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viernes, 26 abril, 2024
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Competencia Reflexiva en la profesión docente

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

Práctica docente, práctica reflexiva, competencia docente, competencia profesional, competencia reflexiva, etc., son términos que se pueden conceptualizar de manera diferente, que pueden entenderse y abordarse de acuerdo a quien o quienes lo conciban, lo conceptúen y, por supuesto, lo conceptualicen; todo esto es un proceso, mismo que, en un primer momento iniciaría con la teorización, sinónimo de construcción de conocimiento a partir de la práctica docente propia; inicia partiendo precisamente de la propia práctica, considerando a la teoría como mediadora y de contraste y, regresando a una práctica renovada y en gran medida transformada. Amén de todo esto, la tendencia del docente siempre debería ser la de plantearse metas profesionales, metas que le ayuden a entender el proceso educativo y la manera de cómo  puede configurar escenarios que sean posibles y funcionales en el contexto donde profesionalmente se forma y transforma.

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Pensemos pues en un docente profesional reflexivo, que a partir de su práctica genere toda una serie de procesos que lleven a la transformación del mismo y del contexto, no podemos concebir un profesional que solo obedezca a una formación técnica y científica, sino que viva todo un proceso de aprendizaje a partir de su práctica; concibamos así a un docente que se vincule a su práctica con un pensamiento de igual naturaleza, práctico. Si el docente  no desea ser autónomo y responsable de su propia práctica, la ejercerá solamente desde una perspectiva teórica, alejada de la reflexión sobre su intervención como docente y, lo peor de todo esto es que vivirá siempre pensando que es el mejor maestro toda vez que cuenta con un dominio disciplinar impresionante; en consecuencia, implícita y/o explícitamente aseveraría que si sus alumnos no le aprenden es problema de ellos, que son burros y no tienen visos de superación.

Dicho lo anterior, considero que se justifica la necesidad de que el docente cuente con un perfil reflexivo, que este sea consecuencia más que de su formación profesional, de su función en el ámbito educativo, un docente que no sea solo disciplinar sino que recurra a prácticas transversales de manera tal que se garantice en él una práctica activa, permanente, innovadora y transformadora. En sí, la competencia reflexiva debe practicarse desde la transversalidad, en ella interactúan la profesión, las  competencias profesionales y las competencias docentes. No se trata de pensar en un docente ideal, se trata de que el docente mismo reflexione, analice y cuestione su propia práctica para que configure escenarios educativos y pueda creer y crear en lo que él como tal puede ser capaz.

La competencia reflexiva no se desarrolla en abstracto, no se excluye de ella ni al sujeto ni al contexto, para que pueda entenderse esta competencia, desde una perspectiva teórica se dice que el actuar del docente debe sostenerse en tres grandes fases: la planificación, la praxis o acción y la reflexión.

La planificación; esta fase se entiende como la preparación de la acción educativa con la intención de llegar a materializar su programación en el aula, situación que le debe conducir a considerar y articular variables como localización y características del centro educativo, entorno y contexto sociocultural, etapa, ciclo, curso, contenidos curriculares y secuenciación, desarrollo de competencias de alumnos, planteamiento interdisciplinar, proyectos educativos transversales, materiales y recursos didácticos para el aula, características del grupo, disponibilidad de tiempos, coordinación con otros docentes, entre otras variables. Esto hace que el docente necesariamente actúe de manera autónoma de forma tal que los acuerdos que puedan surgir en las academias no alteren la dinámica educativa y vulneren la actitud instituyente del docente.

La praxis o acción educativa; es la realización de la acción educativa, es cuando el docente lleva a la práctica su acción anteriormente planificada, toda vez que no es igual lo pensado –planificación- a lo vivido –acción educativa-, la competencia reflexiva será interpelada dado que la conducta del ser humano es impredecible, situación en la que difícilmente se pueden cumplir a cabalidad las metas planteadas por el docente. En la acción educativa es cuando se pone a práctica y prueba la competencia reflexiva toda vez que le permite al docente ejercerla con mayor plenitud, afrontando cada situación concreta y resolviéndola mediante la reflexión en la acción.

La práctica reflexiva; el docente al alejarse de la acción, hace uso de la competencia reflexiva con la finalidad de tender siempre a mejorar su práctica  y  aprendizaje a partir de la experiencia en el aula; somete su práctica vivida en el aula a una reflexión básicamente indagadora sobre la propia acción. Esta fase –la práctica reflexiva-, permite que el docente sea capaz de auto formarse puesto que convierte la reflexión en y sobre la práctica en un hábito consciente que se integra en la actividad diaria.

En conclusión, la competencia reflexiva hace posible que el docente tome decisiones, mejore su práctica en lo individual y en lo colectivo, además, que actúe bajo una perspectiva holística que le permita crecer en la praxis. No debemos ni subestimar ni desestimar el potencial que todo docente tiene, indiscutiblemente, se requiere el darle la autonomía necesaria para que el propio docente determine la manera de profesionalizarse en su propia práctica, creo en los estilos docentes y en que cada estilo es una práctica profesional única e irrepetible; así como creo que cada estructura cognitiva tanto de los educandos como de los educadores es única e irrepetible. No puedo concebir prácticas pedagógicas iguales aplicadas a desiguales, esto sería sinónimo de una actitud desigual e injusta. ■

 

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