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domingo, 5 mayo, 2024
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La democracia confinada por mucha corrupción

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Por: QUITO DEL REAL • admin-zenda • Admin •

El son del corazón

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Para despertar del optimismo a quienes hablan con pasión democrática, el poderoso sistema de control social que envuelve a nuestro país echa, de vez en cuando, un ronquido escandaloso. A menudo les recuerda que no pueden levantar el vuelo sin pedirle permiso.

Todos los días, los analistas mexicanos y las plumas más reconocidas del espectro periodístico nacional escriben referencias almibaradas de algo inexistente: la democracia. Los ensayos y artículos se acompañan de frases de esperanza, y se obstinan en conmover al público con una secuencia de razonamientos románticos, para ser encajados en la cabeza aturdida de los crédulos.

Las teorizaciones y la multitud de citas acerca del tema que hoy comento, se convierten en hilos de legitimidad de los escaladores, en argumentos de futuros discursos; finalmente, estas sólo son mantras o frases mágicas con que  se consigue cautivar la atención de los electores, y ocultan que, al menos en nuestro país, la democracia arrastra notorios extravíos.

¿Fracasó la democracia liberal en América latina y, concretamente, en México? Hacer esta pregunta incita a penetrar en una zona peligrosa del debate, donde los que critican el dogmatismo son dogmáticos naturales y los que cuestionan el populismo siempre agarran camino para hablar por los demás. Lo cierto es que la democracia no puede sobrevivir sobre las aguas putrefactas de la corrupción, donde el orden político es prisionero del clima moral.

La democracia es apenas un puñado de frases logradas, mientras la realidad descompuesta se reinventa, y reconvierte, sin presentar combate frontal contra las tradiciones históricas corruptas.

Argentina, Brasil, Venezuela y México hacen su experiencia democrática en un hediondo fangal. No se puede aceptar que la corrupción de esos países demande el patrocinio de golpes de Estado civiles o militares, pero, ciertamente, algunos funcionarios de varios estados latinoamericanos, pertenecientes a regímenes progresistas o autoritarios, son investigados por haber caído encantados ante el brillo del dinero prometido por las corporaciones trasnacionales, o extraído de las arcas nacionales.

 

Cuando los hábitos sociales se pervierten

La lana, señores, es la verdadera motivación para andar en medio de la danza. El saqueo del patrimonio público o el espíritu de empresa justifican una guerra de exterminio permanente contra el enemigo; ponerse trucha  frente al áureo resplandor de un soborno o un “entre”, es un acto genuino de rentabilidad monetaria.

Entre la maraña de grupos e intereses decididos a controlar las finanzas públicas, pierde respiración la democracia; es como si una enorme soga apretara su garganta y le impidiera expresar un ay de dolor, o un ya suéltenme traidores. Ya no sobresalta escuchar la voz de una utopía convertida en fantasía, porque la nuestra, como muchas más, es una democracia que comienza con un favor y termina en una terrible guerra de intereses.

La corrupción se convirtió en hermana siamés de la democracia sin que ésta lo advirtiera. La corrupción es el verdadero modus operandi de los partidos políticos de México, es el eje configurador de la flaca reserva neuronal de los burócratas y grillos de linaje.

Astuta, se moldeó en la sombra proyectada por las institucionesy logró integrar nuevos elencos, más jóvenes y con una visión timorata y servil del horizonte, para apuntalar un sistema de control social que se niega a morir. Como lo describió sucintamente  Gabriel Zaíd: “La corrupción no es una característica desagradable del sistema político mexicano: es el sistema. Consiste en declarar que el poder se recibe de abajo, cuando en realidad se recibe de arriba; es disponer de las funciones públicas como si fueran privadas” (“La propiedad privada de las funciones públicas”, en: La economía presidencial, Ed. Vuelta, p. 161, 1987).

Sin embargo, varios comentaristas políticos, de los más destacados en el país, afirman que todavía no está dada la última palabra. Permítanme dudarlo. A ellos les estimula constatar que, en términos relativos, las cosas están cambiando. ¿En qué, en dónde?

Asunto curioso: Enrique Krauze, generoso self made man y representante atípico de la derecha mexicana,  comenta su visión con cierto desencanto: “A pesar de la derrota del “sistema” en 2000, la corrupción no solo subsiste, sino que se ha acentuado y generalizado. Con la transición a la democracia, la corrupción ha emigrado y echado raíces profundas en algunas entidades. Libres del control central pero ricos en apoyos federales, los gobiernos de los estados han hecho una réplica del “sistema” en sus dominios”  (“Desaliento de México”, en Letras Libres, mayo, 2016).

Este cuadro adquiere contraste, en función de la endeble oposición ciudadana que se manifiesta en las calles. Muy al estilo del Far West, las bandas de esbirros y funcionarios ladrones vuelcan su energía en los espacios carentes de Estado, sobre las masas sorprendidas que, como afirmó el extinto poeta zacatecano Jorge Salmón Ríos, “leen las cosas con ojos de vaca”.

No me propongo esclarecer con el pesimismo por delante, pero deseo hacer la denuncia de algo embarazoso: la gangrena y su pus se estancaron en la superficie de este gran país acaso para no regresar. Y no hay pócima milagrosa para revertirla.

Cierro la maraña del “pesimismo creativo”, con la visión categórica de Héctor Aguilar Camín: “La democracia fue la gran promesa del México de principios del siglo XXI. Hoy es una de sus grandes decepciones. ¿Qué pasó? La diosa que iba a curar todos los males dio a luz una creatura irreconocible que produce hoy rechazo y desconfianza en la mayoría de los mexicanos” (en: “Nocturno de la democracia mexicana”, Nexos, mayo de 2017).

 

El poder es daga y escudo del miedo

En Zacatecas se realizan experimentos inéditos para alcanzar la democracia. Ahora se inauguró un periodo de guerra sucia entre el diario trajinar de un periodo electoral y, en el cenit de la tensión dramática colectiva, se descubrió el alhajero de los funcionarios de mayor jerarquía y se divulgó la procedencia sospechosa de cuentas, fincas e inversiones de varios personajes.

Ante el vacío de idearios y programas verdaderamente relevantes, la oferta política se concentra en la intriga, el montaje y la traición. Todos felices.

¡Ay!, el verbo de moda es corromper.

Ya lo apunté, la sustancia del modus operandi político mexicano es “democrático”: apañar dinero por la libre, agenciarse propiedades por sus pistolas, afanar al incauto. No condenen, no se indignen. Podemos continuar en el sueño sin temor. ■

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