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jueves, 25 abril, 2024
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Un centro hermoso de un estado en escombros

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

El gasto en obra pública es una manera de activar la economía de un estado; sin embargo, para que esto sea así se deben cumplirse varios requisitos. El objeto de la obra es esencial: lo que se hace debe incorporase en un flujo de acciones que dinamice la vida económica o el desarrollo humano de la demarcación. Esto es, la obra generada debe articularse con un conjunto más amplio de construcciones que realicen un efecto detonador de desarrollo. Además, en una situación financiera apretada, es muy importante atender al principio de prioridad; sin embargo, como siempre surgirá la pregunta, ¿prioridad para quién? Es vital que las obras propuestas se consulten o se justifiquen detalladamente. Esto es, se debe tratar de obras legítimas. Cuando un trabajo del gobierno carece de legitimidad, cuando nadie sabe la finalidad de la misma o carece de apoyo, o incluso, tiene severas oposiciones, es un signo inequívoco de que el gasto es superfluo.

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Es el caso de las obras del Centro Histórico, que en cuestión de gustos podrían lucir, pero lo que no se observa es su prioridad, no tienen apoyo ciudadano y sí variada oposición; y al menos la reconstrucción de la Plaza de Armas fue una sorpresa al constatar que no corresponde al proyecto mostrado a los medios de comunicación. Conductas atípicas, sobre todo tratándose de una ciudad patrimonio de la humanidad, cuando se trata de construcciones que modifican el paisaje de este tipo de ciudades, es común que los gobiernos generen foros, investigaciones y consultas para no poner en riesgo el nombramiento de Unesco. Pero en este caso no ocurrió: fue una acción relámpago.

Las preguntas siguen en el aire: ¿son prioritarias? ¿Cuál es la razón de su justificación y alejamiento del proyecto inicial? ¿No hay necesidades más urgentes o importantes? ¿Por qué se decidió emprender de esa forma dichas obras? El Centro Histórico tiene 200 casas a punto del derrumbe, lo cual puede dar lugar a un proceso de deterioro o destrucción del centro mismo, y sin embargo no se observan acciones contundentes para remediar esta grave situación. ¿Era más importante realizar la reconstrucción de la Alameda y la Plaza de Armas que las enormes carencias del hospital general o que la infraestructura de prevención del delito o las obras de beneficio del chile o la infraestructura escolar de la zona rural que está como zona de guerra? Al observar estas necesidades realmente vitales para el desarrollo de Zacatecas son incomprensibles las razones que llevaron a darle prioridad al supuesto embellecimiento de la plaza o la Alameda.

Ante la falta de claridad surge la hipótesis del muy famoso “moche”, cáncer que corroe las instituciones de los tres órdenes de gobierno, y especialmente en las áreas de obra pública. Las obras son de fachada, y las fachadas del centro son la metáfora viva del propio gobierno: por fuera se ve un bonito frente y por dentro son ruinas. Así el estado de Zacatecas: un centro hermoso de un estado en escombros.

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