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viernes, 3 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Rock y pensamiento

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Muchas veces me he preguntado por qué el rock continúa siendo el género musical popular más difundido y escuchado en el orbe, pese a todas las adversidades de las que ha sido y sigue siendo objeto; incluso, países que lo han considerado como un producto yanqui, han aportado agrupaciones de gran nivel al mundo, y cuentan con sectores que han sabido asimilar muy bien sus propuestas y sus posturas. Han sido bastantes las posibles respuestas que me he formulado a lo largo de los años y, a la fecha, no encuentro alguna que me haya dejado satisfecho, quizá porque como expresión primigeniamente artística, el rock va directo a la sensibilidad, y muchas experiencias estéticas resultan casi imposibles de expresarse de manera verbal.

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Insisto, no he hallado una respuesta a la pregunta que hice al inicio del presente texto, aunque en realidad no me preocupa tanto, ya que sigo disfrutando de esta música con la misma o con más intensidad que antes. Pienso también en aquéllos que, en un arranque de necedad, han manifestado que el rock es un producto del imperialismo, y con ello, sugerido que es una música alienante, tendiente al adoctrinamiento. No niego que algunas expresiones aisladas puedan llegar a poseer, en algunos casos, la tendencia de ideologizar, pero contrario a lo que afirman varias corrientes críticas, esa ideologización no pretende, ni en lo más mínimo, homogeneizar el pensamiento, sino todo lo contrario. Es por muchos sabido que han existido bandas, por fortuna las menos y las más efímeras, que invitan a adoptar posturas que son reprobables en este y en cualquier momento; afortunadamente, resultan ser la más insignificante expresión de una cultura y, sin embargo, aun esos gestos son manifestación de la pluralidad que se da en su interior.

Y quizá ésa es una de las características que han favorecido y propiciado la expansión del rock a lo largo y ancho del mundo, la posibilidad de dar cabida a todas las expresiones, independientemente de dónde provengan. Es por lo que digo que al interior de este género sí es posible defender una postura ideológica, pero sería una entre muchas otras, y ninguna de ella presentada como la última verdad, sino como propuestas, alternativas de vida sin la más mínima intención de ser impuestas; no niego que al interior se den, de forma ocasional, señales un tanto fundamentalistas por parte de algunos sectores sociales, pero eso queda, casi en la totalidad de los casos, entre grupos de fans. Sin embargo, he dicho en otras participaciones que no veo nada más nocivo para el rock que posturas como ésa. El rock es plural por esencia; incluso, al interior de una banda, cuando es genuina y no de diseño, se da una confluencia de pensamientos, gustos, tendencias y modos de ver y sentir la vida y, por consiguiente, el rock; el resultado en ellas es, pues, producto de la diversidad.

Hay características intrínsecas comunes que subyacen a todas y cada una de las propuestas que se dan en el mundo del rock, y que propician tarde o temprano un diálogo respetuoso; de allí, la inmensa variedad de estilos que prevalecen y que de manera constante emergen en su interior, todos ellos, coincidentes en la necesidad de expresar situaciones, circunstancias o sentimientos, a partir de una lente particular, pero que encuentran su origen en una raíz común, la experiencia o la necesidad de la libertad, con toda la complejidad que el concepto encierra. Esta es, a mi parecer, otra de las cualidades que le es inherente al rock, el anhelo de libertad y todo lo que conlleva: sus riesgos y virtudes, sus límites e interpretaciones, sus dilemas y las formas de ser asumida. Invariablemente, en todos los temas habidos y por haber en el rock, está velado o desvelado el tema de la libertad.

Por ello, he llegado a la idea de que el rock posee una esencia humanista, ya que pone como centro de atención los sentimientos al desnudo de las personas, sin rebuscamientos y, en la medida de lo posible, sin lugares comunes. A diferencia de las corrientes que ponen a la tecnología como la base del progreso y le brindan un halo fetichista, y de las expresiones que dan prominencia al tener, por encima del ser, las ideologías que se expresan al interior del rock no pretenden, como lo mencioné líneas arriba, homogeneizar a la sociedad, muy por el contrario, intentan resaltar lo diverso. El rock, a lo largo de su historia, le ha dado la importancia que merece a la literatura, a la filosofía, a la historia, a la cultura, a las expresiones del folclor, a la irreverencia, e incluso, por qué no decirlo, a las religiones que han querido ver en él un medio de libre expresión. Cuántos de nosotros nos hemos topado en algún momento de nuestras vidas con un perfecto desconocido con el que comenzamos a platicar, y con quien, al llegar al coincidente gusto por el rock, charlamos de manera más amena y logramos pasar de la indiferencia, si no a la amistad, sí a un respeto o a un aprecio, y creo que eso se debe en parte a las características comunes que subyacen, como ya lo mencioné con anterioridad, en cualquier estilo de este género musical.

El rock evidencia afinidades entre personas procedentes de culturas totalmente disímbolas, rompiendo o sabiendo franquear fronteras ideológicas. Por ello, no es raro que existan personas que llegan a admirar a tal grado una cultura diferente a la suya o incluso que aprendan su idioma, a partir de su gusto por algún estilo rockero. Quizá también por eso se ha satanizado en muchas ocasiones al rock, por promover los valores mencionados. No es de extrañar que, en un mundo en el que se pretende crear una conciencia común, maleable, sumisa y acrítica, aquél que piense diferente y por sí mismo sea visto como un rebelde, desadaptado o marginal, y para bien o para mal, el rock siempre nos invita no sólo a gozarlo, sino también a pensar.

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