¿Machista yo? -Me decía en broma un buen amigo- “Machista Dios que las hizo inferiores” remataba con humor provocador, cuando me mostraba que el macho, como el racista y como el homófobo, no reconoce su enfermedad aunque tenga todos los síntomas.
Sucede que no saben que lo son, asumen que sus prejuicios son intuiciones, los insultos son descripciones y las críticas de los demás, exageraciones.
Hace un tiempo se desató campaña en redes para impedir que un grupo de migrantes se alojara en la Unidad deportiva de Colinas del Padre, y se asumía como previsible verdad, que su cercanía ponía en peligro a los habitantes de esa colonia. Lo decía gente de bien, católicos devotos y filántropos de ocasión que asumian como natural autodefensa la presunción de criminalidad del migrante.
Esa ocasión tocó a ellos, pero nadie está libre de ese pecado. Cierto es que así hemos sido más o menos educados, pero cierto también que quitarnos ese aprendizaje es posible y deseado.
¿quién podría regresar a sus canciones favoritas, a sus películas y programas sin encontrar en ellos algo de esto?
La crítica política tampoco ha quedado libre de ello. A la senadora Citlali Hernández se le insulta con frecuencia por su sobrepeso, Meade desataba burlas por su color de piel y a Gibran Ramírez se le crítica a partir de su físico.
Todas esas bajezas cuando menos tienen el límite de terminar en el protagonista de la crítica y no de extenderse a su familia pese a que la realizan voces anónimas o sin mucha popularidad.
A diferencia de todos ellos, el conductor Chumel Torres usó como ataque político el aspecto físico de un menor edad en uno de sus chistes en los que de forma habitual había también misoginia y clasismo.
Como en su caso esto es regla y no excepción, sorprendió cuando el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) lo invitó para participar en un foro en el que tendría que ser más objeto que sujeto de estudio.
Cundió la indignación en redes y con más de cien mil tweets en ese tenor remató el de Beatriz Gutiérrez Muller y dicho foro fue cancelado.
Al final la discusión se dio en otro espacio, y tal como se preveía el comediante reafirmó su posición como la correcta y sin posibilidad de autocrítica alguna, pese a lo que sus interlocutores argumentaban.
Intentó escabullirse en el argumento de que así habíamos sido educados, pero cuando el actor Tenoch Huerta le argumentó que ahora habia posibilidad de deconstruirse optó por la bandera del martirio político.
Clamando tolerancia a su intolerancia, no discriminación a su discriminación, en el foro, pero sobre todo en las declaraciones posteriores el comediante enarboló su libertad de expresión, y su superioridad geográfica frente a quien llamó “el viejito” y el Nerón de Macuspana”.
Algunos como Adal Ramones o Felipe Calderón apoyaron la estrategia Juan Escutia, otros recriminiaron la banalización.
En un país donde Miroslava Breacht fue asesinada por dar a conocer nexos de la delincuencia organizada con los gobiernos locales, o donde Ana Lilia Pérez tiene que salir del país por desnudar la corrupción en una paraestatal, hablar de persecusión por cancelar un foro, es ofensivo.
Cuando parecía que el agua se había calmado, apareció la entrevista que Chumel Torres dio a la agencia EFE en la que aseguraba que no iba a cambiar, porque consideraba que lo que hacía era “correcto y daba risa y ya”.
Tres horas después de esas declaraciones la compañía internacional HBO suspendía sus programas y abría una investigación.
En la rumorología se acentuó la creencia de censura estatal entre quienes ya apuntaban en ese sentido. En el lado contrario, se asumió como una respuesta lógica ¿Qué marca, que compañía quisiera enlazar su nombre a un clasista que no tiene el memo ánimo de cambiar?
Si las estatuas de personajes históricos están a discusión, si nos cuestionamos la conservación de películas, canciones y televisión del pasado por lo que ahora podríamos detectar, ¿Cómo podría tolerarse la discriminación de hoy solo por la soberbia del buleador?
