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sábado, 18 mayo, 2024
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Coca Cola: Destapa la discriminación

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La misma compañía que vistió de rojo a Santa Claus, lanzó recientemente un comercial que causó polémica porque muchos lo consideraron discriminatorio.

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Se trata de un vídeo pensado para redes sociales en el que un grupo de jóvenes, güeritos y bien parecidos emprende un viaje a Totontepec, Villa de Morelos, pueblo Mixe del estado de Oaxaca, al que llegan con una hielera llena de Coca Colas, saludando de lejitos, y con unas tablas rojas con las que forman un árbol navideño.

En él, escrito está “permanezcamos unidos” en la lengua Mixe, como símbolo de paz y unidad, en ese árbol formado con las tapa-roscas del refresco, y que ilumina la hermandad con la que se abrazan los extranjeros con los indígenas.

El comercial causó indignación por condescendiente. Quizá con hipersensibilidad, se interpretó que transmitía que los rubitos llegaban a un pueblo a enseñar la paz, paradójicamente a una cultura acostumbrada a pensar en colectivo. Y qué mejor signo para hermanarse que beber una Coca Cola juntos.

Tal fue el rechazo al vídeo que la compañía prefirió retirarlo, y no sólo eso, se disculpó por la interpretación que había tenido su comercial, y dijeron que al contrario, el mensaje más que discriminador era una invitación al respeto.

Ciertamente, no es el primer mensaje de Coca Cola que genera animadversión. A este refresco, como a Mc Donalds, se le considera los máximos íconos del capitalismo, y a la compañía como hipócrita, porque lanza mensajes de paz por un lado, mientras por el otro consume el agua de poblaciones vulnerables y porque su constante consumo ha coadyuvado a elevar la cantidad de diabetes.

Sin embargo, resulta destacable que el rechazo no es al producto mismo, sino a la actitud condescendiente, impregnada de lástima, hacia los grupos indígenas. La misma actitud hipócrita que se tiene frecuentemente con personas con capacidades diferentes (por usar el término políticamente correcto) con los llamados “niños de la calle” o con los “adultos en plenitud”.

Es notable la cantidad de eufemismos utilizados en aras de mantener un lenguaje políticamente correcto que nos haga parecer sensibles, aunque esto no vaya acompañado por una preocupación, no sólo más auténtica, sino más responsable de cambiar el injusto estado de cosas actual.

El comercial de Coca Cola además de colonialista, es una evidencia de la actitud condescendiente de quien necesita fotografiar o filmar su acto de “humildad” y caridad.

Es el mismo gesto que tienen las damas del voluntariado que presumen la colecta de víveres para damnificados, o la coperacha que organizaron en las oficinas de sus maridos para pagar cirugías, o sillas de ruedas, mientras sus cónyuges roban millones que hace imposible que dicho paciente sea atendido gratuita y dignamente en un centro hospitalario garantizado por el Estado.

Es también el mismo gesto con el que asociaciones civiles, grupos de estudiantes, aspirantes a puestos públicos, y también, hay que decirlo, personas bien intencionadas juntan en esta época cobijas, juguetes, y despensas para llevarlos hasta quien los necesite, siempre y cuando haya posibilidad de tomar fotografías para poder subir esa información a Facebook y redes sociales.

La complejidad humana hace que muchas de esas personas que dan su tiempo para estas colectas, sean las mismas que niegan seguridad social a sus empleados, y que escrupulosamente revisan los aguinaldos de sus trabajadores para no pagar un peso de más.

No significa esto un rechazo tajante a la caridad, ni tampoco se pretende decir que esfuerzos carecen de valor. Al contrario, reconocemos ejemplo como el de Las Patronas, esas mujeres pobres que dedican parte de su tiempo y sus escasos recursos para preparar lonches que entregan en las cercanías de la vía del tren a quienes no conocen ni conocerán jamás, es decir a los migrantes, en su mayoría centroamericanos, que cruzan México en su camino a Estados Unidos, que viajan en el tren y ni siquiera tiempo tienen de decir “gracias”.

Ese gesto, que más que de caridad es de solidaridad, va acompañado además, de un discurso de derechos humanos que no ha tenido empacho para ser pronunciado incluso frente a Enrique Peña Nieto cuando fueran premiadas por su labor.

No así el cursi y fallido mensaje de Coca Cola; pero debe admitirse que es comprensible que una compañía bien asesorada en mercadotecnia y comunicación pensara que con él iba a granjearse simpatía, sobre todo porque fue transmitido en un país cuyas campañas políticas están basadas en las fotografías caritativas de los políticos abrazando viejos, y cargando bebés, y en la imagen monárquica de sus esposas “donando” lo que a ellas no les cuesta para que se sepa de su bondad y realzar así más a sus maridos.

El mensaje de Coca Cola es sólo el espejo de un país que necesita pobres para poder tomarse fotografías con ellos, aunque fuera de cámara no se haga nada, o al contrario, se haga mucho para que estos permanezcan pobres. ■

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