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viernes, 3 mayo, 2024
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Un paréntesis de comentarios de cine ahora que el mundo es bélico

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

La Gualdra 595 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku

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Hace tiempo que no hemos podido escribir y actualizar nuestra querida columna Desayuno en Tiffany’s, mon ku. Desde hace dos semanas me había comprometido con Jánea a que ya enviaríamos nuevos artículos sobre cine, pero es que de las películas hasta ahora vistas de la preselección de los Premios Lumières de la Prensa Extranjera en Francia no nos hemos topado con ninguna que nos emocione, ni para bien ni para mal.

Esta vez, sin embargo, queremos hacer un paréntesis en nuestros comentarios cinematográficos, no sólo por la poca emoción generada en las películas que he visto recientemente, sino porque el modo que se pensaba había terminado con los conflictos bélicos mundiales no ha sido así.

Desde hace ya casi tres cuartos de siglo que el territorio de Palestina está siendo invadido por el imperialismo israelí -éste será el único párrafo que vamos a dedicar al tema-. Desde esta situación se pueden considerar diversos matices: que si es Hamas el grupo terrorista, extremista e islamista que ha provocado la situación; que si es la ambición israelí la que sin piedad está devorando la franja de Gaza. Desde dónde viene o quién tiene la culpa es importante y no podemos plantearnos neutrales, pero es difícil desenmarañar a las causales. Lo que es verdad es que los equipos de noticias estadounidenses, que son al final de cuentas los que con o sin corresponsales, van contando la historia del lado americano (continental) están centrando el problema en el terrorismo y en las consecuencias que éste provoca, de ahí la reacción natural del Estado de Israel. Curioso, que sea por un pequeño grupo terrorista que se omite hablar del resto de la invasión y genocidio. Eso no se cuenta.

Pero, cómo directamente nos afecta a nosotros. Desde hace años doy clases en la Universidad de París, en Francia, y desde los ataques al Bataclan en noviembre del 2015 no se había vuelto a imponer la alerta antiterrorista. Ahora ha regresado.

Parece que la causa es el asesinato de Dominique Bernard, profesor de secundaria en la ciudad de Arras el pasado 13 de octubre a cuchillazos por otro terrorista. Este asesinato y los lesionados que causó el mismo ataque han vuelto a imponer el estado de alerta. Lo más evidente es que la situación viene causada por ambos acontecimientos: la guerra y el asesinato citado.

Otra vez para entrar a la universidad hay vigilancia; es necesario dejar que haya control y revisión de todos los bultos y mostrar identificación -no pueden entrar a las instalaciones quienes no tienen credencial de la institución-. 

De nueva cuenta hay soldados en las estaciones de tren y rondines en los metros. En México es cotidiano y ya hasta ni llamativo es ver soldados en las calles, pero en Francia es todo un suceso. 

Otra vez hay ojos de desconfianza en la población, en los barrios y en los parques. Y es inevitable otra vez la amalgama racial, nacional y religiosa. Todos pueden ser victimarios y todos son sospechosos, por supuesto, cuando decimos “todos” nos referimos a los extranjeros de culto musulmán. 

Preguntas de la laicidad resurgen y un gesto tan cotidiano como que el que una chica entre al baño de la universidad para desmaquillarse es un asunto de control: las estudiantes musulmanas que llegan a la universidad en la mañana con el velo puesto luego van a los lavabos para quitárselo y maquillarse; así pueden pasar el día como -digamos- cualquier chica moderna universitaria; pero, antes de regresar a casa vuelven a los baños para reacomodar y quitarse el maquillaje. En la mañana y en la tarde, en ambos momentos, tratan de cerrar la puerta de acceso a los baños, pero los agentes de seguridad se los prohíben, porque si bien pueden entrar al recinto con velo (símbolo público de la religión), las puertas interiores deben quedarse abiertas y el control es de la seguridad: respeto y libertad religiosa; respeto y laicidad. Sigue siendo un tema controvertido y que clama por olvidar que existe lo políticamente correcto para posicionarnos sin tanta civilidad.

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