fecha ya aconteció la fundación de una Escuela de Humanidades con una orientación terminal en filosofía, que tras haber sido desmembrada en 2000 por razones inextricables, dio paso a la actual Unidad de Filosofía de la UAZ. Por ende ya existen filósofos profesionales que han sido expuestos al saber filosófico, por lo que las tesis de Russell ya deben serconocidas. Mostraremos un ejemplo de cómo han sido asimiladas en Zacatecas esas teorías. Uno de los filósofos locales más premiados es el Dr. Sigifredo Esquivel Marín, que en su artículo “Estilos de escritura. (Notas sobre Jabés, Melville, Heidegger y Nietzsche)” (Revista de Filosofía (Universidad Iberoamericana) 136: 67-91, 2014) fundó su “teoría de la ficción” en la siguiente percatación fundamental: “Para el primer Wittgenstein –según aclaran sus comentaristas- cualquier expresión cuyos términos no refieren a algo carece de significado. Esto incluye la ficción y la metafísica”. Notemos que la teoría de las descripciones de Russell nos muestra cómo las expresiones que no refieren a algo existente (el actual rey de Francia, el círculo cuadrado, la honestidad obradorista) son significativas, y agreguemos que Wittgenstein aceptó la mencionada teoría, por lo que la ficción, contrario a lo dicho por el pensador de Pinos, es significativa, al menos desde las teorías de Russell. Por tanto sus afirmaciones acerca de las “expresiones carentes de sentido que no sean necesariamente sinsentidos” se basan en una comprensión no muy buena de la teoría de las descripciones. Sin embargo, la virtud de Marín consiste en que el resto de sus resultados filosóficos no depende de sus tesis acerca de la ficción, por lo que podría omitir mencionar a Wittgenstein sin alterar en nada la “esencia” de su artículo. Para una generación de filósofos zacatecas Russell es un desconocido.

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