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sábado, 18 mayo, 2024
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El eterno retorno de las corporaciones petroleras

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Por: QUITO DEL REAL •

  • El son del corazón

El próximo 15 de julio de 2015, el proyecto petrolero del cardenismo concluirá todas las etapas del rigor mortis.

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Como pensamiento, como forma de apreciar la vida, como ideario para concebir la modernidad en relación intrínseca con la tradición, como visión postrevolucionaria y soberana del pueblo mexicano, la herencia de Lázaro Cárdenas liquidará su último vestigio. Sólo quedarán los restos del naufragio.

Los ojos cansados e impasibles de los mexicanos recorren distraídamente los textos más reconocidos del programa político cardenista. Su apatía es elocuente. Las pocas respuestas inteligentes, elaboradas contra la reforma estructural petrolera, fueron disminuidas gradualmente; la traición de los políticos, sobre todo de “izquierda”, acentuó el silencio en torno al tema y desdeñó la opinión de la inmensa mayoría de la población.

Los mexicanos respondemos al fenómeno con miradas vacunas, dóciles, sitiados por la metralla consistente de los medios y el discurso pertinaz de la clase política, sin oponer una medida elemental de resistencia. Hemos sido sorprendidos porque no estamos organizados y carecemos de política ciudadana. Ahora, los veneros de petróleo que nos escrituró el Diablo serán consumidos hasta la última gota por iniciativas ajenas.

Los mexicanos sólo observaremos a lo lejos la estela dejada por una riqueza que, gracias a la delincuencia organizada de los políticos y líderes sindicales corruptos, no pudo, en 75 años, ser el detonante prometido del desarrollo nacional soberano.

Quienes estuvieron, durante las últimas siete décadas, en contra de la expropiación petrolera, impulsada por el general Lázaro Cárdenas del Río, ahora pueden anudar con felicidad la madeja y reinsertarse en un nuevo maridaje con las compañías petroleras trasnacionales.

Vienen tiempos tristes y oscuros. El manoseo de la modernidad actuará como coartada del desmantelamiento de Pemex.

En el concepto de modernidad esgrimido por los saqueadores de las riquezas de los pueblos, se esconde una ideología pobre y elemental; frente a ella, toda esperanza de resarcimiento es un error. ¿A dónde nos llevará la modernidad que agitan como un remiendo los funcionarios y políticos que administran a Pemex, favorable a los centros financieros internacionales y las compañías imperialistas reconocidas por su pillaje?

Esta pregunta, acaso la primera que debió haber sido respondida, es la que resonará en nuestros oídos en los años por venir.

El 15 de julio de 2015, el gobierno de Enrique Peña Nieto dará a conocer cuáles empresas participarán en la primera licitación de la Ronda 1. En buen romance, nos informará acerca de los corporativos que adquirirán luz verde para hurgar con fruición en nuestras zonas costeras y de aguas someras para extraer, hasta la saciedad, el preciado líquido negro.

Referirse a las famosas Rondas 1 y 2, es hablar de un procedimiento diseñado para no ser reconocido por los legos, constituido con un lenguaje críptico, con clausulados repletos de curiosos requisitos. Es un baño de términos pedantes y extraños, cuya naturaleza es alejar cualquier síntoma de curiosidad popular.

El pueblo sólo reconocerá las consecuencias del hecho por las oraciones fúnebres, pero bien intencionadas, con que será consolado, y por infinidad de tesis y formulaciones donde se pronostica nuestra afortunada salida del letargo económico.

Caray, qué buena onda. ¿Y quiénes vendrán, en primera instancia, a sacarnos del marasmo permanente y de la crisis? ¿Quiénes abrirán la expectativa de nuestro futuro sin Pemex, para ingresar al mundo moderno por la puerta de la decencia?

Naturalmente, las compañías extranjeras que serán autorizadas se libraron de tener que explicar la naturaleza de su tradición corporativa, de su experiencia técnica y de ejecución, y, sobre todo, no se sintieron obligadas de acreditar su reconocimientos y compromisos para proteger el medio ambiente en los últimos 5 años.

Las autoridades mexicanas, implicadas en este proceso de adjudicación, sólo escucharon el canto de sirenas del progreso, o bien decidieron cumplir con los compromisos secretos, mantenidos con las grandes compañías petroleras del mundo. ¿Quién nos puede convencer, por ejemplo, que ExxonMobil, Shell y Chevron, “destapados” prematuramente como triunfadores, mantienen posturas éticas de trabajo, y métodos de explotación satisfactorios y honrados, para extraer el aceitito de nuestra madre tierra y estarán preocupados, hasta su último suspiro, en preservar la variedad de nuestro ambiente?

Por ello debe denunciarse, en primer lugar, que los dirigentes y dueños de estas compañías son unas aves de rapiña que rondan por el mundo.

Las bases de licitación de la Ronda 1 fueron violadas reiteradamente, al calificar o precalificar a empresas que dispersan sin pudor su pestilente aroma de corrupción. Los mexicanos tendremos que ser muy listos y avispados, porque la calidad de los nuevos socios deja mucho que desear. Ya entraron a nuestro territorio; a ver cómo le hacemos para echarlos de aquí. Seguramente, no será por las buenas.

Esto es muy serio: su especialidad consiste en intervenir en la vida política de las naciones, en arrasar con su poder a los Estados nacionales, en organizar golpes de Estado e imponer dictadores. Efectivamente, ExxonMobil, Shell y Chevron, son compañías consideradas expertas en sobornar y corromper a las autoridades de los países donde intervienen. Shell, por ejemplo, roba gas en Tamaulipas pero vende gasolina cara en nuestro país. El caso de Chevron es el más afamado, al dejar en una crisis ecológica los campos petroleros de Ecuador, ubicados en la Amazonia, después de explotarlos durante décadas; hasta la fecha, no responde al Derecho Internacional.

Pero Shell no se queda atrás: su filial ENI International, no sólo fue acusada de soborno y colusión, por una enorme entrega fraudulenta de gas licuado en Italia, sino también por apoyar la dictadura en Indonesia y sufragar económicamente la guerra civil en Angola. Puros vampiros trasnacionales.

La mala fama de nuestros socios está a la vista. No se requiere gran esfuerzo para documentarla.

Quienes dirigen a este país son incompetentes y carecen de cordura. ¿Cómo lograrán emparejar su mediocre discursillo de modernidad con los idus saqueadores y contaminantes de ExxonMobil, Shell y Chevron? ■

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