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sábado, 18 mayo, 2024
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México estridente

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Por: Kutzi Hernández Galván •

El pasado 1º de julio me sentí escéptica respecto a Andrés Manuel López Obrador, en contraposición al entusiasmo imperante en el ambiente por su triunfo electoral. Por convicción, soy de izquierda (centro-izquierda, para ser precisos). En 2018 no vi una sola alternativa presidencial de verdadera izquierda entre los candidatos a encabezar la Presidencia de la República. La verdadera izquierda no tuvo candidato. AMLO, en muchas de sus decisiones como presidente, me lo confirma. Baste traer a colación las expresiones evangelizadoras del primer mandatario durante sus conferencias/sermones, o la emisión de la denominada “Cartilla moral”, de Alfonso Reyes (quien, por cierto, tiene textos mejores).

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Mi escepticismo crece cada día. Lo diré como lo pienso: No confío en que un hombre luche durante 18 años por lograr el máximo cargo en nuestro país, para ocuparlo únicamente por 6 años. Espero equivocarme.

La política funciona de forma similar a un espectáculo. No debería ser así, pero es la forma como funciona. Después de cierto tiempo, el público demanda nuevos números circenses, nuevo repertorio. Andrés Manuel —bien asesorado, claro—, ha sabido darle al pueblo un repertorio que le está funcionando a él en términos de rating político. La guerra contra el huachicol no es un número nuevo, pero los esfuerzos anteriores a AMLO fueron inconexos y, al parecer, fallidos. El presidente ha sabido capitalizar el tema más o menos a su favor. Nótese que hago esta reflexión desde el escepticismo. Ni siquiera me voy al extremo del pesimismo, porque no me gusta. También estoy muy lejos del optimismo esperanzador y cursilón que está de oferta en redes. No estoy considerando las bondades detrás del combate al robo de gasolina, porque para eso ya hay afuera una legión de merolicos prestos a declamar panegíricos enteros.

(Alguien preguntaba: ahora que se ha aprobado la Guardia Nacional en la cámara baja, ¿desinflarán el tema huachicolero? La respuesta es: no. Cuando un tema está siendo rentable (aún), sería un error monumental interrumpir las utilidades que genera. La hipótesis de las cortinas de humo es, quizá, insuficiente para explicar lo que sucede en estos momentos).

Las redes sociales no invitan precisamente a la reflexión, puesto que se han convertido a últimas fechas en una plaza pública repleta de tamborazos, cada uno de los cuales toca su propia pieza. Por alguna razón, Andrés Manuel ha tenido la capacidad de convertir a este país en una suma de estridencias donde el diálogo es el gran exiliado.

Me desagrada enormemente la inconsciencia con la que las hordas de seguidores de AMLO festinan y reproducen sus ocurrencias, algunas de las cuales son perniciosas para la vida pública. Por ejemplo: etiquetar como “medios fifí” a aquéllos cuya línea editorial no es de su agrado. Es doblemente lamentable porque, por un lado, asocia la crítica con el enemigo, cuando lo que se esperaría del presidente de un país es, justamente, una mayor amplitud de miras y una madurez de la que AMLO parece adolecer. El segundo motivo por el que deploro esta forma de interactuar con la prensa, es el hecho de que naturaliza las expresiones clasistas (“fifí” tiene una clara connotación en este sentido), en un país que ya de por sí es clasista. A esto agréguele esta polarización ideológica y política que Andrés Manuel, lejos de atemperar, alimenta con el júbilo de un pirómano. Creo que esta actitud es un abuso de la investidura que tiene López Obrador como presidente, abuso que está siendo reproducido, por cierto, por sus representantes estatales. En Zacatecas, por lo menos, su delegada federal, Verónica Díaz, comienza a hacerse célebre por su trato déspota y prepotente.

No me voy a sumar a la cohorte de corifeos que alaban el traje nuevo de un emperador que camina desnudo entre la muchedumbre. Bueno, esa es una imagen de Andersen que, adaptada a México, sería algo así como el “frijolazo” que empaña la sonrisa presidencial, pero que nadie de sus “leales” seguidores se atreve siquiera a advertírselo. ■

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