En los 70, cuando la Universidad forjaba su temprana identidad, en consonancia con las tendencias nacionales, el pensamiento universitario se convirtió en crítico a los poderes existentes: al Capital y al Estado. Y además, a los diversos dispositivos del poder que iban más allá de Estado, como la familia, las formas de ejercer la educación o la organización de hospitales, prisiones o la producción. Estaba el conocimiento al servicio o interés de la emancipación humana. Ese mundo se ha perdido. La realidad es otra. El conocimiento tiene un marcado objetivo instrumental, y para ello, se busca cómo adaptarse a las instrucciones de la política oficial a fin de sacar frutos financieros. La pregunta de los organizadores del currículo no es cómo se modificará la realidad con sus programas, sino cómo atraerán las certificaciones, y con ello, maximizar sus utilidades. Por el lado de la conducción institucional, las burocracias se fortalecen con sus alianzas nada más y nada menos que con las burocracias estatales: de hecho, la relación y el intercambio entre estas parece ser cada vez mayor. Y el realismo cínico se convierte en su bandera. Con dicho escenario, la pregunta es, ¿qué sujeto conducirá a la UAZ por los siguientes años?
Es sintomático que los estudiantes no estén organizados y no constituyan una fuerza política autónoma en la Universidad. En abierto contraste con el Politécnico, se observa la lógica del rebaño y hasta brotes porriles. Sin embargo, no podemos afirmar que esto seguirá necesariamente así, porque la característica de los movimientos estudiantiles es haber surgido casi de la nada. Pero para orientar a la UAZ por la senda del compromiso con la población más vulnerable, de pensamiento crítico y la calidad de los procesos académicos, se necesita la emergencia de un sujeto nuevo. Y que en nada se parezca a las embrutecidas burocracias actuales, sino por el contrario: creativo, osado y con esperanza en la transformación de la realidad social zacatecana.
Así están las cosas: una actual nata burocrática oficiosa, decadente y oportunista. Y la vigorosa necesidad de la emergencia de un nuevo sujeto político-educativo que lleve a la institución por la senda de la transformación profunda. Grupos de profesores con autonomía de pensamiento y acción política, y estudiantes activos, empujando por una Universidad creadora de otra realidad. La pregunta que sale al paso es, ¿con la renovación de la administración habrá cambios en la estructura política de la institución, que a su vez facilite la oportunidad en la conformación del nuevo sujeto universitario del que hablamos? O la nueva administración que viene, ¿capturará al tejido universitario en una dinámica de entrega de sus recursos intelectuales al oficialismo estatal? No lo sabemos y la duda está presente, el futuro es estricta posibilidad. Lo que debe ser seguro, es que ambas posibilidades serán menos peores que el pantano ahora existente. Pero todo comienzo abre nuevas posibilidades. Una senda verde y una senda gris se ven en el horizonte.
