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viernes, 3 mayo, 2024
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■ Han sufrido los estragos de las crisis económicas y el que las personas usen más los tenis

Cada vez es menos frecuente observar a boleros por las calles de Zacatecas

■ Don Carlos, con más de 46 años en el oficio, afirma que “mientras haya zapatos, habrá boleros”

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Por: KAREN GARCÍA •

Con más de 46 años laborando como bolero, Don Carlos Solís, durante décadas, ha formado parte del día a día de los transeúntes zacatecanos que siempre van luciendo zapatos limpios y llenos de brillo; gracias a la herencia de su padre ejerce este oficio, que casi se ha convertido en una estampa tradicional mexicana y que parece estar enfrentando el peligro de la extinción.

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“Todos empezamos desde chiquitos a hacernos del oficio gracias a mi papá”, mencionó Don Carlos, ya que, por ser una labor familiar, y haber tenido una infancia rodeada de artículos de limpieza para zapatos, brochas y demás, su padre compartió con orgullo las tareas del oficio.

Antes de tener un local fijo, laboró en distintas zonas de la ciudad, hasta que, hace 18 años, logró ubicarse, de manera fija, detrás del Jardín Independencia, en el Centro Histórico de Zacatecas, donde junto con otros lustradores de zapatos, brinda de un gran servicio.   

Sin embargo, tras ser de nuevas generaciones, los hijos de Don Carlos “tomaron otro rumbo”, por lo que explicó que “si algún día ya no estoy yo aquí, el negocio se hereda a su pareja y la madre de sus hijos, ya de ahí depende si se continúa con él o no”.

Por otro lado, destacó que, en estos últimos años, y sobre todo en la pandemia por Covid-19, se tuvieron ventas muy bajas, hasta de 80 por ciento, “si ahora sacamos lo de 10 boleadas, en ese tiempo a veces nos íbamos sin ninguna”. 

Por lo general, el método de este oficio es el siguiente; primero le da a los zapatos una pasada con el cepillo de crin, que ayuda a eliminar el polvo; después aplica con una brocha la cera de abeja, que después retira con la ayuda de un pañuelo. Luego, otra pasada con el cepillo.

A partir de ahí, muchos boleros aplican también un poco de aguarrás para limpiar impurezas en el cuero. Con ayuda de una brocha, aplica el betún, negro o café, según corresponda. Otra pasada más con el cepillo y, por último, una buena tallada con el pañuelo.

Los boleros, al igual que sus clientes, han disminuido en el siglo 21. Muchos coinciden en que fue en la transición de la década de los 80 a la de los 90 cuando las cosas comenzaron a cambiar radicalmente.

Algunos lo atribuyen a la disminución del uso del zapato de cuero. Incluso en el ámbito profesional, los tenis y, otros tipos de calzado deportivo, son los más utilizados en la actualidad. Es posible que también tenga que ver el hecho de que los ritmos de la ciudad han cambiado “no mucha gente está dispuesta a tomarse el tiempo que se requiere para lustrar sus zapatos”.

Lo cierto es que cada vez se ven menos boleros en las calles, los parques y las plazas de la ciudad. Algunos de ellos se aferran a la idea de que, mientras haya zapatos, habrá boleros. Y es que, por mejores intenciones que tengas, “tus zapatos nunca lucirán más limpios y radiantes que después de una buena boleada”.

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