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viernes, 26 abril, 2024
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Corrupción y subjetividad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Ya desde el 20 de febrero del año en curso el Rector de la UAZ, Antonio Guzmán Fernández declaró que suspendía todos los convenios contraídos por la Universidad con dependencias federales y estatales durante la administración de Silva Cháirez y solicitaba a Edmundo Guerrero Sifuentes, su secretario administrativo, que dejara el cargo (Imagen 20/feb/17). Finalmente Guerrero Sifuentes reflexionó y solicitó el permiso para solventar las observaciones de la ASF el día viernes primero de marzo. Mismo día que el Rector comentó que la UAZ seguiría estableciendo convenios con todo tipo de dependencias y los que supuestamente estaban suspendidos (¿se detuvieron en algún momento?) se reactivaran de nuevo (La Jornada Zacatecas 11/feb/17). Por lo demás el único que solicita permiso es Guerrero Sifuentes, los otros involucrados de la Contraloría de la UAZ seguirán despachando. Previamente (La Jornada Zacatecas 09/feb/17) el secretario general del Spauaz, Crescenciano Sánchez, sostuvo respecto a los “malabares” de Guerrero Sifuentes que: “No es la Universidad. Algunos universitarios, haciendo uso y abuso de la imagen de la Universidad, del papel membretado de la Universidad, pareciera que hicieron uso de un recurso público que no pasó por la UAZ, o que en nada la benefició”. Se debe corregir al secretario: el dinero ingresó a la Unidad de Contaduría como recurso extraordinario, y según Guerrero Sifuentes sí beneficio a la comunidad de esa unidad. Lo que es cierto es que no es la “UAZ” la culpable de la corrupción, porque como totalidad indiferenciada no hay tal cosa como “la UAZ”. Pero la afirmación apunta en el sentido correcto: no fueron todos los universitarios, ni siquiera la mayoría, porque esas mayorías están dedicadas a sus labores de docencia, investigación y extensión. Fue una minoría de universitarios los que lo hicieron desde las instancias de dirección, que es de donde sale el papel membretado. Es decir, fueron los directores y los secretarios de primer nivel, incluso la Rectoría. Pero no fueron esas instancias en abstracto, sino personas agrupadas que, actuando en red, diseñaron y llevaron a cabo una amplia operación para quedarse con recursos federales. Es decir, los principales sospechosos, si aceptamos que la corrupción sólo es posible en redes, son los grupos que dirigen la Universidad. En estos momentos es el Grupo Universidad, dirigido por Alfredo Femat, el que lleva las riendas y sobre el que recaen las responsabilidades de la presente administración y las previas. Y por la falta de interés que muestran en el caso (tardaron un mes en hablar con Guerrero Sifuentes) su compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas no aparenta ser muy intenso. Tan no tienen ese compromiso que no han decidido discutir el tema de la corrupción y perseguirla. Quizá porque para ellos no hay corrupción en la UAZ. Y esa es la creencia más natural de los dirigentes: o bien no hay corrupción, o si la hay es por personas aisladas. Tal posición es natural porque, debido a que la corrupción actúa en redes que garanticen impunidad, se deben tener posiciones de mando para ejercerla a plenitud, y es claro que quienes tienen posiciones de mando no se perseguirán a sí mismos. Por ende, si hay corrupción, debe ser por actores particulares ajenos a la administración central, o, en casos extremos, por grupos que traicionan la confianza de los dirigentes. Uno de los problemas básicos del combate a la corrupción es que no toma en cuenta que son precisamente los dirigentes quienes pueden en efecto llevarla a cabo, y por eso las “comisiones anticorrupción” o los “fiscales especiales” o los “secretarios de la función pública” lo único que pueden encontrar son los medios de exonerar a sus superiores (e.g. el caso de la “Casa Blanca” de Peña Nieto). Vamos a proponer una manera de combatirla, pero antes trataremos de caracterizar los fundamentos de esa propuesta. De acuerdo a Manuel de Landa (Mil años de historia no lineal, Gedisa (2012) México) durante el trayecto de la especie humana sobre la Tierra son dos las formas de organización que han existido. La primera es la autoorganización espontánea de los agregados humanos, que tiene lugar en las agrupaciones pequeñas. Tales autoorganizaciones se caracterizan por ser transitorias y horizontales. La segunda tiene lugar en grandes agregados humanos, y consiste de un aparato burocrático centralizado y coercitivo, capaz de repartir riquezas y calamidades sobre la población. Ninguna de estas dos formas de organización ha desaparecido, y la sociedad humana es el resultado de la interacción entre ambas. La corrupción, según nuestra hipótesis, tiene lugar cuando la organización centralizada ha debilitado la autoorganización social. Por eso en la UAZ no funcionan los órganos colegiados y el Spauaz ha claudicado al ceder a la Rectoría, dentro del marco de la perpetua “crisis” de la Universidad, toda su capacidad de distribuir bienestar entre los docentes. La solución, entonces, consiste en reactivar los órganos colegiados y recuperar la potencia del Spauaz, pero ello sólo puede hacerse si se debilita al grupo dirigente. En general esto no puede hacerse directamente porque los universitarios no están hechos para eso. Han sido condicionados en la parafernalia de quienes los contrataron. Para debilitar a la Rectoría se necesita una nueva subjetividad universitaria…■

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