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viernes, 26 abril, 2024
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Desde la buena fe

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES • admin-zenda • Admin •

Desde los primeros días de enero de 2017 comenzaron las manifestaciones contra el incremento en los precios de la gasolina (el llamado gasolinazo), y continúan a lo largo del país (cf. Excelsior 15/01/17) en estados como Guerrero, Sinaloa, Sonora, Tabasco o Oaxaca. En Zacatecas se convocó a una “mega marcha” el día 7 de enero, que no resultó tan pequeña. Al menos no únicamente los “100 inconformes” augurados por Jorge Miranda (cf. La Jornada Zacatecas 05/01/17). La demanda de todos los que sí se han puesto en movimiento parece clara: derogar el incremento al precio de las gasolinas, mientras que una de sus preocupaciones parece ser, según dice Ricardo Bermeo (La Jornada Zacatecas 15/01/17), mantenerse al margen de los partidos. A Bermeo parece preocuparle que esta condición de existencia del movimiento impida que otros actores se sumen, lo que implicaría su fracaso. Imagina una conflación de movimientos que permitan ir más allá de una demanda coyutural para lograr objetivos más ambiciosos (¿la revolución travestida de “irrupción” en el plexo de la sociedad?); y aunque retóricamente se cuestiona por el destino del movimiento, nunca parece importarle si existe la mínima posibilidad de volver al régimen de subsidios a la gasolina porque, su preocupación, resulta ser muy otra: lograr que la gente se organice para conseguir objetivos políticos de largo aliento, siendo el primero de ellos la resistencia a los embates del gobierno mexicano. Hay una cita de C. Castoriadis en el referido artículo de Bermeo que encontramos irresistible citarla de nuevo: “La gente no se expresa. Desde siempre todo el trabajo de la sociedad instituida ha apuntado a persuadirla de que lo que tiene que decir no es importante, y que lo importante, es lo que conocen y dicen los especialistas en economía o en política…”. Lo primero que queremos resaltar de esta afirmación es que, si se toma por verídica, son las personas comunes las que deben autoorganizarse para resolver sus problemas específicos, es decir, problemas situados y limitados en un espacio y tiempo históricos definidos. En el caso que nos ocupa se quiere lograr subsidiar las gasolinas, si lo hace el gobierno federal o el estatal es irrelevante. Es decir, la generalidad de la demanda es contingente porque la autoorganización comienza desde la inmediatez, si desaparece en ella o no es otra cuestión. Lo segundo que nos parece importante resaltar es que, de nuevo, si damos por buena la afirmación de Castoriadis los partidos no son un apoyo a los movimientos autoorganizados, son su fin, el punto en el que dejan de ser espontáneos para volverse objeto de los expertos en la política, cuyo efecto en ellos es muy simple: debido a que buscan votantes introducen la división porque no logran cautivar a todos los participantes, quienes se fragmentan al momento de decidirse a seguir un partido (decidirse a hacer “carrera política”). Los partidos, como parte de la “sociedad instituida”, es decir, la sociedad ordenada y organizada, sujeta a normas y bajo la potestad del Estado, son parte del dispositivo que mantiene las cosas en calma. La autoorganización es el momento coherente de la fragmentada, caótica, irregular, sociedad humana, pero conlleva un residuo de caos que puede perturbar el orden de lo ya dado, de lo que decide y opina sobre todos nosotros, el orden de todos aquellos que velan por nuestro bienestar y toman medidas “dolorosas pero necesarias”. Podemos ver cómo funciona esto en el caso que estamos tratando. El PT convocó a una marcha para el día 12 de enero que culminaría en un mitin en el Portal de Rosales. Según su ínclito “Comisionado Político Nacional” no querían movilizarse porque sienten que los ciudadanos no están a su favor. Y los ciudadanos le dieron la razón porque la marcha no aglutinó a las masas sino a los “clientes” del partido, que son poco más de 100. El PRD, desde las inspiradas intervenciones de Arturo Ortiz Méndez, dejó bien claro que las movilizaciones, y con ellas la autoorganización espontánea, no son suficientes (¿para cambiar el país?, ¿para “transformar la realidad social”?) sino que se debe añadir el voto contra el PRI y el PAN. La razón de ello es de una simplicidad abrumadora: “Las reformas estructurales solo se pueden modificar desde el Congreso de la Unión”(cf. La Jornada Zacatecas 16/01/17). De lo que se deduce que ni el PRD ni el PT, juntos o separados, tienen las más mínima posibilidad de revertir nada porque no cuentan con mayoría de votos. Pero podrían tenerla si los ciudadanos votan por ellos. Así que la autoorganización es irrelevante, deben los ciudadanos “reflexionar” y decidirse por los partidos afines a sus intereses. Entonces ¿para qué la autoorganización?, ¿para demostrarle algo a alguien? La autoorganización es espontánea, surge caótica e incontrolablemente, no tiene “razón”, simplemente “es”, por lo que lo único que muestra es el despliegue de los mecanismos de homeostasis del Estado. Su fin es disolverse, si en su breve existencia logra algo, bien, si no lo logra, nunca hubo un compromiso de ello. No es un partido, ni tiene medios ideológicos, políticos o económicos de captura de voluntades. En esos movimientos se anda de buena fe. ■

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