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sábado, 18 mayo, 2024
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AMLO, el líder que emana de la historia que transforma

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Mucha tinta ha corrido, y falta más, sobre el proceso de suceder a Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Pocos entienden el proceso histórico que, desde el triunfo de la llamada Cuarta Transformación, estamos viviendo. Eso incluye a connotados miembros del propio gabinete presidencial que aspiran a ocupar el máximo cargo del Poder Ejecutivo.

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La gobernadora de Campeche, Laida Sansores, en una visita del presidente, le dijo que “… sólo cada 100 años nace una persona como Tú…”. Eso es cierto. Personas con un gran carisma, políticamente habilidosas, intuitivas, portadoras de gran visión sobre el pasado, presente e incansablemente perseverantes en su lucha social, no fácilmente se les encuentra en el camino. Eso no significa que la historia esté hecha sólo sobre la base de grandes líderes sociales, ellos también son hechura de la historia que transforman y, en ese mismo proceso, se forman así mismos.

El propio AMLO externa entender el proceso de transformación, denominada 4T, del que es su dirigente incuestionable y al que, de muchas maneras, empujamos millones de mexicanos. Así lo demuestra la adopción como propia de la frase de Ricardo Flores Magón de que “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”. Nada que ver con el adjetivo despectivo de Enrique Krauze de llamar al presidente “el mesías tropical”, burla que no tiene un ápice de reflexión y análisis pero que, además, fracasó como discurso político opositor.

En una enorme proporción, AMLO es el resultado de las condiciones sociales e históricas en que vive; no sólo porque fue formado en su contexto social y de su tiempo, sino también, como dirigente, no puede proponerse, y prosperar, objetivos que no sean anhelos y reivindicaciones actuales, sociales, insoslayables y sincronizados en su conciencia y en la sociedad.

Los apodos de “mesías”, de “el kks”, difamaciones, mentiras, y muchos otros recursos de mofa propagandística, no fructifican tanto, y poco a poco se desvanecen, porque no corresponden a la realidad. Son inventos mediocres y groseros de la derecha económica, ideológica, política y de la que se encarga del esparcimiento de ese tipo de mensajes. Son recursos de una estrategia infantil y banal que no propone opciones, no acepta la diversidad ideológico-política ni económico-social y que, en cambio, ofenden tanto a la inteligencia de la mayoría de los mexicanos, como la dignidad de los millones que, de muchas formas, estamos empujando a los grandes cambios sociales.

La derecha tiene perdida la batalla desde el momento mismo en que es incapaz de crear, para México, una opción social diferente al neoliberalismo. Las demandas y reivindicaciones del pueblo mexicano no aparecen en sus prioridades. Por el contrario, la derecha se aferra a defender un pasado de privilegios para unos cuantos, la defensa de los intereses de sus “caudillos” y caciques políticos corruptos (que tampoco son mesías) como Fox, Calderón, García Luna, Ricardo Anaya, Cabeza de Vaca, Alito Moreno y un largo etcétera, como del reclamo de beneficios económicos, con cargo al erario, para corporaciones económicas nacionales y extranjeras. Esas son sus demandas y sus reclamos, sus prioridades. Escuchar a Iberdrola, a Roberto Madrazo de Latinus, a Claudio X. González, a Gustavo de Hoyos, al dueño de Reforma, etc., da una idea de sus pretensiones económicas y políticas en esta sociedad.

Muy contrario a todo ello, ya como presidente de México, López Obrador pronunció un gran discurso en el Zócalo, en el que dejó constancia de la conciencia que ha tenido de su propia lucha, como lucha de la sociedad, en la que señaló que “… Yo ya no me pertenezco. Yo soy de Ustedes, soy del pueblo de México…”. Lejos está de sentirse “mesías”. Por el contrario, testimonió ser un político orgánico a un pueblo sediento de transformaciones, libertad y de justicia.

Aún más, el presidente ha reiterado que “no hay que tener mucho apego al poder y al dinero”, lo que ha sido una característica de los gobiernos corruptos que lo han antecedido y que, como gobernante “hay que mandar obedeciendo…”. Y, para hacerlo, hay que aprender a escuchar al pueblo. Hay que ir al pueblo. Hay que entender la demanda social y saber elevarla como iniciativa y quehacer del nuevo gobierno. 

Cualquier analista o historiador serio se preguntaría qué tiene que ver esto con un mesías, si este último es un salvador divino y nuestro presidente es un dirigente social que encuentra la sustancia de su fortaleza política en el pueblo y no en la divinidad.

Tras todo eso, debemos preguntarnos no sólo quien podría ser un digno sucesor del actual presidente, sino quién sería capaz de encontrar la fortaleza que emana del pueblo y no de las oligarquías. Por ahí escuché a alguien que desea la reconciliación con estos últimos.

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