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viernes, 26 abril, 2024
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Bailando en una pata

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Por: QUITO DEL REAL •

El son del corazón

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Así como van las cosas, de repetir como autista las mismas pautas, aunque éstas sean disfrazadas de sobriedad, análisis técnico y prudencia, el Festival Cultural de Zacatecas no podrá destacar con calidad frente al listado de eventos con que algunas regiones del país anualmente se visten de gala. Continuará por el camino pedregoso de la mediocridad, bajo una égida sin clase ni pertinencia, y con criterios descuidados.

No podrá incorporarse porque, verdad definitiva, acaso categórica, una fiesta cultural de los ciudadanos nada tiene que ver con los negocios y la política rupestre. El Festival de esta ciudad arrastra desde su origen una confusión conceptual acerca de lo que debe ser una fiesta que incorpora gusto, tradiciones y creación, para el espíritu, solaz y calidad de vida de la gente que vive en este histórico casco urbano.

En efecto, desde la primera edición, su desarrollo no estuvo exento de megalomanías y acuerdos extra-culturales, donde las relaciones con las marcas, los empresarios hoteleros y restauranteros de la localidad tuvieron ventaja sobre la opinión del gran público local y foráneo  que es, a fin de cuentas, quien se interna para disfrutar, o sufrir,  el resultado de las ocurrencias y lerdas tentaciones de quienes han usufructuado la titularidad de la cartera cultural en el estado.

Excitar la inútil muletilla de lo “popular” en el festival, manifiesta el fracaso del trabajo de extensión y difusión de las autoridades culturales, incapaces de atraer a la ciudadanía al goce de la creación; por sus pistolas, los espacios secundarios y periféricos son cubiertos por cuadrillas artísticas locales. Mientras tanto, para todo dirigente político ducho en ardides, privilegiar los actos masivos con programas contratados, es una manera sencilla de fortalecer su legitimidad e imagen, un método elegante de reservar recursos con la complicidad de representantes y empresas que ocupan la Plaza Principal con su gente del espectáculo.

Los agrestes padrinos del borlo

Hace algunos días leí una nota editorial de La Jornada Zacatecas que enumeró una serie de eventos que podrían ser integrados con ventaja, calidad, altura y economía, en la programación de este magno evento, sin sacrificio por su extensión semanal o quincenal, aupado con la  generosa invitación a los grupos culturales destacados de la región y a sus exponentes individuales más preciados.

Los políticos zacatecanos suelen ser los últimos en entender el rigor de la actividad cultural de los jóvenes locales que se expresan en la danza, la pintura, el cine, la literatura, etc., y sólo ven en la tarea cultural un asunto idóneo para decorar gestiones administrativas y lucir cultos en las conferencias de prensa. Basta con ponerle atención a la calidad de su lenguaje, para identificar a muchos líderes, figuras poderosas que viven ayunos de ideas y olvidaron las letras del abecedario. El frecuente tropiezo de sus palabras evidencia que el estado de Zacatecas ha sido dirigido tradicionalmente por gente que liquida con dinero ajeno la construcción de su imagen de “visionarios” y, sin embargo, en la conclusión de cada sexenio estatal siempre entregan cuentas culturales maquilladas y arregladas, y omiten registrar la incrustación de sus uñas por algunos rubros de ese presupuesto.

Fiestas en famiglia

A mí me indigna la demencia con que se despilfarra el dinero, a fondo perdido, para comprar una semana o una quincena de eventos culturales fugaces, frívolos y desiguales.

Quienes aún exaltan la primigenia labor cultural del capoxxo Don Gennaro, podrían también abundar en la inicua generosidad del primer gobernador neoliberal de Zacatecas, cuyos criterios de hacer cultura no incluyeron el trabajo de los creadores locales, ni el ideario y sentimiento de la gente de las escuelas y los barrios, sino de la irrupción de las modas de la globalización, adaptadas para las mentes gobernantes primerizas de las regiones más ignotas del mundo, que expropiaron a la gente de sus pretensiones y anhelos de cultura, para imponer como asunto principal el consumo y el negocio en las fiestas pomposas, desaliñadas, fugaces y sin rumbo. Ahí los que salieron airosos fueron los amigos, socios y empresarios del hospedaje, las marcas y los restauranteros, y sugirió al “reventón”  como corolario de los eventos.

Nunca el Festival ha marchado con sinceridad del brazo de la gente de a pie. Los dirigentes consecutivos del IZC, sólo atendieron a sus lastimosos criterios y a las precarias observaciones, siempre caprichosas, del C. Gobernador, sobre todo cuando había que atender las sugerencias culteranas de sus esposas. Se han dado el lujo de, con el concurso de los representantes artísticos más tiburones, repetir las mismas caras y sus vomitivas cantaletas para hacer de la Plaza Principal una locación semejante a la de un palenque o de Televisa.

De esto he escrito en abundancia en textos anteriores, aparecidos en este periódico y en otras publicaciones, sin haber logrado concitar la interacción con la usurera burocracia que ha ocupado, con mano férrea e ignorancia supina, la cartera cultural.

La liturgia artística y los estómagos vacíos

Es indignante, terrible, consultar las cifras gastadas con liberalidad en los eventos de los años pasados. En los tres sexenios infames, cubiertos por las jactanciosas criaturas promovidas por el PRD y el PRI, de ansiosa vocación por los negocios y las utilidades a manos llenas, Ricardo, Amalia y Miguelito, se consumieron 300 millones de pesos  en fruslerías culturales, mientras los artistas más destacados de Zacatecas viven en condiciones deplorables para realizar su trabajo. El espíritu inmóvil y de caro mal gusto de estos tres exgobernadores, demuestra por qué los creadores y la ciudadanía zacatecana interesada debe participar en la gestión del Festival Cultural.

En Zacatecas viven pintores que carecen del material adecuado para trabajar, poetas con hambre, actores marginales, bailarines y danzantes desplazados, fotógrafos sin tecnología, músicos sin instrumentos ni espacios, performanceros, equilibristas y magos que nunca serán invitados a un programa artístico. En Zacatecas han vivido gobernadores, diputados, senadores, rectores, directores, etc., que hicieron crecer sus barrigas con el presupuesto público, carentes de visión y de trabajo cultural. Para ellos, tal preocupación sólo se rescata en los días de fiesta, cuando hay que lucirse y vender.

He aquí la gran distancia que separa irreconciliablemente a dos sectores sociales: uno se dedica a crear, el otro a medrar. La organización del Festival Cultural continuará siendo un botín, reino de la exclusión y la opacidad, y de una corrupción soterrada, mientras sea coto hermético de una minoría de iniciados.

Los amigos otrora románticos, cayeron en el garlito del poder

El maestro Alfonso Vázquez, director del IZC, afirmó en una conferencia de prensa que él convocó a un grupo de gente del medio artístico y cultural, para definir la extensión y el programa del Festival, pero nunca nos dijo cuántos y quiénes fueron. Seguramente, esta cogestión se efectuó con personajes que deambulan con su aire de “expertos” universitarios, gestores culturales colmados de sabiduría y capacidad propositiva, siempre atentos para enmendar las falencias y atrasos de sus contratantes.

¿Por qué no hablar abiertamente? La insania de la reserva y la mezquindad, el uso de formas arcaicas de comunicación para mantener quieta a la perrada y la necedad de mantener las verdades a medias, salió de su chistera acaso sin desearlo, para insinuar a los que sepan leer y entender el fondo de estas cosas, que finalmente el asunto reformista de este Festival se constriñe a dar dos que tres brochazos, y tirar al tacho 24 millones de pesos.

Sospecho que este será un gatopardismo que pronto nos revelará mucho acerca de la ineficacia de asumir la complejidad de un festival ciudadano con los parámetros de los duchos y su pedante jerigonza.

Se necesita que la comunidad zacatecana impulse una reunión de artistas, creadores y público interesado, para perfilar con orden, onestidá y ornato un programa histórico, y revertir la medianía del Festival Cultural de Zacatecas. Esta convocatoria atraería mayores registros y conclusiones  que la magnificencia ideológica de los dirigentes culturales noveles y la suficiencia técnica de los gestores culturales. ■

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