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viernes, 26 abril, 2024
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Zacatecas, entre la discordia civil y la miseria

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR • admin-zenda • Admin •

■ Historia y poder

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Cuando en septiembre de 1828 asumió el cargo de gobernador de Zacatecas el inolvidable Francisco Salinas, Tata Pachito, la población estaba a merced de los bandoleros, la miseria y las enfermedades reinaban en todo su apogeo, la administración pública devastada, el caos se adueñó de las antiguas prosperidades mineras y al poco tiempo, el gobernador, con hechos reales y tangibles, dio resultados.

Jamás se olvidará “su inteligente y honrada administración” y gracias a  su visión de estado, su equipo conformado por verdaderos convocantes de una nueva era que le dio fama a Zacatecas de recuperar su estabilidad minera y en agricultura, la felicidad de su gente, la erradicación tajante del hambre y el analfabetismo, el instaurar una nueva visión de la educación, la regeneración efectiva de los presos, la activación de la moral pública, el arte y la cultura como método de aprendizaje humanitario, el castigo público sin escarnio a los corruptos.

A lo largo de su historia Zacatecas ha tenido que vivir procesos explicablemente anodinos al tener que soportar a catervas de auténticos ladrones que se hicieron de investiduras oficiales en ayuntamientos, congresos legislativos o en las manadas ejecutivas como el maspreciado cargo para abonar a las riquezas mal habidas cifras sorprendentes y mansiones y joyas que son un insulto ante las necesidades preocupantes de la joven población zacatecana.

Los gobernadores zacatecanos fueron también testigos de las grandes transformaciones que la vida pública exigía en la modernización del modo de convivencia entre las fuerzas reales de la economía, la educación, la agricultura y la salud, y si al pueblo que fueres haz lo que vieres, muchos trataron de cumplir con “ciertas” preocupaciones que urgían resolver al caso: atacar latifundios, detener las ansias esclavistas de terratenientes y verdaderos amos de casta en pleno siglo XX y lo peor, desdibujar en algo la onerosa impunidad que tanto daño a hecho a la función pública zacatecana.

No todos los gobernadores a lo largo de la sufrible historia de este pueblo  fueron un castigo para su población y si mencionamos a Pankurst o Pánfilo Natera, al mismísimo Jesús González Ortega, son nombres significativos en el ansia permanente de los hogares más pobres que urgieron de paz, salubridad, esparcimiento, atrapar a criminales sueltos, vendepatrias y entreguistas que tras los combates se vistieron hasta de mujeres o curas con tal de salvar el pellejo de la ira popular que exigía castigo a los culpables de su desorden y miseria.

Reiterar que la vocación democrática de la juventud zacatecana se posó en muchas ocasiones en la lentitud y la onda cómoda de las prebendas y los salarios a la salud de sus ideales, muchas veces se topó también con escándalos que alertaban a la Federación al cese de gobernadores golpistas, traficantes de la ley, limosneros a gran escala y estafadores de gran calaña tripartita.

Lo que hoy vive Zacatecas y el resto del país es de suma gravedad y no se puede esconder, pues reina la impunidad, el desorden, la delincuencia desatada, las fosas clandestinas y la práctica de la tortura, la extorsión, el aborto y la depravación y la fiebre de oscuros intereses con rituales de la magia negra y la hechicería.

Lo más sencillo es lo más bonito y en la nueva alborada que un día ha de llegar a este suelo de historia y de cultura, lleve entre los rostros de la gente la alegría de haber cumplido con su esfuerzo para el engrandecimiento de la patria zacatecana y que con nuevas leyes y nuevos códigos de conducta se refuerce ese carácter y temple y valentía que Tata Pachito dejó a su paso. ■

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