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sábado, 18 mayo, 2024
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París, no fue una fiesta

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

En Europa, una vez más, el terror irrumpe, a primera vista, con razones políticas, por supuesto, injustificables, el terrorismo y las razones políticas aducidas para ejercerlo. De hecho, el terror no sustituye, no debe sustituir, en ningún país, ni a la política, ni a sus instituciones. Si una u otras, tienen defectos, como en nuestro medio, ya se ve en nuestra historia, cómo ni el terror, ni “la guerra”, sirven más que ellas: la política y las instituciones, para operarlas, rehacerlas, cambiarlas; o bien,

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innovarlas, con todas las dificultades y costos humanos y sociales a pagar (y pagados) para insistir en hacer prevalecer en ellas, su real sentido democrático, hoy embozado, sofocado o agredido, e impedido de florecer como se debe, tanto por la prevalencia concreta de tradiciones autoritarias como por la aún débil credibilidad en ellas, (las instituciones) como opción para lograr una mejora general de los mexicanos, sobre todo, de los más desprotegidos. Sí, la democracia conlleva igualdad, pero ambas, entre nosotros, antes que conceptos son tareas inacabadas, a pesar del laberinto jurídico y los sexenios y trienios, los recorridos y los que faltan por recorrer, para ir aterrizando en forma paulatina su vigencia y sean realidad en continua construcción.

¿Por qué París? Ciudad europea, capital de Francia, a la que se llama, “Ciudad Lux”, su prestigio y fascinación mundial, ¿por qué atrajeron el terror? Imposible, además, saber si la tragedia ocurrida, resuelva los problemas aducidos por los autores del cruento atentado, tan injustificable, como las razones aducidas, o los incremente, lo más probable, salvo que ya tuvieran desarrollada y oculta en el desierto una tecnología bélica que les permitiera lograr un triunfo violento regional. Algo cada día más improbable, desde la derrota de Sadam Hussein, quien finalmente no dispuso ni de suficiente industria ni de armas nucleares que adicionar al petróleo para, en efecto, imperar en aquella región y desde ahí “condicionar” al mundo, si le hubiera sido posible constituirse en una potencia más. La tormenta del desierto, fue culminación: se enfrentó a la potencia de los Estados Unidos  y llegó el ocaso, se colapsó.

Por supuesto, en aquella área, desde entonces, el capital, el imperio y los monopolios, como economía y “contracultura” regional, se arraigaron más y generaron y generan consecuencias que hicieron emerger algunas de las condiciones actuales; sociales y políticas, tal vez reconocibles, ¿condensadas?, en una frase lanzada por los terroristas islámicos durante el ataque perpetrado el sábado anterior en París: “Os vamos a hacer lo que hacéis en Siria.” O sea, con esas palabras, el terror se viste de cultura. En México se diría: “Dar una sopa de su propio chocolate”. Y a “rafagear” se ha dicho a quienes, sin deberla ni temerla, disfrutaban su fin de semana, en ese lugar: Bataclan. Una discoteca como aquí las hay que se pueblan y se activan, sobre todo, viernes y sábados por la noche. ¿Cuál es la diferencia? Aquí no ha habido extremismos que irrumpan de ese modo en esos locales y escenarios; a veces, ni hay grupos musicales, sólo discos, en fin. Si unos yihadistas irrumpieron en el Bataclan bajo el manto ideológico de su creencia o ideología religiosa, que, a su vez, es política, pero armados y habilitados con explosivos pegados a sus cuerpos y dispararon indiscriminadamente sobre los asistentes, ni Alá los  perdonará por hacer quedar mal su prestigio de profeta, asesinando ciudadanos en un estado nacional, Francia, apreciado, entre otras cosas, como cuna de la democracia moderna que venció en 1789 a la tiranía de una monarquía, ya obsoleta como opción para los franceses, quienes a partir de ese momento iniciaron una lucha, sin cuartel, para dejar de ser siervos, de un rey y un reino, para luchar por cambiar su condición, hasta llegar a convertirse en ciudadanos de una república que sería regida por un parlamento, en donde se representaban, por elección, con todo y la peculiaridad impresa por Napoleón, cuando se proclamó Emperador.

Por cierto, como cabeceó un diario español: Los atentados del 13-N frustran la estrategia antiterrorista que Francia había diseñado después de la matanza de ‘Charlie Hebdo’.

Al respecto, Grant Wardlaw, autor de “Terrorismo político”, contribuye: ¿Cuáles son las consideraciones de política más importantes con que se enfrenta un Estado democrático al tratar de combatir el terrorismo sin dejar de ser democrático?

Es decir, Francia, está obligada a reclamar, hacer justicia y reconocer límites.

Por ejemplo, “PODEMOS”, en España, plantea: “cortar las vías de financiación y abastecimiento logístico del EI”. Y en su escrito, de cuatro páginas, señala que “la mayor parte del material militar que emplean es de fabricación occidental: armas europeas vendidas a Arabia Saudí, o armas norteamericanas distribuidas en un principio al Ejército Sirio Libre, que acaban en manos del Estado Islámico”. ¡UPS! ■

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