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sábado, 18 mayo, 2024
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Aquarius, de Mendonça Filho: historia de un edificio y una mujer

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Por: CARLOS BELMONTE GREY • admin-zenda • Admin •

■ Cineasta brasileño habla de  una alegoría del amor a la tierra y la fuerza de la memoria

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■ La cinta aborda de manera sutil el problema del monopolio y la agresividad de la especulación inmobiliaria

Invitados, periodistas y cinéfilos suertudos, esperábamos en la Sala Teatro Lumière a que por la alfombra roja principal del Palacio del Festival de Cannes desfilaran el realizador Kleber Mendonca Filho, la primera actriz Sonia Braga (expareja de Robert Redford), y los actores Maeve Jinkings, Irandhir Santos, Humberto Carrão y Zoraide Coleto, para que entraran a la sala y darle el aplauso de bienvenida que da bandera verde para el inicio de la proyección de la película. Cuando de repente, al final de la escalinata, el equipo del film y el crew que estaba dentro de Palacio dieron media vuelta hacia los fotógrafos y mostraron unos letreros “En Brasil ha habido un golpe de Estado”, “No permitamos el golpe de Estado”. Al principio hubo entre los asistentes sonrisas de incomprensión hasta que se empezó a correr la explicación que los artistas hacían referencia a la deposición de la presidente de Brasil. El director del festival, Thierry Frémaux, también sorprendido les invitó a que posaran más tiempo frente a las cámaras, incluso ya al interior del palacio animó al camarógrafo oficial a que tomara en primer plano los carteles. La ovación fue completa para el equipo de la película Aquarius de la Selección Oficial -única latinoamericana- y en Competición por la Palma de Oro.

Aquarius, dirigida por Mendonça Filho es la historia de Clara (Sonia Braga), un sesentera y antigua crítica musical, nacida en el medio burgués de Recife, Brasil. Ella vive en el edificio Aquarius, construido en los 40, frente al mar y sobre la burguesa avenida Boa Viagem. Clara es la única persona propietaria de un departamento que se ha mantenido firme ante las embestidas de compra de una fuerte empresa inmobiliaria que ya ha comprado el resto del edificio con el objetivo de reformarlo. Se inicia entre ellos una guerra, Clara resistiendo y la empresa ideando maniobras que la fuercen a salir.

Mendonça lleva a través de esta historia en microcosmos una alegoría del amor a la tierra y la fuerza de la memoria. ¿Resistir u oponerse a actualizarse es mostrarse anticuado? Parecería la pregunta principal. Pero no es la única, también se plantea la importancia del derecho a cuidar la historia individual frente a la homogeneización de las globalizadoras.

Braga, que con esta actuación se ha apuntado como fuerte candidata a llevarse el premio a la Mejor Actriz del Festival, conserva la belleza y sensualidad que la caracterizó en la década de los 80. Pero si en esa época era considerada un sex-symbol siempre asociado a la mujer sexualmente liberada, en esta ocasión su personaje carga el peso de la trama y se expone en sus facetas de madre liberal, intelectual burguesa, viuda con deseo sexual y amputada de un seno cancerígeno. Mujer que no se deja aplastar por los educados rechazos de hombres que la consideran mujer incompleta o de hombres de negocios que la tratan de abuela loca. El director fue claro:

“Desde el inicio de la escritura del guión el film estaba consagrado a Clara, debíamos de estar con ella, y el punto de vista del cuadro es, la mayor parte del tiempo, el suyo. El contacto que podemos tener con los otros se produce por su intermediación, por el de que las otras personas viene a tocar a su puerta o a hablar con ella, o incluso porque ella va a hablar con alguien. Estar pegado al personaje de Clara es lo que permite generar una sensación de inestabilidad o de inseguridad”.

De esta manera la película tiene dos personajes principales, una mujer de edad madura y un viejo inmueble: los dos tienen más o menos la misma edad y los dos son prueba del gusto del director por conservar objetos, documentos y recuerdos.

Además, son una respuesta contra la ola de “ataques” publicitarios que “obligan” a la gente a comprar cosas que uno no necesita. Entonces, en lugar de abordar de forma frontal el problema del monopolio y la agresividad de la especulación inmobiliaria, Mendonça ha preferido tocar el asunto de una manera sutil a partir del ciudadano ordinario, del que se tiene que mudar y ver cómo su casa es destruida para levantar, en seguida, un edificio “moderno”.

El final de la película es a remarcar, porque conserva la cadencia del resto de la historia, con planos finales que reenvían inmediatamente a las imágenes del inicio pero sin cerrar con una conclusión sobre los personajes, tal como suelen ser los códigos típicos de las historias. En fin, un filme que se presenta como un serio participante para obtener la Palma de Oro. Hoy conoceremos el palmarés completo.

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