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viernes, 10 mayo, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Nuestra vida en comunidad, indisoluble de la dimensión individual, nos lleva a ser políticos. Lo dijo Aristóteles aunque el alcance de su declaración no tenía entonces tanta magnitud. En el inicio de este tercer milenio después de la era cristiana, seis mil años después de haber creado la escritura, el humano puede participar no sólo en la composición de su familia y dinastía (entendida ésta como conjunto de familias congregadas en torno a un abuelo o bisabuelo), sino también en la junta de vecinos que se organizan para vigilar su colonia, en alguna asociación civil, en una sociedad de padres de familia al interior de una escuela, en una comunidad de aprendizaje o trabajo virtual e incluso en una red social de Internet con quinientos, dos mil o cinco mil “amigos”.

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Por muchos grados académicos o dinero o poder político que alguien pueda ostentar, generalmente al participar en grupo esa persona se obliga a ser otra: al ingresar a un contexto comunitario deja de ser la autoridad donde suele serlo y se convierte en un integrante más que analiza, desarrolla y cuestiona conocimiento y decisiones, incluso propias. Es el poder actual de los idiotas, diría Umberto Eco refiriéndose a las redes sociales de Internet. Puede ser, contesto y agrego: con la peculiaridad buena y mala de que en esa plataforma cualquiera puede ser cuestionado, no sólo los idiotas. Cualquiera puede ser aludido abiertamente y se extinguen los tratamientos que solían recibir las vacas sagradas de la política, la cultura, el arte, la sociedad.

Lo más maravilloso es que, contrariamente a lo que se percibe en los modelos tradicionales, en las comunidades reunidas en torno a un objetivo no se ostenta el saber como en vitrina. No es conocimiento “acumulado” sino “utilizado”, y con esto retomo los términos que utiliza un investigador de la educación, Enrique Martínez-Salanova Sánchez, quien postula que el saber acumulado enajena, incluso al sabio, y el saber utilizado enriquece la tarea y al ser humano.

En este contexto las diferencias enriquecen los procesos al difuminar las divisiones convencionales del trabajo. En un video producido por el estadounidense Richard DuFour, especialista en la formación K-12 (término que designa a los doce grados escolares que en algunos países van de preescolar a educación media básica), una administradora escolar, no docente, declara: “Estamos hablando el mismo idioma al trabajar juntos”. La comunidad inicia su avance debido a sus afinidades y avanza debido a sus diferencias. La tensión plantea el curso, el recorrido.

El inglés Ken Robinson postula que el gran aprendizaje sucede en los grupos y la colaboración es la esencia del crecimiento. La producción del equipo supera al talento del genio. Trabajar en comunidades constituye la piedra de toque de estas mentes extraordinarias. En las comunidades la fascinación individual por lo descubierto se convierte en consciente colaboración. Lo descubierto deja de ser trofeo para convertirse en una herramienta más que nos lleve a otros aprendizajes.

El mismo Richard DuFour explica la diferencia entre equipos y no grupos: En un maratón corre un grupo con un objetivo común: llegar a la meta. Pero es un objetivo común con esfuerzos individuales. Los integrantes del grupo están juntos pero no trabajan juntos. “Puedo correr el maratón y ganar la carrera independientemente de lo que le suceda a cualquier persona en la carrera”. En un equipo, para lograr la meta tienes que descansar, apoyarte, depender o confiar en el otro y el otro tiene que hacer lo mismo contigo. Utilizo estos verbos “descansar, apoyarte, depender o confiar” porque DuFour utiliza en su discurso el verbo “rely”, cuya traducción al español se mueve entre estos significados.

En el equipo nos une una meta en la que somos “mutuamente responsables”. “Eso es lo que nos hace un equipo”, insiste el especialista y añade: “No importa qué tan brillante eres individualmente, eso no significa que tienes un buen equipo o incluso una buena escuela. Se requerirán esfuerzos colectivos”. Es decir, interdependientes, de responsabilidad colectiva.

Por ello considero que ahora más que nunca, en medio de la vasta tecnología que desdibuja distancias y puede mantener excelentes niveles de colaboración entre nosotros, necesitamos trabajar en equipos más que en grupos. El debate expone nuestras diferencias y por lo mismo también nos enriquece. En el ámbito político necesitamos desterrar los mentados grupos de poder donde parece que la constante es más la distribución de cotos que el avance comunitario. Zacatecas lo necesita. Cada estado del país lo merece. Un mejor gobierno estatal, una mejor Universidad Autónoma de Zacatecas, una mejor institución, cualquiera que sea, será producto del trabajo de los equipos que busquen ponerse al servicio de causas comunes y no de la consecución de poder individual.

 

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