Podemos partir de la distinción entre una crítica de “izquierda” y una de “derecha” a la rectoría de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). De acuerdo al “contenido” histórico de cada una de las palabras citadas, una crítica de izquierda exige mayores espacios y beneficios para los docentes. Mientras que una de derecha solicita más capacidad de acción para los grupos políticos. En el primer caso se preconiza la unidad de la “clase trabajadora”, de todos los docentes y sus prestaciones, mientras que en el segundo se asume la diferencia, la identidad y autarquía de cada grupo y su interés por ocupar la rectoría. Un elemento central en la crítica de izquierda es el contrato colectivo de trabajo UAZ-SPAUAZ, así como la normatividad del sindicato. ¿Por qué? debido al carácter colectivo del primero y a la presunción de elemento democratizador del segundo.
Por su parte, la crítica de derecha no reconoce más norma que la que coliga a los dirigentes de la agrupación, y concibe a la universidad y su presupuesto como parte del patrimonio del grupo y por eso se lucha: la ganancia para unos pocos. Se puede explicar la actual polarización del Sindicato del Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (SPAUAZ) como resultado de la ruptura de los acuerdos entre los grupos que dominan la UAZ. Tratar de entenderlo desde la supuesta defensa de la contratación colectiva, por un lado y la férrea defensa de la patronal por el otro es tender una “red imaginaria” en el sentido de Roger Bartra (“Las redes imaginarias del poder político” Era, 1981).
En la universidad se dan las mismas oscilaciones que entre el Estado y la sociedad. A veces parece que los grupos y sus confrontaciones anidan en cada espacio universitario, en otras todo aparenta calma y los docentes se dedican a investigar, dar clases y vincularse con la gente. ¿Cómo se pasa de una situación a otra? La hipótesis clave parece ser la ruptura de los acuerdos que dan coherencia a los grupos hegemónicos, como se mencionó líneas atrás. Cuando esto ocurre es necesario replantear la situación, pues un grupo que ha perdido el ejercicio del presupuesto no puede enarbolar como bandera que necesita ese dinero para continuar reproduciendo su dominación.
Además, casi siempre, la agrupación marginada del poder carece de legitimidad y reduce el número de sus acólitos a niveles de sobrevivencia. Es entonces que utiliza a otras agrupaciones, ubicadas en el eje de la “marginalidad”, como cobertura. Esta cobertura funcionará mejor si se genera una ideología y, eventualmente, se llega a manipular alguna institución. Como el sindicato. Es entonces que se tiende la “red imaginaría”: propaganda sindical, ideología, amenazas, cobro de favores, intimidación, bravuconería. Con esta condición ya dada se opera la “transposición” de las luchas reales de los elementos antagónicos por luchas irrelevantes entre sindicato y patronal.
Así, la contradicción insoluble entre los grupos que buscan dominar la universidad y los docentes desorganizados que caen bajo su control, se canjea por un teatro de marionetas, en el que la institución parasitada (el sindicato) finge oponerse al patrón para “defender la contratación colectiva”, cuando lo menos importante son los docentes y sus luchas reales. Esto se manifiesta en varios niveles, y en días recientes más aún. Por ejemplo, en la reunión fallida de Coordinadora de delegaciones del SPAUAZ del viernes 11 de agosto de 2023 se operó una representación, en la que lo menos importante era preservar la legalidad (lo que une a los sindicalizados) para lanzar un “paro general”.
De acuerdo al artículo 51 de los Estatutos la Coordinadora de delegaciones, en caso de tener quórum de 2/3 de sus miembros, sólo emitirá resoluciones vinculantes cuando 2/3 de los delegados y representantes que la conformen estén de acuerdo. Supongamos, sin conceder, que tras mucho desconocer delegaciones (sin facultades para ello) el comité ejecutivo logró un quórum el viernes 11. En ese escenario correspondía votar, de acuerdo a lo estatuido, por el paro.
Sin embargo, debido al dramatismo de los asesores de la secretaria general Dra. Jenny González Arenas, se prefirió contar como votos los posicionamientos de las delegaciones. Ese procedimiento no existe en el estatuto. Peor aún, ante la falta de quórum en la mayoría de las asambleas delegacionales no hubo formación de mayorías, ni intento de consensar. De hecho, la posición procaz de los asesores del comité ejecutivo es “si para defender la contratación colectiva debemos violar los estatutos, lo haremos”. ¿No fueron esos mismos asesores los que condenaron al Ing. Martínez Pardo por violentar los estatutos? La incoherencia es síntoma de transposición, al igual que el dramatismo, porque aquello que está en juego no es precisamente la contratación colectiva, sino la elección de rectoría.
De ser las cosas así, la crítica de izquierda utilizada por el actual comité ejecutivo es otra cobertura de la crítica en la que sí creen, la de derecha. Solicitan al rector les dé más espacio como grupo político, les permita clientelizar docentes, enervarlos con ideología basura y, la cereza del pastel, les pague 65 horas por estar al frente del SPAUAZ, en abierta violación de la cláusula 48. Pero ya sabemos: “para nosotros todo, para ellos nada”.