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viernes, 26 abril, 2024
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■ Historia y Poder Los Aztecas, nadie conocía su rostro

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Pueblo de peregrinos, nos llena de orgullo que ese indomeñable segmento de los chichimecas haya florecido con cunas y asentamientos entre su largo camino en Zacatecas y San Luis Potosí, ya por el mítico Chicomoztoc zacatecano además del tomoachan selvático potosino, es decir, “la casa de donde venimos todos”.

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Perseguidos, arrojados de todas partes, fueron hijos de las grandes llanuras y reprendidos en las guerras indígenas, combatiendo en todos los bastiones y recibieron la actitud y mesura de los toltecas y bajo el designio maestro de su dios guerrero, en los antiguos contenidos indígenas se resume su valentía, su muy particular visión del mundo que en un lapso de 100 años invadiría la vida de 50 millones de indígenas.

Quizá haya tres pueblos en el mundo dignos de toda leyenda: vikingos, tártaros y los Aztecas. Los cronistas españoles azorados veían las ciudades portentosas que parecían un sueño sacado de los libros de Amadís de Gauga, cientos de miles de casas y palacios muy bien pintados, entre miles de canoas que trasportaban toda clase de enseres y alimentos y pasando entre puentes de maderas finas y flores y música en una grandeza sin igual que los españoles quedaron boquiabiertos.

Moctezuma fue ante todo un místico, además de guerrero valiente y que indagaba toda clase de atribulaciones que asolaban su imperio, noveno rey indígena, le deparó el destino manifiesto el innegable cambio, de nueve sigue el 10, o sea, el 1 del nuevo estadio, el trastorno decaído e incierto en el inseguro camino de las tinieblas históricas.

El terrible y penoso sitio a la ciudad indígena que impusieron los españoles por espacio de 7 meses fue un rayo de fuego que lastimó todos los segmentos y a la rendición vino la venganza asesina, mas muchos hijos de la clase noble burguesa indígena sobrevivió y se apostó en los novísimos templos franciscanos de Tlatelolco. Ahí definirían muchos sucesos en cultura, lengua y trasmisión de haberes.

Como nunca antes las ceremonias de coronación del entonces rey Azteca fueron solemnes y de fiestas, trazando su propio camino de instrucción y enseñanza a sus nuevos cuadros y durante 19 años fue la influencia pretendida que dio el salto que todos conocemos.
Aquél pueblo trashumante y que fue agredido en todas partes, al que nadie conocía su rostro, pronto daría, con paciencia y mucho trabajo e imaginación, la respuesta renovada de su influencia tolteca en las llanuras fantásticas que los vieron venir. ■

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