Mientras una “normalidad” patológica se ha instalado en la urbe, con graves problemas de deterioro institucional, político, social y económico, aunado a la incredulidad de una parte significativa de la población que “niega” la existencia de la pandemia del Covid-19, el turismo como actividad económica comienza a fraguar una importante campaña para el fortalecimiento del turismo interno.
La doble composición del turismo, con una esencia eminentemente cultural, y su otra mitad orientada a la generación de riqueza económica, dificulta su traslación ante esta nueva realidad, debido a que, aun siendo la cultura un bien de primera necesidad como así ha sido demostrado a nivel global, no se aprecia en lo inmediato como actividad esencial y ello dificultará la circulación turística que responda a la urgencia de recuperación económica, ante la merma de miles de empleos, quiebres de establecimientos y hoteles que han cerrado con miles de millones de pesos en pérdidas, que brutalmente dañan la tendencia de crecimiento que se tenía previsto para este año, además de lacerar la economía informal de más del 60 por ciento de la población mexicana que vive de ella, y que tienen mayores posibilidades de bienestar, dentro del sector turístico.
Cientos de países –aparte de México- han fincado su desarrollo en su arte y su cultura, pero sus presupuestos son superiores y sus niveles educativos también lo son, hay niveles más críticos de su comunidad intelectual y artística, y su población se interesa y se mantiene informada, prevalece de alguna manera una transversalidad creativa de la cultura y el turismo, que lamentablemente no es el caso de nuestro País ni de ninguno de sus estados que lo conforman, porque en varios momentos críticos, han dado la impresión de ser actividades accesorias.
Un sinnúmero de complicaciones se avecinan frente a la nueva operación de los museos, galerías, centros de las artes y espacios culturales que requerirán de un protocolo de recorrido y de estrategias de manejo de sus colecciones y quizá lo más importante, un plan de reactivación para su sostenimiento económico. Cada museo, constituye un referente de la memoria cultural de los pueblos y cumplen por tanto, no sólo con un propósito lúdico, sino con una función social y educativa en la construcción de la identidad individual y colectiva.
El manejo de los centros históricos, zonas arqueológicas y monumentales son otro importante reto de planificación, en este tiempo enfermo de incertidumbre y complejidad que nos ha tocado vivir. No obstante, muchos individuos y grupos organizados de la sociedad civil, se mueven y nutren su actitud crítica, ante la verticalidad gubernamental, coadyuvando con nuevos emprendimientos en beneficio de este dúo irrenunciable e inseparable de cultura y turismo.
Antes del inicio de la pandemia, las autoridades federales anunciaron que se crearían más de cinco millones de empleos y que se captarían 46 millones de turistas internacionales, más un incremento sustantivo de casi nueve por ciento en divisas y mayor fortalecimiento del PIB. A tres meses de dar a conocer estas metas, en el final del confinamiento, justo en el regreso a la nueva “normalidad” en el pico más alta de la crisis sanitaria, con frustración sabemos que no se cumplirán y que el desafío de reactivación económica, es temerario.
Recientemente, en una de la conferencias habituales del Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, se integró Miguel Torruco Márquez, Secretario de Turismo de la federación, su intervención fue moderada y esperanzadora: sin concretarlo, planteó un cambio de estrategia al convocar para cuando llegue el momento de la apertura turística, a viajar por todo México, a conocer y reconocer los extraordinarios pueblos de la geografía nacional, a consumir artesanía mexicana y a mantenernos en la unidad, conscientes de que el nuevo virus del Covid– 19, llegó para quedarse, pero habrá que sobreponerse a él.
Anunció que continuarán los fines de semana para el turismo (que en el pasado inmediato, el Jefe del Ejecutivo Federal declaró que se suprimirían por considerarlo una forma de pauperización y olvido de las fechas cívicas de la historia de México) y recordó que por este concepto, en años anteriores, la derrama económica ha sido superior a los 26 mil millones de pesos y hay que recuperarla.
El sector turístico aguarda en esta nueva realidad, sentido común y un trabajo creativo de sus autoridades, las que esperamos se desprendan de vicios recurrentes como soberbia, omnipotencia y autoritarismo a favor de la horizontalidad de un país que se precia de ser democrático.
En Zacatecas se pide lo mismo, sin excepción, en lo posible, un mayor acercamiento con las universidades, en particular con la Universidad Autónoma de Zacatecas, por una vinculación siempre más fortalecida y desde luego, con el Instituto Zacatecano de Cultura y la Secretaría de Economía, así como los organismos afines, sin egos.
De parte de las autoridades locales hay un trabajo constante de formación de perfiles y de fortalecimiento de los prestadores de servicios turísticos, que permitirá el regreso a una actividad vital para el desarrollo económico del Estado. Su extraordinario patrimonio cultural, artístico, arqueológico, histórico y literario; sus artes populares en marcha, donde destaca el Centro Platero de Zacatecas, admirado y reconocido por sus excepcionales joyeros, ceramistas y lapidarios, deberá formar parte estratégica de este retorno a la nueva normalidad en su propósito central de reactivación.
De algún modo, llegamos agotados a esta nueva realidad, por lo que lo inminente y urgente, es trabajar el ahora y el aquí, sin aplazamiento y con renovada energía, con ética y empatía; ¡Qué contradicción! Pensarán algunos, pero así es, no hay opción cuando se trata de sobrevivir y de recuperar lo perdido. Que la utopía nos guíe a todos.
