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sábado, 18 mayo, 2024
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La trágico pastorela mexicana

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Por: ISRAEL GUERRERO DE LA ROSA • admin-zenda • Admin •

Palíndromo

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Las pastorelas podrían entenderse como una representación sociológica de las aspiraciones del ser humano, pero además es la representación dialéctica del bien y el mal. Su argumento se basa en que unos pastores anunciados por la buena nueva emprenden el camino en busca de llegar a Belén para adorar al niño Dios. En el camino los pastores son tentados por diablos asociados a los pecados capitales, quienes ponen una serie de obstáculos para que los pastorcillos no puedan llegar a su destino, lo que pone a prueba la fe y solidaridad de los andantes.

Aunque la trama y los personajes son simples, estos últimos no dejan de estar impregnados por características que exponen ligeros vicios y debilidades del ser humano y que en algunas representaciones son maximizados para potencializar los defectos con un fin moralizador. Entre estos encontramos la pereza, la ignorancia, la superstición, la gula, la envida, por mencionar algunos.

En estas representaciones el bien siempre vence al mal y los pastores guiados por el Arcángel San Gabriel logran llegar a su destino y cumplir su objetivo que es la adoración del Mesías.

En franca alegoría navideña, si entendemos que la llegada a Belén es el símbolo de un estadio al que se aspira, y el camino es la ruta trazada por una sociedad y su gobierno para llegar a ese punto aspiracional, en el México y actual y sin un ánimo pesimista, en la pastorela mexicana no se vislumbra un final feliz, no por lo menos en lo mediato y mucho menos en lo inmediato.

Y es que si en algún momento el pastorcito líder, asumido como redentor nacional – basta revisar la portada de la revista Times de febrero de 2014 “Saving México”- y con la aprobación de las reformas estructurales bajo el brazo trazó el camino junto con los otros pastorcitos miembros de su equipo para mover a México, desde hace un par de años observamos que perdió el rumbo y que en lugar de acercarnos más a Belén cada vez nos alejamos más de ella.

Dentro de esas reformas estructurales, la energética nos permitiría llegar a Belén ya no a “pie” como en las pastorelas, sino que a través de un cómodo vehículo, aún y cuando el camino fuera sinuoso avanzaríamos a mayor velocidad; discurso que dista mucho de la realidad al preverse un aumento en la gasolina para el próximo año y con episodios de escasez del combustible que genera miedo e incertidumbre en una sociedad poco informada.

En la pastorela de Peña Nieto, también los vicios se han maximizado y tanto él como su equipo han dado muestras de una rapante impunidad y corrupción, haciendo de estos excesos los pecados capitales y principales obstáculos para el desarrollo.

Las recetas neoliberales que han servido como guía para definir el “bien y el mal” en materia económica han potencializados los defectos del propio sistema,  incrementado las desigualdades que tienen al país varado y sin rumbo.

La inseguridad y la delincuencia no solamente son los “demonios” que se encuentran apostados a los lados del camino hacia Belén, sino que derivado de políticas públicas negligentes han encontrado un caldo de cultivo sumamente fértil dentro de una sociedad con grandes brechas de desigualdad.

La sátira de la pastorela presidencial no podría ser más cruel cuando el presidente ha sido estigmatizado por la sociedad, producto de sus errores y de los de su administración, como una especie de “Bartolo” de la pastorela, personaje cómico y palurdo.

De igual forma, las luchas intestinas por liderar a los pastores han fragmentado al propio grupo de Peña Nieto, quien siempre tentado por el demonio del dedazo ha buscado perfilar pastorcitos que le releven al frente de la peregrinación. Sin embargo estos miembros del gobierno de los pastores sólo han extraviado los víveres que les encargaron administrar en el trayecto a Belén, por lo cual gozan de muy poca confianza. Ya de plano, no vemos que ni la estrella de Belén, aquella que guío a los “Reyes Magos” nos pueda servir de brújula.

Sin embargo el extravío del camino no sólo es responsabilidad de quienes van al frente de la romería, es, también de la gran mayoría de los pastores que a los largo del camino han transitado de manera inercial y comodina sin el interés de participar en las decisiones.

Los pastores deben organizarse, entablar un diálogo interno para definir el camino a Belén, alzar la voz y exigir ser escuchados por aquellos que encabeza el gobierno, romper el esquema de procesión para andar hombro a hombro y no unos detrás de otros,  vigilar y auditar a quienes llevan los víveres; el sendero es demasiado espinoso, complejo y bajo una orografía difícil, que por si fuera poco cambia de manera constante, como para dejar las decisiones  todo en manos del gobierno de los pastores. Llegar a Belén es una meta en esas fechas navideñas, redefinamos el camino trazado.

Con el ánimo exacerbado por las festividades decembrinas y el amor flotando en el aire, deseamos felices fiestas y nos leemos en  la próxima entrega de Palíndromo, de izquierda a derecha y viceversa. ■

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