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viernes, 26 abril, 2024
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Ley de partidos: prudencia antes del grito

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Actualmente los partidos políticos no tienen un gramo de confianza ciudadana, carecen de credibilidad, no son vehículos de la participación ciudadana, son manejados por una cerrada burocracia interna que se recicla en cada proceso electoral y bloquea toda posibilidad de renovar u oxigenar los órganos de decisión con nuevos perfiles. Se han convertido en un cerco a los flujos de representación: los ‘representantes’ son designados por jefes políticos, lo cual impide que los candidatos designados sean considerados con autenticidad representantes de algún sector o distrito territorial; en el caso de legisladores, es muy claro cómo responden a las líneas de mando de sus jefes políticos y muy lejos de sus propias militancias, no se diga de las personas que dicen representar.

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En suma, los legisladores salidos de los partidos políticos no representan a los ciudadanos. Además, los candidatos, como están ceñidos a las dinámicas internas en los partidos (que son circunstancias de fuerza de corrientes) no se preocupan por ascender en su carrera política basados en planes de gobierno o en soluciones de política pública, sino en cultivar relaciones de lealtad en facciones políticas que poco se ocupan de estudiar o buscar soluciones a los problemas comunes; efecto: políticos cuya única preocupación es ampliar la influencia y poder de su facción, así como la búsqueda compulsiva de beneficios personales; la solución de problemas sociales específicos es un asunto secundario.

La vida interna en los partidos políticos dista mucho de ser democrática: lo que critican en las elecciones constitucionales, lo padecen en las elecciones internas. Es muy común ver a partidos de oposición (según sea el color del momento) denunciando autoritarismo, trampas e imposición en las elecciones constitucionales, pero practicando eso mismo en su vida interna; efecto: incredulidad absoluta; un partido que exige la democracia que no tiene, está falto de credibilidad. No se diga su transparencia, según los estudios del tema son justo los partidos políticos los que se ubican en los primeros lugares de opacidad de todos los organismos de interés público.

En resumen, si no inician en el corto plazo una autocrítica radical que propicie su regeneración, el sistema político puede entrar en la fase final de su crisis, que conduzca a la ingobernabilidad. Aunque la crisis aún es manejable, si los propios partidos no enmiendan el rumbo en un acto de prudencia, el caos político nos alcanzará. Recordemos la historia de México: el silencio prolongado se convierte en un estruendoso grito. Ese acto de prudencia se llama “ley de partidos políticos”, donde se norme la vida interna de estos institutos para resolver los problemas arriba mencionados: representación, participación ciudadana, transparencia y democracia interna.

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