■ Presenta en Zacatecas la obra Macario: El ahijado de la muerte
“El trabajo del actor es interpretar el personaje que te propongan”, aunque no se esté de acuerdo con lo que hace, piensa o dice. No importa que no se concilie ni en lo espiritual ni en lo emocional. “El actor se mete en su cuerpo y su mente, porque esa es su labor”, expuso el histrión mexicano Juan Ignacio Aranda.
Esto, luego de traer a colación su interpretación del padre Galaviz, miembro de Los Cruzados de Cristo en la película Obediencia Perfecta y Ramiro Silva de la Garza en la telenovela El Señor de los Cielos.
Estos dos trabajos son los que actualmente le dan notoriedad dentro del medio artístico, en el que tiene una sólida trayectoria. Ambos se encuentran inscritos en la polémica pública generada en los años recientes en el país y el mundo: la pederastia en el seno de la iglesia católica y el narcotráfico, y sus enlaces con la política.
Juan Ignacio Aranda, sin embargo, tiene una opinión nada imparcial de las realidades que interpreta en la ficción, y revela en la entrevista con La Jornada Zacatecas una postura muy clara al respecto.
El tratamiento del problema del abuso sexual a niños y jóvenes que ha dado el sucesor de Juan Pablo II, mismo que ha incluido la expresión de disculpas públicas a las víctimas por el daño causado a miles de personas no solamente en México, sino en otras latitudes del planeta, no sólo no es suficiente dice, sino hipócrita.
A la par de esta presunta apertura y de la aceptación de un problema que entre otras cosas, señala, ha propiciado la pérdida paulatina de feligresía en esta institución, el papa Francisco, sucesor de Juan Pablo II, dio seguimiento al cuestionable proceso de canonización de éste hasta convertido en “santo”.
El papa viajero, como se le llamó, tuvo, asevera el actor, “una posición aberrante y cobarde”, supo los actos del fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel “y lo perdonó. Le pidió que se retirara a hacer una reflexión de contrición moral, espiritual”.
Juan Pablo II en su opinión, debió haber ubicado a Maciel como un “hombre que hizo mal y cometió un delito, aunque fuera un padre tan poderoso. ¡Claro, los Legionarios de Cristo le dieron mucho dinero a la Iglesia, entonces, me da mucho asco!…”, expone.
Volviendo a su labor, comenta, no le fue difícil la interpretación de Galaviz en la película del director Luis Urquiza, basada en la vida de Marcial Maciel, misma cuyo éxito en taquilla la mantiene actualmente en cartelera. Para ello se inspiró en un sacerdote que conoció en su infancia cuando hizo su primera comunión.
Aranda introdujo “un poco de homosexualidad” a la interpretación, un tono de amaneramiento, que señala, “parece que ha gustado mucho”. El guión de Obediencia Perfecta, asevera, es suficientemente bueno para por su medio, decirle al público que como el padre Galaviz, “debe haber muchísimos padres como él en el mundo. No nada más en México. El problema no es exclusivo de nuestro país, es un problema mundial”, subraya.
La política del Vaticano ha sido el ocultamiento de los casos y la puesta en marcha de medidas paliativas, que no exhiben todo el daño que implican estos hechos para los menores, asevera.
Juan Ignacio Aranda, responde ahora no sobre la moralidad de los personajes que interpreta sino la pública, esa que se recrea en la ficción pero que no supera a ésta, que “es una triste situación que pasa el país”. En México, la justicia es a veces “sorprendentemente” rápida y en otras ocasiones “pueden pasar años, decenios”.
Juan Ignacio Aranda estuvo de visita en Zacatecas para presentar conjuntamente con su padre, el actor Ignacio López Tarso, una versión teatral a Macario, de Bruno Traven, denominada Macario: El ahijado de la muerte.
Esta representación fue la manera en que el primer actor mexicano se inscribió en las actividades de conmemoración por la Toma de Zacatecas, en las que en el contexto del primer Festival del Corrido recibió un reconocimiento por su labor en la difusión de este género.
