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jueves, 25 abril, 2024
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Tiempos de ocurrencias e improvisaciones

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

En Zacatecas está ausente la planeación. No hay planes que regulen la actuación de las autoridades gubernamentales. Los analistas deben hacer uso de la hermenéutica para intentar adivinar los motivos de las decisiones tomadas, porque no hay instrumentos de planeación debidamente validados. Por ejemplo, recientemente se dio a conocer la gestión a través de un programa federal de 22 millones de pesos para remodelar la Plaza de Armas y dejando de lado la belleza o no del proyecto lo que llama la atención es que para ese tipo de acciones debería de existir un plan de ordenamiento territorial-urbano debidamente validado con la población afectada de los diferentes lugares intervenidos o de plana algo llamado Plan de Manejo del Centro Histórico. Analicemos un poco el proyecto de la Plaza de Armas: ahora mismo el Centro Histórico tiene un rosario de problemas muy serios, y por lo cual se ve que el papel del municipio capitalino junto con Sinfra están fuera de razón. Podemos mencionar dos de los problemas que sí son prioritarios y no se han atendido: uno es la condición de cascarón arquitectónico del centro, y además un cascarón desquebrajándose. Si recorremos el sendero que va de Santo Domingo al museo Rafael Coronel, percibimos un sinfín de fincas con pura fachada y derrumbadas por dentro; las que no están en calidad de baldío interior, están deshabitadas porque las familias del centro padecen de tormento urbano: ruido, sobrecarga de tráfico, exceso de cantinas, eternos lapsos de espera para llegar a sus hogares, e invasión de sus espacios para estacionarse. Por ello, llegamos al segundo problema, estamos ante un centro en proceso de despoblamiento, deshabitado. Están quedando sólo bares, hoteles y tiendas de souvenir. Y lo contradictorio del caso es que el proyecto de remodelación de Plaza de Armas argumenta ser un espacio para los vecinos pero por otro lado se profundiza esta condición al hacer del centro un espacio no para vivir, sino para los bares y la fiesta desbordada. Y como a nadie le gusta vivir en medio de la variedad, pues las pocas familias que ahí habitan saldrán huyendo. Con el agravante de que con la huida de estos últimos, la caída de casas y departamentos será mayor. ¿No es mejor preguntarle y sentar a los vecinos, comerciantes, académicos y autoridades para discutir y elaborar un plan incluyente? Los problemas de fondo están sin tocarse. Tal como las fachadas a punto de derrumbarse pero con iluminación escénica, así también la acción del gobierno: dedicado a las apariencias, al espectáculo y dejando de lado a la sociedad.

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Los ciudadanos deberemos exigir la confección de un verdadero plan de ordenamiento urbano, para el Centro Histórico y para el resto de la ciudad. Y un plan que además se abra a la opinión y colaboración de la sociedad: académicos expertos, grupos interesados y los propios habitantes de las zonas afectadas. Porque hasta ahora los ciudadanos no estamos incluidos en la decisión, y únicamente nos toca padecer el proceder arbitrario de la autoridad. Tanto el Gobierno estatal y municipal como la sociedad civil están a tiempo de llevar a buen puerto la planeación urbana.

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