A mitad del presente año se llevaba un registro de homicidios dolosos (290) más numeroso que la totalidad del 2015 (236). Lo cual significa que este año es el más violento de los últimos tiempos. Pero igualmente los asaltos, secuestros, robos a casa habitación y extorciones. Todos los delitos se han exacerbado. En los caminos aparecen cadáveres, algunas cabezas sueltas, hechos macabros y el negro estrés que como mancha, provoca depresión social. En el presupuesto federal al rubro de la seguridad no se le ven los recortes que observamos en educación o salud, y sin embargo los resultados son catastróficos. En los rubros de seguridad en los últimos años no ha dejado de subir su presupuesto, de tal manera que el antiguo argumento de campañas electorales en el sentido de que con mayor presupuesto en seguridad el problema se podía resolver, ha quedado desacreditado. En el 2006 se destinó a esta función 50 mil millones de pesos, y en el año que concluyese llevó más de 160 mil millones; esto es, pasó de 50 a 160 mil millones. Como podemos observar, el incremento no tiene precedentes. En los marcos lógicos que justifican los aumentos de recursos se afirma que el dinero es para destinarlo al objetivo de “salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar las libertades, el orden y la paz públicos”. Y como instrumentos se mencionan “la operación de tareas de inteligencia y contrainteligencia para proponer medidas de prevención, disuasión, contención o neutralización de riesgos o amenazas”. Para ello se ha aumentado más de 300 por ciento los presupuestos a seguridad. ¿Y los resultados?
En suma, constatamos que la idea de que las cosas estaban mal por falta de presupuesto es falsa. Los aumentos crecientes de dinero público no se han acompañado de disminuciones del problema. Por el contrario, el problema se ha pesto ahora mucho más grave. Así las cosas, el error es en el propio esquema o modelo de seguridad que se tiene. Y cada año se comprueba su fracaso y sin embargo no se modifica. También se ha querido negar el problema y cubrirlo con propaganda gubernamental en el sentido de que la situación va mejorando, pero también esto ya hizo agua. No hay otra que enfrentar la gravedad del problema con medidas más realistas. En estos 10 últimos años la academia ha generado estudios que pueden muy bien ayudar a elaborar una estrategia adecuada, que tome en cuenta la relación de la política de drogas con la seguridad, la vinculación de integración juvenil con prevención del delito y muchos otras variantes que ahora están desconectadas. Lo único que hay es equipamiento estéril. Urge que el Estado se convierta en tal cosa, porque parece que estamos en un territorio sin ley y selvático. Nos empezamos a acostumbrar a leer y encoger los hombros ante las noticias el horror. Sale el sol y alumbra los nuevos cadáveres del día.
