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viernes, 26 abril, 2024
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El efecto Mussolini en los tiempos de la 4T

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

¿Qué es eso de ‘efectos sociales’? En sociología hay varios ‘efectos sociales’ que sirven para darle nombre a un comportamiento que obedece a pautas. Esto es, un efecto es como un comportamiento pautado que tipificamos como problemático. Por ejemplo, ‘el Efecto Mateo’ es un proceso por el cual, a las personas que más tienen más se les da, lo cual no deja de ser paradójico. Por ejemplo, los pobres pagan más, justo por tener menos recursos: la población de bajos ingresos compra a crédito y paga a largo plazo en pagos pequeños, pero que al final del día terminan pagado el doble del precio original del producto en cuestión. Y el rico, como tiene suficiente liquidez, puede comprar al contado, lo cual significa que paga menos. Así, el efecto mateo se da en estos procesos comerciales donde el rico gasta menos y el pobre paga más, justo por ser pobre. Otro ejemplo: el llamado “Efecto Lucifer”. Este último consiste en el proceso de conversión de una persona psicológicamente sana y moralmente (reconocida) como buena, en un asesino que desmembra personas o elimina seres humanos que ni siquiera tiene relación personal con ellos. ¿Cómo es que una persona buena, en poco tiempo se le ve degollando a competidores comerciales? Pues se debe a ‘un efecto’ del ambiente que transforma a dichas personas.

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Pues bien, ahora quiero referirme a un efecto que he venido observando en el ámbito de la vida política: ¿cómo es que una persona con convicciones de izquierda (a favor de programas sociales igualitarios), democráticos y de promoción de las 4 generaciones de derechos humanos, sufre un proceso de rápida conversión a justificaciones reconocidas en la llamada ‘derecha no-liberal’? El personaje que llamó más mi atención es el Padre Solalinde, pero hay una masa de militantes de la 4t que podemos observar bajo el mismo efecto. Un hombre de convicciones hondas, al grado de poner en riesgo la vida para defender dichas convicciones (estuvo a punto de ser quemado vivo por su defensa de los migrantes), coadyuvó en la construcción de un corredor migrante que fue importante, y un largo etcétera conocido de sobra. Y en pocos meses transforma su discurso a uno de corte nacionalista y justificando las acciones de represión que un año antes tanto combatió. En las redes, también observamos a diversos actores que fueron militantes de organizaciones sociales de izquierda (con una historia sabida) repitiendo las diatribas que son una copia exacta de las narrativas que reconocemos en las derechas europeas y los extremistas conservadores de Estados Unidos.

Junto a dichas diatribas, observamos ataques violentos a toda crítica al gobierno, que tienen algunos denominadores: desprestigio del crítico, exhibición de las ‘motivaciones’ del atacado ejerciendo sobre él sentencias que constituyen linchamiento moral. Es decir, ataques ad-hominem, pero nunca rebatiendo las razones que se debaten. Esto es, el combate ad-hominem obtura toda posibilidad de debate abstracto. Al mismo tiempo se pone de manifiesto un mecanismo mental que constituye la falacia de oposición-dual. Esto es, si ‘a’ es malo, y ‘b’ se opone a ‘a’, luego entonces, ‘b’ es bueno. Y la revés. El cuadro de oposición es lineal y simple. No pueden entender que la forma de oposición del verde respecto al rojo, no es la misma que la oposición del blanco respecto al negro. Con esto, se produce un círculo vicioso entre prácticas de linchamiento y mente maniquea: una y otra se refuerzan mutuamente.

Este fenómeno se llama ‘efecto Mussolini’, en recuerdo al líder político italiano. En sus orígenes, este personaje era socialista y de familia de tradición de izquierda política en Italia. Luego de la primera guerra mundial se transformó radicalmente: se convirtió en hiper-nacionalista, los seguidores (camisas negras) se iban contra el cuerpo de los oponentes y los destruían, y proclamó una política que Weber tituló ‘cesarismo’. Eso último significa que atrajo la simpatía del pueblo para controlar a las élites, pero el esquema de control no es impersonal sobre la base de dispositivos legales (como había sido en la república romana), sino un control personalísimo (como lo hizo Cesar después de ganar la partida a Pompeyo). El cesarismo de Benito, lo convirtió en ‘El Duce’ (el jefe o el gran líder). A propósito, los padres le pusieron Benito a nuestro personaje en recuerdo de Benito Juárez de México. Otra característica del cesarismo es que el referente de simpatía política no es una entidad abstracta, como un programa o una ley o un ideal político, sino una persona: no se defiende un programa político, sino la voluntad del líder. El líder es bueno y su voluntad por tanto lo es. Y lo que se opone a él, en consecuencia, es ‘lo malo’. La mente maniquea pone en la misma bolsa a todos aquellos que se oponen (o critican) al líder. Pero como es muy difícil justificar que verdes y rojos y azules estén juntos constituyendo una sola clase, entonces se producen razones ocultas: emergen como hongos las teorías de la conspiración. Las razones de la unidad de los oponentes son conspiraciones (que por obvias razones no se pueden dar evidencias).

En suma, el efecto Mussolini es la conversión de antiguos actores de izquierda a formas de comportamiento político propio de las derechas no-liberales, y sus rasgos son: (a) discurso hipernacionalista, (b) ataque ad-hominem del opositor, (c) razonamiento político maniqueo, (d) renuncia al programa y adscripción a la voluntad del líder, ( e) difusión de conspiraciones que explican lo inexplicable, y (f) cesarismo político. Hoy masas de militantes se ven infectados del virus del efecto Mussolini. ■

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