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sábado, 18 mayo, 2024
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Nuevo líder: entre la autocrítica y la tormenta perfecta

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Por: QUITO DEL REAL •

  • El son del corazón

En este momento, nuestro país se enreda como ave a punto de perder su vuelo, atrapado entre corrientes sociales y económicas que descomponen campos y veredas. México ha dejado de ser  espacio de la felicidad; la puerta está abierta para que ingresen, en torrentes, vientos destructores, inéditos por su potencia.

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La política ha fallado. La política que, en teoría, garantiza la soberanía de los mexicanos, no aparece para interceptar y combatir la peligrosa inminencia de las sombras.

En México no existe una política que eleve y dignifique las acciones de su conglomerado social. Han pasado décadas clave de nuestra historia nacional y no podemos reconocer cuál es el periodo paradigmático que oriente nuestro rumbo y destino.

Las cabezas dirigentes no hablan el lenguaje del pueblo; en su obsesión por el poder, no aprendieron las reglas básicas para superar los recientes capítulos nocivos de la historia patria y, al evitarse hacerlo, se convirtieron en una furiosa plaga neoliberal que ataca, en su loca carrera de saqueo y depredación, al indefenso cuerpo nacional.

Hoy como nunca, nuestras falencias y defectos resaltan, y nos descubrimos fríos, atónitos y extraviados.

 

En la tempestad y sin política

Los especialistas en economía insisten acerca de la “tormenta perfecta” que aguarda sobre México (ver: Sin Embargo, 21-8-15). Algunos de ellos confirman que el gobierno federal carece de canicas en su bolsa de instrumentos; esto es, no tiene política. Se conmueven al describir el tobogán que ubica a nuestra moneda en los niveles más bajos de la historia, en el momento justo en que se padece el descenso de los precios del petróleo. Reconocen la drástica caída de las expectativas de crecimiento y comienzan a sospechar que las reformas estructurales, tan caras al presidente Enrique Peña Nieto, no contienen la trascendencia que él creía.

Agregan, entre otras cosas, que nuestro país cruza por un periodo de incertidumbre económica, imposible de solventarlo aún con la implementación de ventas y subastas de dólares por parte de Banxico; además, se observa una creciente inquietud y desaliento por parte de los inversionistas, ante los procedimientos oscuros y dubitativos que fueron desplegados por las autoridades en los acontecimientos de Ayotzinapa y Tlatlaya.

La economía mexicana tiene un desempeño nebuloso, sin antecedentes y, de acuerdo con la opinión de varios editorialistas internacionales, es de pronóstico reservado, debido a la desaceleración que amenaza con acentuarse en el segundo periodo del año.

En fin, en este momento, cuando el dólar aplasta como una insecto al peso, ya experimentamos la intensidad de la “tormenta perfecta”, constituida por factores externos, internos, y políticos y sociales. El coctel muestra sin pudor su composición, ya no es posible tapar el mal momento con el consabido numerito de responder o compensar, a base de una intensa propaganda en los medios.

 

Un tropiezo más en lo mismo

Hay quienes observan en este escenario un argumento favorable para cambiar algunos hombres en el gabinete, por lo menos a los más ineptos. También lo advierten como la fuente de las próximas crisis electorales del PRI. Para ellos, el olor a pólvora que empieza a dilatarse, producto de la morosidad con que responde el gobierno federal, forzó la sorpresiva decisión de Enrique Peña Nieto de cambiar, sin la conformidad de la secta cristalizada de Toluca, al líder de su partido, el PRI, para garantizar triunfos en las futuras elecciones y darle un nuevo aire a las medidas neoliberales enlistadas en el Pacto por México.

Así, el Lic. Manlio Fabio Beltrones Rivera aparece como ente providencial, como el ángel propicio que va a poner en orden a la militancia de un partido atacado por las polillas y, en sentido riguroso, insalvable en lo ideológico e intrascendente en el diseño de su política partidaria. Se asegura que él será, a partir de su experiencia, su lealtad al partido y su olfato para interpretar los sucesos políticos, quien ponga en orden, a favor de Peña Nieto, el escenario descompuesto que amenaza, con tintes dramáticos, la chamba y eterna continuidad de los funcionarios del PRI y del gobierno federal.

Sin embargo, tres eventos aparentemente triviales cuestionan de inmediato el rigor y la supuesta infalibilidad del señor Beltrones. El primero, cuando declaró que ya no habrá “sana distancia” con el presidente; con él hasta la saciedad, porque “La cercanía con el presidente, las consultas cotidianas con él las haremos por una razón fundamental: somos el partido en el gobierno y el gobierno es Peña Nieto”.  O sea, la llegada de Manlio no abona ilusiones favorables a la independencia del partido; para él, vale más continuar con el ejercicio corporativo de antaño y atajar los sueños de quien considera al nuevo líder como un agente de cambio, audaz, novedoso y con perfil propio, con ideas frescas y tenaz elaboración reflexiva.

El segundo, al tomar protesta como nuevo presidente del PRI, ofreció diálogo y voluntad de acuerdos con las otras fuerzas partidarias y, en un peculiar mensaje a López Obrador, sostuvo que responderá a los pasados de lanza que usan la ofensa y la diatriba como método de hacer política. Lo afirmé en este espacio: Beltrones trae como estrategia y plus, para demostrar por qué fue nominado por Peña Nieto, disminuir con los materiales disponibles las embestidas del Peje y, mediante este procedimiento, adelgazar paulatinamente su alto porcentaje de intención de voto.

El tercero, en el mismo acto de toma de protesta demandó, de manera inaudita, a sus militantes, cuadros y dirigentes, ser, escúchese bien, ¡absolutamente autocríticos!, para reencontrarse con las bases populares, servirlas y apoyarlas de frente a los desafíos que encararán al inicio del cuarto lustro del siglo XXI.  Lo hizo rodeado de varios gobernadores facinerosos, de bastantes dirigentes rapaces, de funcionarios incapaces, quienes aplaudieron a rabiar el asunto ese de que “el PRI mantendrá con el Presidente de México una constructiva y fructífera relación de diálogo y reflexión. Con el respaldo y cercanía de su partido, al presidente Enrique Peña Nieto le va a ir bien”.

 

Un regreso a la cordura

¿En qué consistirá tal autocrítica? No se sabe, como tampoco se escuchó algo acerca de la democracia interna del partido, de la libertad de expresión para sus miembros, de la transparencia en las designaciones, de la consignación de los militantes, cuadros y funcionarios  corruptos y ladrones que desprestigian al PRI. Aún más, el Lic. Beltrones fue parco para criticar, en primera instancia, a los dirigentes partidarios anteriores, célebres por su servilismo al presidente y no habló acerca de los signos ominosos, atraídos por décadas de aplicación del librito neoliberal. Es evidente, Beltrones Rivera no fue más allá de conjuntar algunas frases de circunstancia.

Los exegetas que se adelantaron en interpretar con romanticismo cada frase del nuevo líder del PRI, ahora pueden comprender que los saldos negativos del cuadro político, económico y social que muestra nuestro país, acaso proyectarán al Lic. Beltrones Rivera como dirigente de mediano registro.

Manlio Fabio trae buena prensa. Lo camelan, lo inflan y lo ensalzan como si fuera dios en la tierra. Sin embargo, la realidad trae, traerá, una carga crítica que disolverá las amalgamas con que frotaron, en fiesta adulatoria, el rostro del nuevo líder del PRI. ■

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