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viernes, 3 mayo, 2024
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Lo sombrío de una poética ‘technicolor’ [Sobre ‘El paisaje de la boca’, de Rodrigo Peralta]

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Por: GASTÓN MALGIERI* •

La Gualdra 596 / Chile / Libros / Poesía

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¿Se puede pensar ese órgano que es la boca, como un territorio desbordado de recuerdos? ¿Son los labios el lodazal donde la memoria (individual, colectiva) intenta, una y otra vez, hacer pie?

«Caminar fuera de los límites permitidos», dice el poeta en «Bajo los árboles», versos con los que abre el libro. Tan solo seis palabras le alcanzan, para invitar al eventual lector, o lectora a esa casa derruida que también fue nuestro hogar de la infancia.

Claro que, en este acto, Rodrigo no nos está exigiendo credenciales que certifiquen padecimientos comunes, para que sus textos tengan una densidad emocional que logre hacernos temblar el cuerpo al leer. Por el contrario: escribir, es decir, dar a leer, en Rodrigo es un acto que tiene mucho más que ver con el afecto. Ofrece sus poemas, los cimientos de su país derrotado, a compatriotas que tampoco creemos demasiado en la trampa de las fronteras.

Esa invitación a patear más allá de todos los muros, es también, su modo tierno de convidarnos (otra vez) al acto exploratorio al que nos zambullíamos cuando éramos niños imprudentes. Velar al padre, encabronarse por la apatía de los poderosos, en este libro, tienen la misma potencia que la vez que trepamos a lo más alto del único maitén que quedaba en pie en todo el barrio, para ver qué había del otro lado de la miseria.

Cuando me refiero a la cadencia de este mapa sentimental al que somos convidados en El paisaje de la boca, necesito recurrir al lenguaje cinematográfico. Permítanme esta pequeña digresión.

Rodrigo Peralta

Se le atribuye al expresionista alemán Friedrich Wilhelm Murnau el primer plano secuencia de la historia. En su desembarco en tierras norteamericanas, filma en 1927 «Amanecer» (Sunrise: a song of two humans). En ese metraje hay una escena en la que uno de los personajes se encuentra con su amante, en medio de la noche en un marco infinito de un paisaje de llanura. 50 segundos sin corte le bastan al director para enterrarnos hasta la médula en el núcleo tomentoso de ese vínculo, es su propia contradicción.

Rodrigo provoca una alquimia similar con sus textos. Es casi como si nos tomara de la mano para atravesar el chiquero de su país, que también es el nuestro.

Habla de Chile (¿cómo no hacerlo?) pero también, de mi pampa húmeda, de las partes violentadas de la selva amazónica, de una cocina perdida en lo más recóndito de las sierras bolivianas, donde un niño tararea su propia canción de cuna.

Quiero ser justo: no me refiero a su voz, como una voz seducida por los encantos de la globalización moderna.

Lo que intento nombrar, es cierta universalización de la rotura.

Cuando digo «universal», digo también «celebración».

Un poema suyo, podría decir, tal vez: venga conmigo, compañero. Huyamos donde todos nos vean. Convirtamos el circo romano del patio del Liceo, en nuestro propio cuarto, y besémonos para espantar a las autoridades.

Ese poema existe. «Originario sin trayectoria», se llama. Y con él, quiero decir, con la voz de su propio autor, conocí esos versos. De un lado y otro de la cordillera andábamos como sonámbulos con barbijo, escapando de las enfermedades que provoca la ambición de los hombres.

Como dicen los españoles, «mira tú, por dónde», lo del plano secuencia tiene algo fundacional en nuestro cruce afectivo. Un video: Rodrigo en su cuarto, entrada la noche de Talca, mira fijo la cámara del celular y lee:

 

«Sus uñas negras y a todo ritmo
bajo las influencias de un Paradise
en estado de sitio.cl»

 

Gastón Malgieri

No me avergüenza decir que mi voyerismo poético termina en lágrimas. Este hermano chileno, que aún no conozco, habla del patio de mi escuela secundaria, como si la conociera. Finaliza la grabación, como todo lo que hicimos en confinamiento: sin créditos, ni música estridente.

¿A quiénes le leíamos los poetas en el encierro? ¿Qué fe nos hacía exponernos de esa manera impúdica? ¿Es importante saberlo?

Qué importa justificar las tablas de salvación a la que cada uno se aferra en la debacle.

La poesía no ofrece respuestas. De ningún tipo. No es un manual de buena convivencia, un instructivo que hace, por fin, funcional el artefacto.

Rodrigo lo sabe. Sin habérselo preguntado jamás, arriesgo: por eso escribe. Quiero decir: de qué otra forma sería posible esa mirada technicolor sobre el mundo sombrío, si no es, ignorándolo todo.

La poesía de «El paisaje en la boca» es la linterna que alguien más sostiene cuando tomamos la decisión de mirar a los ojos a las bestias nocturnas, para desacralizarlas, y descansar un rato.

Una poesía escrita de y para el cuerpo. Para que el lomo pueda descansar de los disparos.

 

 

*Argentina. Octubre de 2023. Gastón Malgieri (Mar del Plata, 1977). Escritor, fotógrafo y diseñador gráfico. Reside en la ciudad de Río Cuarto. Ha publicado, entre otros títulos: Porfía (Dársena 3, 2009); Transversos (Atarraya Cartonera, Puerto Rico, 2010); Animales poco útiles (Editorial Cartografías, 2019); El reinado de las abejas (Proyecto Camalote, 2021) y “Monocromø” (Kintsugi Editora, 2022). En 2020 realizó la curaduría y producción general de la edición 14ta. del Encuentro Nacional de Poetas, Editores y Lectores, Aguante Poesía, de la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, Argentina. Como diseñador gráfico trabaja actualmente para la editorial argentina Llantén. Obtuvo, entre otras distinciones, el Primer Premio en la Bienal Nacional de Arte Joven (Mar del Plata, 2006). Ha participado con su poesía de diversas antologías, algunas de ellas son: Antología O, editada en Puerto Rico en 2006; FLOTAR, 100 poemas sobre ríos | 100 poetas argentinxs, editada en 2021 por Proyecto Camalote, Argentina; y La lira marica–Una antología de poesía homoerótica argentina, editada por Saraza Ed. en 2022.

 

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