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domingo, 19 mayo, 2024
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Forteana, ¿por qué no?

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

En 1941, a través del editor de Nueva York Henry Holt, la Fortean Society publicó, en un solo volumen, los cuatro libros más importantes de Charles Hoy Fort: “The Book of the Damned” (1919), “Lo!” (1931), “Wild Talents” (1932) y “New Lands” (1923). En 1974 la editorial Dover lo reeditó, sustituyó la introducción de Tiffany Thayer por una de Damon Knight (biógrafo de Fort) y lo mantiene desde entonces en circulación. El tema aparente de los libros esuna curiosa recopilación de viajes interrumpidos, conductas anómalas, lluvias de peces, fósiles imposibles, objetos que se ven en los cielos, oscuridades al mediodía, planetas errantes,esferoides oblongos de metales inanalizables que caen del cielo; por otra parte, el auténtico tema es abolir laepistemología que excluye a favor de una que considere las excepciones: “…si todo cuerpo observable es continuo, mediata o inmediatamente, con otros cuerpos, no puede ser influido por su sola inercia, así que no hay manera de saber qué es el fenómeno de la inercia. Si todas las cosas reaccionan a una infinitud de fuerzas no hay manera de saber lo que el efecto de una sola fuerza impresa sería. Si toda reacción es continua con su acción no se puede concebir como una totalidad, por lo que no se puede saber que es igual y opuesto a ella. O las tres leyes de Newton son tres artículos de fe” ¿Tontería de aficionado a las falacias? Léase “Identidad y realidad” de Emile Meyerson para contrastar; la epistemología nada tiene que ver con la justeza de los cálculos, ni con la confirmación de las leyes, sino con las excepciones. Urban Leverrier predijo la existencia de Urano cuando la orbita observada de Saturno se desviaba de la orbita calculada, entonces imaginó que otra masa gravitante la perturbaba, introdujo las correcciones en los cálculos y logró ajustar la orbita predicha a la observada. Esto lo llevó a postular la existencia de un nuevo planeta. Triunfó, pero cuando repitió el método con la orbita anómala de Mercurio predijo la existencia de Vulcano. Incluso hubo quien reportó haberlo visto. Robert Brown, un botánico del siglo XIX, observó al microscopio partículas de polen en suspensión seguir una trayectoria irregular, que subía y bajaba, iba tanto a derecha como izquierda. Creyó estar ante un fenómeno biológico, sostuvo que el polen estaba vivo. J. C. Maxwell calculó, en famoso artículo para la edición de la Encyclopaedia Brittanica que frecuentaba Borges, la densidad y peso específico del éter lumínifero. Hoy día los cálculos newtonianos de Leverrier han sido sustituidos por las aproximaciones de la teoría general de la relatividad, la biología de Brown por las trayectorias sin derivadas de los procesos de Wiener y, en fin, aunque no se puede demostrar la inexistencia del éter basta ignorarlo porque parece no afectar en nada los resultados de las teorías que prescinden de él (pero léase el prólogo del tomo I de la “History of the Theories of Aeter and Electricity” de E. Whittaker). Los fenómenos anteriores son aceptados porque están explicados en base a algo conocido, son reducidos a la trivialidad, o bien porque han sido suprimidos, la labor de Fort es ofrecer un muestrario de hechos odiosos que no podrían ser ni explicados ni suprimidos pero sí “condenados”. ¿Cómo? De manera sutil a través del currículo universitario. Según Ángel Díaz-Barriga el currículo induce un nexo entre educación y sociedad? ( “Ensayos sobre la problemática curricular”, Trillas, 1999) pero, recordemos, ese nexo no es contingente porque se afianza sobre la objetividad de una estructura social que tiene por hábito, e inculca ese hábito, excluir. Excluir lo que no gusta a las autoridades en turno.¿Qué se debe enseñar? A citar las autoridades establecidas, a pagar mediante pies de página, a ejercer la adulación soterrada en los prólogos, a gestionar proyectos ante la autoridad por antonomasia, el Estado, a amar la patria, creer en el cambio gestionado por las instituciones y a suprimir citas como la siguiente: “Hace muchos años una roca, que parecía un meteorito, cayó en el Valle del Yaqui, México, y la sensacional historia de que contenía inscripciones humanas fue de punta a punta del país” (Charles F. Holder, Scientific American, sept. 10, 1910) Pero la técnica más sutil es aprender a subvertir la subversión normalizando la disidencia; hacer de la ruptura una tradición (cfr. Octavio Paz “Los hijos del limo”) para aspirar a ser, ¡por fin!, modernos. Tal es la función de la “filosofía posmoderna”: conducir las energías sociales a la irrelevancia mediante el cultivo del pesimismo ramplón, la melancolía taimada, el desdén provocador, los contratos estatales para criticar al Estado y la certeza que desde el cubículo y con un discurso atronador se abrirá el misterio de la realidad. Dejemos el currículo, las universidades no tienen remedio volvamos a la epistemología de las excepciones. El racionalismo crítico de Popper es una tal, pero no aporta datos sino “metodología”: lo que queremos, en primer lugar, es el dato, y si es descabellado mejor, si lo condenan todas las autoridades mucho mejor, si de él podemos inducir hipótesis aún más absurdas habremos triunfado: la ciencia comienza en el absurdo para concluir en las aulas.

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