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viernes, 26 abril, 2024
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Fernando Calderón

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

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Es importante conocer datos biográficos de este personaje, porque en su honor así se denomina el teatro que se encuentra ubicado sobre la avenida Hidalgo frente a la plazuela Francisco Goitia en esta capital. A muchos debe interesar quién fue esta persona, con tan gran mérito

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No  era zacatecano, pero sí participó activamente en la cultura y desarrollo de nuestra entidad. Nació en Guadalajara el 26 de julio de  1809. Sus padres don Tomás Calderón y doña María del Carmen Beltrán.

Cuando terminó su educación primaria ingresó al Colegio de San Luis Gonzaga, de la ciudad de Zacatecas, obteniendo una de las becas reales concedidas a los jóvenes cuyas familias hubieren prestado servicios importantes a la corona y fueran distinguidas. Termina sus estudios con excelentes promedios en latín y filosofía.

Después, se convirtió en uno de los escritores más reconocidos en nuestro país. Su primera obra reconocidas internacionalmente se llamó “Reinaldo y Elina” de Guadalajara, estrenándose en el teatro de aquella ciudad en 1827; es aquí donde comienza la majestuosa  y tan importante carrera artística de Fernando Calderón. Gracias a ello logra convertirse en una personalidad de la Literatura Nacional, además es iniciador del Romanticismo en México, esta nueva modalidad literaria surge en oposición a lo clásico, a lo tradicional.                                                                                                                                     Recibió en el año de 1829 su título como abogado por el Tribunal Superior de Justicia de Guadalajara, pero cambia esta carrera y se dedica a escribir piezas literarias, éstas eran tan bellas que podían hacer caer una lágrima a quienes las escucharan.

Su aspecto físico era grueso, ancho, chaparro, desgarbado, casi vulgar, con aspecto de vendedor de sarapes de cueros de chivo, entrecano, con una patilla de columpio que alargaba y encallejonaba su rostro picado de viruela, nariz roma y labios gruesos que dejaban al descubierto unos dientes grandes renuentes a una arreglada conformación. Fernando habría pasado por feo en grado heroico, sin la mirada de sus ojos garzos que iluminaba y embellecía su fisonomía haciéndola dulce y simpática por extremo.

Utilizaba un sombrerillo blanco tendido, unos polvosos faldones largos de color verde, unos zapatos bajos muy raros y un bastoncillo. Aunque de noble prosapia porque fue heredero del título Conde de Santa Rosa, Fernando Calderón amaba la plebe estudiantil.

El lirismo es el arte del bien escribir y es en este arte en el que Fernando Calderón encuentra su mayor satisfacción poética. También escribió obras de teatro, entre ellas están: Zading, Zeila o la esclava Indiana, Los políticos del Día, Higenia, Hersilia y Virginia, que fueron puestas en escena en Zacatecas entre 1828 y 1936. De sus poesías destacan: A una rosa marchita, La vuelta del desterrado y El soldado de la libertad.

Hacia 1835 Santa Anna atacó Zacatecas y Fernando Calderón, en defensa de los zacatecanos cambia la líra por el fusil; en la tregua recibió un golpe que le dañó el cráneo. Pero ya para 1837 se recuperó. En ese mismo año se ordenó que saliera deportado de Zacatecas por sus ideas liberales; todo esto causó la suspensión de un proyecto editorial en el que estaba trabajando.

El destierro de Fernando Calderón duró sólo unos meses, pues el Ministro de Guerra, suspende la orden y con las palabras de José María Tornel: “El genio no genio no tiene enemigos, y que los talentos debían respetarse por las revoluciones” queda libre de cargo.

Si el destierro lo perjudicó materialmente por la pérdida de una parte considerable de sus bienes, por el lado intelectual lo beneficio al abrirle un auditorio mucho más amplio para su trabajo literario. En medio de los aplausos de un pueblo entusiasmado recibía en el Teatro Público la corona del éxito. Era un Fernando Calderón entonces lleno de vida, con un porvenir extenso ante sus ojos con la esperanza en el corazón, con la cabeza tan bien organizada con alma de ángel, y con la experiencia anticipada de la vida.

Zacatecas no desconoció el mérito ni los servicios del este literato Calderón. Fue magistrado del Superior Tribunal de Justicia varias veces; diputado en el Congreso del Estado, coronel de artillería de la antigua milicia nacional, individuo de la Junta Departamental de la cual salió por no haber querido el decreto que disolvió al Congreso Constituyente; obtuvo comisiones de los señores don Francisco García Salinas, don Manuel González Cosío, don Marcos de Esparza.

Al finalizar sus días y agotado por la enfermedad que padecía, Fernando Calderón llamó al cura de Ojocaliente, Zacatecas y a pesar de su abatimiento, tuvo bastante firmeza para reclamar los auxilios de la religión, en  cuya creencia había sido educado y quería morir.

Posteriormente, el 7 de enero de 1845, recibe el sagrado sacramento; y el 18 del mismo mes y año, rodeado de su familia y asistido con vigilancia, expiró el que fuera el gran poeta y dramaturgo Fernando Calderón y Beltrán que todavía con orgullo se le sigue recordando.

El teatro principal de nuestra bella ciudad, lleva su nombre en honor a su arte. En la Rotonda de los Hombres Ilustres en la ciudad de Zacatecas se lee: FERNANDO CALDERÓN 1809-1901 (sic). ■

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