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miércoles, 8 mayo, 2024
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Democracia en tiempos de enojo

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Cabe poca sorpresa de los resultados de la elección que tuvo lugar el domingo próximo pasado en Argentina. Si bien, los resultados de la primera vuelta despertaron cierta esperanza en quiénes ven (vemos) a Javier Milei como un caso extremo de populista de derechas (sí es que eso existe, pues el populismo se cuece aparte en cuanto a ideologías), el fenómeno ya estaba ahí, y, haciendo un recuento breve de lo que ha venido pasando en el mundo en la última década, lo cierto es que los proyectos políticos populistas perdedores han sido la excepción y no la regla. La democracia, como nunca antes en su historia, se encuentra en la peor de sus encrucijadas: no tiene como adversario al totalitarismo sino al simplismo, que, como ya hemos citado aquí, Daniel Innerarity identifica como el principal enemigo de la democracia en nuestros días.

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Los resultados de una democracia que dejó pasar y en muchas ocasiones fue instrumento de un capitalismo voraz, ha repercutido en la confianza que se tiene sobre el “peor sistema que existe, a excepción todos los demás que se han inventado” (Churchil dixit).  No es que la democracia haya fallado, sino que, los demócratas, liberales, conservadores, progresistas y el resto, se dejó utilizar por un sistema cuyas ganancias se fueron acumulando en la cúspide de nuestras comunidades, a costa del resto, incluido el ecosistema y el planeta mismo. Desde luego, proyectos como el de Milei, Trump y otros en el mundo, no son sino una máscara que oculta aún la peor cara de este sistema. En otros casos la falta de seriedad, profesionalismo y el atropello de las instituciones democráticas, que al final de día garantizan derechos, entre ellos los sociales, no hacen sino empeorar el estado de la cuestión para quiénes más necesitan, pues profundizan el desequilibrio de la balanza imposibilitando la justicia social, al demoler órganos del Estado que, si bien no terminaban de garantizar dichos derechos, en algo cerraban la brecha que implica nuestra tremenda desigualdad.

Casos como los de Milei seguirán siendo sí desde el lado crítico solo se expresan condenas, se hacen juicios sobre el electorado y no se realiza una exhaustiva autocrítica de lo que la democracia ha dejado de representar y el reclamo que hoy, traducido en votos, ha logrado desbancar proyectos que apuestan por la democracia liberal y se ciñen a sus instituciones, formales e informales (éstas últimas, por cierto, que han cobrado relevancia y han permitido identificar también serias lagunas de nuestros marcos constitucionales, que eran cubiertas por “buenas costumbres” de los actores políticos del siglo pasado).

Condenar y analizar desde la superficie la elección que recién hicieron los argentinos marcha por el mismo camino que nos mantiene en este interregno de la democracia liberal en el mundo. No obviemos que el aprecio por la misma sigue decayendo, mientras que quienes la defendemos nos mantenemos con la vista puesta en el retrovisor, sin más opción y propuesta que lo que ya no basta para gestionar el enojo y otras tantas emociones políticas. 

La democracia en tiempos de enojo, requiere de esperanza, audacia, inteligencia y, sobre todo: sensibilidad social, empatía y solidaridad.

@CarlosETorres_

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