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sábado, 27 abril, 2024
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El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve

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Por: ÁLVARO LUIS LÓPEZ LIMÓN* •

La Gualdra 612 / Arte

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¿Es el rostro lo que singulariza al ser humano? ¿Qué esconden la máscaras o representaciones del rostro? ¿Importa más el rostro oculto que el reconocible? ¿Qué decir ante el silencio que sucede a la ausencia de rostro? René Magritte, en su obra Los Amantes 1928, atiende estas interrogantes.

Definitivamente esta obra no pretende hacer una indagación psicológica, explora, desvela lo profundo, lo que ocultan los ojos del espectador; anhela saber qué miran los que están frente a las pinturas. Recordemos, dar la espalda al espectador es –de alguna forma– negarle algo, para Magritte lo oculto es más importante que lo reconocible, por ello, al cubrir los rostros con telas, vistiéndolos con cortinas o lienzos, encapuchando sus cabezas se oculta con astucia lo evidente, se crea lo extraño. En ambos cuadros observamos escenarios distintos, protagonistas semejantes, vestuario parecido, pero pasamos de un paisaje natural con árboles –al fondo–, a un techo con paredes; en el primer lienzo los personajes no se besan, impasibles miran de frente con sus rostros unidos, uno junto al otro. Prevalece el velo que cubre sus rostros, intenciones y deseos ocultos, complicidad de sus actos. Al unir a dos personas en la pintura se sugiere un beso, amor, sabor y más; ¡alto!, la tela húmeda destruye cualquier idea de beso, inhibe la pasión, la sensación de los protagonistas o quizás se insinúa que el amor es ciego, que al cubrir el rostro de los enamorados con un velo pueden preservar el anonimato o al menos conseguir, dirá Magritte en La línea de la vida, que “la fuerza de defensa … es el amor que refugia a los amantes en un mundo encantado, hecho a su medida …. protegido admirablemente por el aislamiento”.

Los amantes, de René Magritte, en la Galería Nacional de Australia.
Los amantes, de René Magritte, en la Galería Nacional de Australia.

Prosigamos, velo se llama el juego, desvelar lo escondido su afán. La fatalidad del beso entre “los amantes” convoca al silencio, el ocultamiento del rostro se expresa como fuerza invisible y amenazadora, será la imagen misma de la muerte –oculta tras sudarios–, o tal vez la evocación nostálgica del suicidio de su madre. Vayamos más lejos, en ambos lienzos el rostro no llega a formarse del todo, no tiene ojos, no mira, no tiene boca, habita silencioso el orden de lo reprimido.

Emmanuel Lévinas ha dicho que “… el rostro de otro es la manera de significar”. Lo invisible “no oculta nada”, en realidad el acto de visión no exalta nada. Lo invisible es sólo visibilidad obturada. El ojo no puede ver a través de la solidez de un objeto, el pensamiento sí. Entonces Magritte pinta el pensamiento, un pensamiento que ve a través de las cosas, que ve lo que se muestra, viendo más allá de las superposiciones no reveladas; por eso, al disfrutar de “proverbios y cantares” de Antonio Machado, recuperamos aquello que dice, el ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra612

 

 

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